Con todo el conocimiento acumulado hasta ahora, podemos entender mejor en contra de qué hablaba Jesús. Ante Él estaba un grupo de maestros religiosos hipócritas, de los cuales, muchos, si no todos, se habían divorciado una vez o más, probablemente debido a que ellos habían encontrado parejas más atractivas. (Pienso que no es coincidencia que las palabras de Jesús acerca del divorcio en el sermón del monte eran seguidas por sus advertencias acerca de la lujuria, a la que también identificó como una forma de adulterio). Pero ellos se justificaban a sí mismos, diciendo que guardaban la ley de Moisés.
Sus preguntas revelan su prejuicio. Ellos claramente creían que uno podía divorciarse de su esposa por cualquier razón. Jesús habló acerca del poco entendimiento de los fariseos sobre la intención de Dios para el matrimonio apelando a las palabras de Moisés en Génesis capítulo dos. Dios nunca tuvo la intención de que hubiera divorcios, mucho menos divorcios “por cualquier causa”, pero los líderes de Israel se divorciaban de sus esposas, de la misma manera que los adolescentes terminan con sus “novias” hoy en día.
Yo pienso que los fariseos ya conocían el pensamiento de Jesús acerca del divorcio, pues Él había expuesto su punto de vista anteriormente, así pues ya estaban listos para objetarle: “¿Por qué, pues, mandó Moisés darle carta de divorcio y repudiarla?” (Mateo 19:7).
Esta pregunta revela nuevamente su parcialidad en el asunto. Está expuesta de tal forma que pareciera como si Moisés les había ordenado a los hombres que se divorciaran de sus esposas cuando ellos descubrieran alguna “indecencia”, y esto requería un certificado apropiado de divorcio. Pero, según lo que leemos en Deuteronomio 24:1-4, esto no era lo que Moisés había dicho. Él sólo estaba dando una regulación acerca del tercer matrimonio de las mujeres, prohibiéndoles casarse con su primer marido.
Desde que Moisés mencionó el divorcio, este tuvo que haber sido permitido por alguna razón. Pero note cómo el uso que Jesús da en su respuesta al verbo permitió, contrasta con la palabra que escogieron los fariseos, ordenó. Moisés permitió el divorcio; él nunca lo ordenó. La razón por la que Moisés permitió el divorcio fue debido a la dureza del corazón de los israelitas. Esto es, Dios permitió el divorcio como una concesión misericordiosa hacia los pecados de las personas. Él sabía que la gente sería infiel a sus parejas. Él sabía que existirían inmoralidades. Él sabía que el corazón de las personas iba a ser herido. Así que Él permitió el divorcio. Esa no fue la intención original de Dios, pero el pecado hizo necesaria dicha concesión.
A continuación, Jesús habló acerca de la ley de Dios a los fariseos, tal vez definiendo lo que Moisés quiso decir con la “indecencia”: “Cualquiera que repudie a su mujer, salvo por causa de inmoralidad, y se casa con otra, adultera” (Mateo 19:9, énfasis agregado). A los ojos de Dios, la inmoralidad era la única razón válida para que un hombre se divorciara de su esposa, y eso se puede entender. ¿Qué podría hacer un hombre o una mujer que pueda ser más ofensivo para su pareja? Cuando alguien comete adulterio o tiene un romance, él o ella envían un mensaje cruel. Jesús ciertamente no se refería sólo al adulterio cuando se refirió a la palabra “inmoralidad”. Con seguridad los besos apasionados y caricias a la pareja de alguien más, son una inmoralidad ofensiva, como lo es la práctica de ver pornografía, y otras perversiones sexuales. Recuerde que Jesús comparó la lujuria con el adulterio durante el sermón del monte.
No olvidemos a quien se dirigía Jesús, a los fariseos que se divorciaban de sus parejas por cualquier causa y se casaban de nuevo rápidamente, pero que nunca cometerían adulterio, no fuera a ser que quebrantaran el sétimo mandamiento. Jesús les estaba diciendo que ellos se estaban engañando a sí mismos. Lo que estaban haciendo no difería del adulterio, y esto tiene un sentido perfecto. Cualquiera que sea honesto puede ver que un hombre que se divorcia de su mujer para poder casarse con otra, está haciendo lo que cualquier adúltero hace, pero bajo el pretexto de una ley.