La meta de un ministro de hacer discípulos debe dar forma a cada cosa que hace en su ministerio. Continuamente él debe preguntarse, “¿cómo contribuye lo que hago a hacer discípulos que obedezcan los mandamientos de Jesús?”. Esta simple pregunta, si se hiciera honestamente, eliminaría mucho de lo que se hace bajo el estandarte de la actividad cristiana.
Consideremos el ministerio del pastor/anciano/superintendente,[1] una persona cuyo ministerio la coloca en una iglesia específica. Si esta persona va a formar discípulos que obedezcan los mandamientos de Jesús, ¿cuál debería ser una de sus primeras responsabilidades? Naturalmente, se piensa en la enseñanza. Jesús dijo que los discípulos se hacen por medio de la enseñanza (ver Mateo 28:19-20). Un requisito para un pastor/anciano/superintendente es que sea “apto para enseñar” (1 Timoteo 3:2). Los que “trabajan duro en predicar y enseñar” deben “ser dignos de doble honor” (1Timoteo 5:17).
Por lo tanto, el pastor debe evaluar cada sermón preguntándose, “¿en qué forma este sermón me ayuda en la tarea de hacer discípulos?”
¿Es la responsabilidad de la enseñanza del pastor completa, basándose solamente en su sermón dominical o en aquel de media semana? Si él piensa así, está pasando por alto el hecho de que la escritura indica que la responsabilidad de la enseñanza se completa ante todo con la vida que él viva y el ejemplo que de. Su ministerio de enseñanza pública es un complemento del ejemplo de la enseñanza que nos da su vida diaria. Es por esto que los requisitos para ancianos/pastores/superintendentes tienen mucho más que ver con el carácter y el estilo de vida de la persona, que con sus habilidades de comunicación verbal. De quince requisitos para los obispos anotados en 1 Timoteo 3:1-7, catorce se relacionan con el carácter y sólo uno con la habilidad de enseñar. De los dieciocho requisitos mencionados para los ancianos en Tito 1:5-9, diecisiete están relacionados con el carácter y uno con la habilidad de enseñar. Pablo primeramente le recuerda a Timoteo, “Se ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Timoteo 4:12, énfasis agregado). Él dijo después, “Entre tanto que voy, ocúpate de la lectura, la exhortación y la enseñanza” (1 Timoteo 4:13). Es por esto que el ejemplo del carácter de Timoteo fue mencionado antes que su ministerio de enseñanza pública, subrayando su gran importancia.
En una forma similar a esto, Pedro escribió:
“Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo, anciano también con ellos y testigo de los padecimientos de Cristo que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto, no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.” (1 Pedro 5: 1-3, énfasis agregado).
¿Quién nos inspira a negarnos a nosotros mismos y a obedecer a Cristo? ¿Aquellos cuyos sermones admiramos, o aquellos cuyas vidas admiramos? Los pastores con un estilo suave y sin compromiso no inspiran a nadie a llevar su cruz. Si tales pastores predican ocasionalmente un mensaje de compromiso con Cristo, han de predicar con simples generalidades, porque de otra forma su audiencia cuestionaría su sinceridad. La mayoría de los grandes líderes cristianos del pasado no son recordados por sus sermones, sino por sus sacrificios. Su ejemplo nos inspira, aún cuando ya se han ido.
Si un pastor no está dando un ejemplo de obediencia como un verdadero discípulo de Jesús, él está perdiendo su tiempo con sus sermones. Pastor, tu ejemplo habla diez veces más alto que tus sermones. ¿Estás inspirando a la gente a negarse a ellos mismos y a seguir a Cristo, negándote a ti mismo y siendo seguidor de Cristo?
¿Pero cómo puede un pastor, con el ejemplo de su estilo de vida, enseñarle a su congregación, si solamente le conocen como el orador del domingo en la mañana? Lo más cercano que pueden ver de su estilo de vida, es un apretón de manos de cinco segundos cuando salen de la iglesia. Tal vez hay algo que no está del todo bien en el modelo del pastor moderno.
[1] Parece bastante claro que un pastor (La palabra griega es poimain, que significa pastor de ovejas) es equivalente a un anciano (en griego presbuteros), y también es equivalente a un superintendente u obispo en griego episkopos, traducido obispo en la versión reina Valera) , Pablo por ejemplo, instruyó a los ancianos (presbuteros) de Éfeso quienes habían dicho que el Espíritu Santo les había hecho obispos (episkopos) , para pastorear (en griego poimaino ) el rebaño de Dios. Él también usó el término ancianos (presbuteros) y obispos (episkopos) sinónimamente en Tito 1:5-7. Pedro también exhortó a los ancianos (presbuteros) a pastorear (poimaino) el rebaño (ver 1 Pedro 5:1-2). la idea de que un obispo (traducción de la versión reina Valera para episkopos), está en una posición más alta que la de un pastor o anciano y que vela por numerosas iglesias, es un invento del hombre.