Antes de que hablemos de las palabras de Pablo acerca de que las mujeres debían guardar silencio en la iglesia y de su prohibición para enseñar a los hombres, consideremos una escritura que nos ayudará a hacer un balance en esto.
Cuando Jesús resucitó, un ángel le ordenó a por lo menos tres mujeres que instruyeran a los discípulos de Jesús. Estas mujeres recibieron la instrucción de comunicar a los discípulos que Jesús había resucitado y que se les aparecería a ellos en Galilea. Pero esto no es todo. Poco tiempo después, Jesús se apareció a las mismas mujeres y les ordenó que instruyeran a sus discípulos para que fueran a Galilea (ver Mateo 28:1-10; Marcos 16:17).
Primero, pienso que es importante el notar que Jesús se apareció primero a mujeres que a hombres. Segundo, si hubiera algo moral o fundamentalmente erróneo acerca de que las mujeres enseñaran a los hombres, uno podría pensar que Jesús no debió haberle dicho a mujeres que enseñaran a hombres acerca de su resurrección, una información para nada trivial, y una que Él pudo haber dado por sí mismo (y de hecho, después lo hizo). Nadie puede discutir este hecho: el Señor Jesús instruyó a mujeres a enseñar una verdad vital y a dar algunas instrucciones espirituales a algunos hombres.