El tema del divorcio y el segundo matrimonio con frecuencia es debatido entre los cristianos sinceros. Hay dos preguntas fundamentales que son la base de este debate: (1) Si existe esa posibilidad, ¿cuándo es permitido el divorcio ante los ojos de Dios? Y (2) Si existe esa posibilidad, ¿cuándo es permitido, ante los ojos de Dios, casarse por segunda vez? La mayoría de las denominaciones e iglesias independientes tienen una ley oficial en sus doctrinas acerca de lo que se permite y de lo que no se permite, basados en su interpretación particular de la Escritura. Debemos respetarlos a todos por sus convicciones y por seguir sus reglas, si estas interpretaciones están motivadas por su amor a Dios. Sin embargo, sería aún mejor si todas nuestras convicciones estuvieran basadas en la Escritura. El ministro que hace discípulos no querrá enseñar lo que se aleja de la intención de Dios, ni tampoco querrá poner cargas en sus discípulos que Dios nunca deseó para ellos. Ahora, con esta meta en nuestra mente, voy a mostrarles mi mejor interpretación de la Escritura acerca de este controversial tema. Luego, usted puede decidir si está de acuerdo conmigo o no.
Déjeme comenzar diciendo que como usted, yo también estoy afligido de ver como el divorcio es tan común hoy en día. Y lo que más me aflige es saber que muchos cristianos se están divorciando, incluyendo aquellos que están en el ministerio. Esto es una gran tragedia. Tenemos que hacer todo lo que podamos para prevenir que esto siga pasando, y la mejor solución para a el divorcio es el predicar el evangelio y llamar a la gente a un arrepentimiento. Cuando dos personas casadas han nacido de nuevo genuinamente y las dos son seguidoras de Cristo, nunca se divorciarán. El ministro que hace discípulos hará todo lo que pueda para fortalecer su matrimonio, sabiendo que su ejemplo es su método de enseñanza más influyente.
Debería también agregar que yo he estado felizmente casado por más de veinticinco años y nunca me había casado anteriormente. No me puedo imaginar divorciado. Así que no tengo razones para suavizar las difíciles escrituras sobre el divorcio para mi propio beneficio. Sin embargo, sí muestro mucha compasión por las personas divorciadas, sabiendo que yo mismo pude haber tomado una mala decisión cuando era más joven, casándome con otra persona, de la cual me hubiera visto dolorosamente tentado a divorciarme, o con alguien con menor tolerancia para mí que la gran mujer con quien me casé. En otras palabras, yo también pude haber terminado divorciado, pero por la gracia de Dios no es así. Yo pienso que la mayoría de la gente casada puede entender lo que yo estoy diciendo, y por esto no debemos tirar piedras a la gente que está divorciada. ¿Quiénes somos nosotros, que nos mantenemos casados por la misericordia de Dios, para condenar a los divorciados, sin tener idea de las cosas que tuvieron que pasar? Puede ser que Dios les considere más justos que a nosotros, pues Él sabe que nosotros, bajo las mismas circunstancias, quizá nos hubiéramos divorciado mucho más antes que ellos.
Los que contraen matrimonio no esperan terminar en divorcio, y creo que no hay nadie que odie más el divorcio que aquellos que lo han sufrido. Así que debemos ayudar a la gente que está casada, a permanecer casada, y ayudar a las personas divorciadas a encontrar la gracia que Dios tiene para ellas. En este espíritu seguiré escribiendo.
Haré lo mejor que pueda para permitir que la Escritura se interprete a sí misma. He notado que muchos versos en relación a este tema, han sido interpretados en una forma que contradice otras escrituras, lo que muestra que estos versos no se han entendido bien, por lo menos en parte.