Cuando Jesús caminó por la tierra como ser humano, Él abiertamente dijo a sus discípulos que se iría y que después regresaría por ellos algún día. Y cuando retornara, se llevaría a sus discípulos con Él (lo que los cristianos modernos conocen como “el rapto”). Por ejemplo, la noche antes de la crucifixión, Jesús dijo a sus once discípulos fieles:
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay, si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis” (Juan 14:1-3, énfasis agregado).
Las palabras de Jesús claramente expresaban la posibilidad de que Él volviera en el tiempo de sus discípulos. De hecho, después de escuchar lo que Jesús dijo, ellos simplemente habrían asumido que Jesús regresaría mientras ellos tuvieran vida.
Jesús también advirtió repetidamente a sus discípulos el hecho de que tenían que estar listos para su regreso, lo que ampliaba la posibilidad de que Jesús regresaría en su tiempo (ver por ejemplo Mateo 24:42-44).