Hemos establecido que la meta primordial de Jesús para nosotros, es el hacer discípulos, esto quiere decir, personas que se han arrepentido de sus pecados y que están aprendiendo y obedeciendo sus mandamientos. Jesús define lo que es un discípulo en Juan 8:32:
“Si permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.
De acuerdo con Jesús, los verdaderos discípulos son aquellos que permanecen o viven en su Palabra. En tanto aprenden la verdad de su Palabra, son progresivamente “libres”, y el contexto siguiente explica que Jesús estaba hablando acerca de hacerlos libres del pecado (ver Juan 8: 34-36). Así que, una vez más podemos ver que por la definición de Jesús, los discípulos están aprendiendo y obedeciendo sus mandamientos.
Jesús después dijo,
“En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y así prueben que sois Mis discípulos” (Juan 15: 8, énfasis agregado).
La definición de Jesús en esta forma dice que los discípulos están glorificando a Dios por llevar fruto. Aquellos que no llevan fruto, no son llamados sus discípulos.
Más específicamente, Jesús define que los verdaderos discípulos se identifican por su fruto en Lucas 14: 25- 33. Comencemos leyendo el verso 25:
“Grandes multitudes iban con Él, y volviéndose les decía…”
¿Estaba Jesús satisfecho porque grandes multitudes “iban” con Él? ¿Había alcanzado su meta ahora que había tenido éxito en tener una congregación grande?
No, Jesús no estaba satisfecho con las grandes multitudes que le seguían, escuchaban sus sermones, miraban sus milagros y a veces comían Su comida. Jesús está buscando a personas que amen a Dios con todo su corazón, mente, alma y fuerzas. Él quiere gente que obedezca sus mandamientos. Él quiere discípulos. Por esto, Él les dijo a las multitudes que le seguían:
“Si alguno viene a Mí, y no aborrece a su padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo”. (Lucas 14:26).
No puede haber ningún error en cuanto a esto: Jesús expresó un requisito para ser su discípulo. ¿Pero sus discípulos realmente deben de aborrecer a las personas que naturalmente aman? Esto parece difícil, pues la Escritura nos manda a honrar a nuestros padres y a amar a nuestras esposas e hijos.
Jesús tuvo que haber hablado en hipérbole, esto es, una exageración con el propósito de enfatizar algo. Sin embargo, como mínimo, quiso decir esto: Si somos sus discípulos, tenemos que amarlo a Él supremamente, mucho más que a la gente que más amamos naturalmente. Esta expectativa de Jesús es ciertamente razonable, pues Él es Dios, a quien debemos amar con todo nuestro corazón, mente, alma, y fuerzas.
No olvides, el trabajo del ministro es hacer discípulos, lo que quiere decir, que los ministros deben formar la clase de personas que amen a Jesús supremamente, que lo amen más que a sus cónyuges, hijos y padres. Sería bueno que cada ministro que está leyendo esto se pregunte, “¿estoy teniendo éxito en producir gente como ésta?
¿Cómo podemos saber si alguien ama a Jesús? Jesús nos dijo en Juan 14: 21: “si me amas, guardarás mis mandamientos”. Así que sería ciertamente razonable concluir que la gente que ama a Jesús más que a sus cónyuges, hijos y padres, también guardará sus mandamientos. Los discípulos de Jesús obedecen sus mandamientos.