SALMO
Extrañamos nuestra tierra
Nos sentábamos junto a los ríos de Babilonia
y llorábamos acordándonos de Sion.
Allí en los sauces de la ciudad,
colgamos nuestras arpas.* Estos instrumentos se usaban para alabar a Dios en el templo de Jerusalén, pero como el templo había sido destruido ya no había razón para tocar esas canciones.
Allí los que nos capturaron nos pedían que cantáramos.
Nuestros opresores nos pedían que estuviéramos alegres,
que cantáramos canciones que hablaran de Sion.
Pero no podíamos cantar las canciones de alabanza al SEÑOR,
en un lugar extraño.
Jerusalén, si algún día te olvido,
que se me seque la mano derecha que se me seque la mano derecha o que nunca pueda tocar más el arpa.;
prometo que jamás te olvidaré.
Si te llegara a olvidar
que mi lengua se me pegue al paladar
y no pueda volver a cantar.
SEÑOR, castiga a los edomitas
porque ellos pedían que Jerusalén fuera destruida.
Babilonia, tú también serás destruida.
Afortunado el que te dé el castigo que mereces;
recibirás el mismo sufrimiento que le causaste a Jerusalén.
Afortunado el que agarre a tus hijos
y los estrelle contra las rocas.