Las iglesias con servicios modernos que copian el modelo estadounidense, se espera que tengan, como mínimo, bastante espacio dividido para proveer lugar para los diferentes ministerios de todas las edades. Sin embargo en la iglesia primitiva, no se escuchaba de ministerios especiales para hombres, mujeres y niños de todas las edades. La iglesia era unida en todo sentido, no fragmentada en todo sentido. La familia se mantenía junta y la responsabilidad espiritual de los padres era reforzada por la estructura de la iglesia en vez de desgastada como sucede bajo la estructura de la iglesia moderna.
¿Ayuda un edificio de iglesia a hacer discípulos o a obstaculizar el desarrollo de éstos? Históricamente, a través de los siglos el hacer discípulos ha sido más exitoso sin estas construcciones, por muchas buenas razones.
Reunirse en las casas como lo hizo la iglesia primitiva en los primeros trescientos años, en donde una comida con gozo, la enseñanza, los cantos y los dones espirituales se compartían probablemente de tres a cinco horas, proveía el ambiente necesario para un genuino crecimiento espiritual de los creyentes. Los miembros del cuerpo de Cristo se sentían como participantes cuando se sentaban uno frente al otro, al contrario de la iglesia moderna donde los miembros se sienten como espectadores en un teatro, sentados y mirando la espalda del que esta al frente, mientras tratan de no perderse el espectáculo en el escenario. La atmósfera casual, con una cena sencilla les llevaba a la transparencia, a una relación de auténtico cuidado y a un verdadero compañerismo, lo cual no se compara con el “compañerismo” moderno, que es prácticamente un saludo de manos con completos extraños que se sientan en la siguiente banca cada vez que el pastor sugiere que se haga.
Las enseñanzas eran más bien sesiones de preguntas y respuestas y discusiones abiertas, en vez de charlas dadas por aquellos que usaban singulares vestimentas, hablaban con voces teatrales y se colocaban muy por encima de una audiencia atenta (pero a menudo aburrida). Los pastores no preparaban “un solo sermón semanalmente”. Cualquiera (incluyendo ciertamente ancianos/pastores/superintendentes) podía recibir una enseñanza que el Espíritu Santo le diera.
Cuando una casa se llenaba de gente, los ancianos no pensaban en obtener un edificio más grande, al contrario ellos sabían que tenían que dividir las reuniones en dos casas, y esto sucedía sólo conociendo la mente del Espíritu para saber donde sería la nueva reunión y quien podría ayudar y proveer la supervisión de ésta. Afortunadamente ellos no tenían que recolectar hojas de vida de extraños o de teóricos del crecimiento de las iglesias para escudriñar sus doctrinas; ellos ya tenían aspirantes a superintendentes alrededor de ellos, quienes tenían entrenamiento para su trabajo y que conocían los miembros de su futura y pequeña manada. Esta nueva iglesia en la casa tenía la oportunidad de alcanzar evangelísticamente una área nueva y demostrar a los no creyentes lo que los cristianos eran, personas que se amaban mutuamente. Podían invitar a los no creyentes a sus reuniones tan fácil como invitarlos a una cena.