Cristo le dio a la iglesia sólo dos sacramentos: el bautismo en agua (ver Mateo 28:19) y la Santa Cena (ver 1 Corintios 11:23-26). Estudiaremos primero el bautismo en agua.
Bajo el Nuevo Pacto cada creyente debe experimentar tres bautismos diferentes. Estos son: El bautismo en el cuerpo de Cristo, el bautismo en agua, y el bautismo en el Espíritu Santo.
Cuando una persona nace de nuevo, automáticamente es bautizado dentro del cuerpo de Cristo. Esto quiere decir que esta persona llega a ser un miembro del cuerpo de Cristo, la iglesia:
“Porque por un sólo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo” (1 Corintios 12:13; ver también Romanos 6:3; Efesios 1:22-23; Colosenses 1:18, 24).
El ser bautizado en el Espíritu Santo es una experiencia subsiguiente a la salvación, y este bautismo puede ser y debe ser recibido por cada creyente.
Finalmente, cada creyente debe ser bautizado en agua tan pronto como sea posible luego de que se arrepienta y crea en Jesús. El Bautismo debe ser el primer acto de obediencia de cada nuevo creyente:
“Y les dijo: id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea será condenado” (Marcos 16:15-16, énfasis agregado).
La iglesia primitiva consideraba el mandamiento de Cristo acerca del bautismo como algo muy importante. Casi sin ninguna excepción, los nuevos convertidos eran bautizados inmediatamente después de su conversión ( ver Hechos 2:37-41; 8:12-16, 36-39; 9:17-19; 10:44-48; 16:31-33; 18:5-8; 19:1-5).