La siguiente sección de mandamientos de Jesús a sus seguidores se refiere al pecado de juzgar y de buscar las faltas de otros:
“No juzguéis, para que no seáis juzgados, porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá. ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: “déjame sacar la paja de tu ojo” cuando tienes la viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Mateo 7: 1-5).
Aunque Jesús no habló directa o indirectamente de los escribas y fariseos en este pasaje, ellos ciertamente eran culpables de pecado bajo su consideración; ¡Jesús había encontrado faltas en ellos!
¿Qué fue exactamente lo que Jesús quería decir en su advertencia de no juzgar a los demás?
Primero, consideremos lo que Él no quiso decir. Él no dijo que no podíamos discernir y hacer determinaciones fundamentales acerca del carácter de la gente al observar sus acciones. Esto está bastante claro. Después de estos pasajes, Jesús le enseña a sus discípulos acerca de no arrojar sus perlas a los cerdos y de no dar lo que es santo a los perros (ver Mateo 7:6). Él ciertamente estaba hablando figurativamente de cierta clase de gente, refiriéndose a ellos como cerdos y perros, gente que no aprecia el valor de las cosas santas o “perlas” que se les ofrecen. Naturalmente no son salvos. Y ciertamente debemos juzgar si las personas son cerdos o perros, si es que vamos a obedecer este mandamiento.
Más adelante, Jesús les enseña a sus seguidores cómo juzgar a los falsos maestros “lobos con piel de oveja” (ver Mateo 7:15), al ver el resultado de sus frutos. Claramente, para obedecer las instrucciones de Jesús, debemos observar los estilos de vida de la gente y juzgar.
Similar a esto, Pablo le dijo a los Corintios:
“Más bien os escribí para que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, sea lujurioso, avaro, idólatra, maldiciente, borracho o ladrón; con el tal ni aún comáis” (1 Corintios 5:11).
Para obedecer esta instrucción se requiere que examinemos el estilo de vida de la gente y que hagamos juicios acerca de ellos basados en lo que observamos.
El apóstol Juan también nos dijo que nosotros podemos discernir fácilmente quién es de Dios y quién es del diablo. Al observar los estilos de vida de la gente, es obvio saber quién es salvo y quién no (ver 1 Juan 3:10).
Atendiendo a esta realidad, el discernir el carácter de las personas examinando sus acciones y luego juzgar si ellos son de Dios o del diablo, no necesariamente es juzgar a los demás, que es la advertencia que Jesús nos dio. Entonces, ¿qué fue lo que quería decir Jesús?
Nótese que Jesús estaba hablando acerca de encontrar faltas pequeñas, paja en el ojo, del hermano (note que Jesús usa la palabra hermano varias veces en este pasaje). Jesús no nos estaba advirtiendo acerca de juzgar a la gente que no es creyente, observando sus grandes faltas (tal y como Él nos va a instruir en el tema en este mismo sermón). Al contrario, éstas son instrucciones de cómo los cristianos deben de tratar a los cristianos. No deben buscarse las faltas pequeñas unos a otros, y esto generalmente pasa cuando nosotros no vemos nuestras propias faltas graves. En estos casos, esto es hipocresía. Como Jesús le dijo una vez a una audiencia de jueces hipócritas, “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (Juan 8:7).
El apóstol Santiago, cuya epístola es paralela al Sermón del Monte, análogamente escribe, “Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; el juez ya está delante de la puerta” (Santiago 5:9). Tal vez esto también nos ayuda a entender algo de lo que Jesús nos estaba advirtiendo: encontrar las faltas de los otros hermanos para después quejarse unos de otros. Éste es uno de los pecados más acentuados en la iglesia, y aquellos que son culpables de esto, están en un lugar muy peligroso donde pueden ser juzgados. Cuando hablamos en contra de otro creyente, descubriendo sus faltas ante otros, estamos violando la regla de oro, porque no queremos que otros creyentes se quejen de nosotros en nuestra ausencia.
Nosotros podemos con amor amonestar a un compañero creyente por su falta, pero sólo cuando lo podemos hacer sin hipocresía, seguros de no ser culpables (o más culpables) del mismo pecado de la persona que confrontamos. Sin embargo, esto sería una pérdida de tiempo si lo hacemos con un no creyente, lo que parece ser el objetivo del verso siguiente. Jesús dijo,
“No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen y se vuelvan y os despedacen” (Mateo 7:6).
De la misma manera, un proverbio dice, “No reprendas al escarnecedor, para que no te aborrezca; corrige al sabio, y te amará” (Proverbios 9:8). En otro tiempo, Jesús dijo a sus discípulos que se sacudieran el polvo de sus pies en protesta contra aquellos que rechazaban el evangelio. Los “perros” se reconocen por su falta de aprecio a la verdad, Dios no quiere que sus siervos pierdan su tiempo en tratar de alcanzar a esta gente, en tanto que a otros no se les ha dado la oportunidad de conocer el evangelio.