Jesús, Moisés y Pablo claramente están de acuerdo en que el divorcio es una indicación de pecado en uno de los esposos o en los dos. Todos están en contra del divorcio en general. Pero aquí está nuestro problema: ¿Cómo podemos armonizar lo que Pablo y Moisés dijeron acerca de casarse de nuevo con lo que Jesús dijo sobre ese mismo asunto? Ciertamente debemos esperar que todo lo que ellos dicen debe concordar pues todos ellos fueron inspirados por Dios para decir lo que dijeron.
Examinemos claramente lo que Jesús dijo y a quien se dirigía cuando habló. Dos veces en el evangelio de Mateo encontramos a Jesús hablando acerca del tema del divorcio y el nuevo matrimonio, una vez durante su sermón del monte y otra vez cuando Él hablaba con unos fariseos. Comencemos con la conversación de Jesús con estos fariseos:
“Entonces se le acercaron los fariseos, tentándolo y diciéndole: ¿Está permitido al hombre repudiar a su mujer por cualquier cosa? Él respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, “hombre y mujer los hizo”, y dijo: “Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó no lo separe el hombre. Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés darle carta de divorcio y repudiarla? Él les dijo: por la dureza de vuestro corazón, Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” (Mateo 19:3-9).
Durante esta conversación con Jesús, los fariseos se referían a una porción de la ley Mosaica de la que hablé antes, Deuteronomio 24:1-4. Ahí se escribe, “Cuando alguien toma una mujer y se casa con ella, si no le agrada por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, se la entregará en la mano y la despedirá” (Deuteronomio 24:1, énfasis agregado).
En los días de Jesús, había dos escuelas de pensamiento en cuanto a lo que era “indecente”. Unos veinte años atrás, un rabino llamado Hillel enseñó que la indecencia era una diferencia irreconciliable. En el tiempo en que Jesús tuvo su debate con los fariseos, la interpretación de Hillel era aún más liberal, permitiendo el divorcio por cualquier causa, como la pregunta de los fariseos a Jesús lo indica. Uno podía divorciarse de su esposa si a ella se le quemaba la cena, ponía mucha sal en la comida, exponía sus rodillas en público al tejer, se dejaba el pelo suelto, hablaba con otro hombre, decía algo grosero de su suegra, o era infértil. Un hombre podía divorciarse de su esposa aun si encontraba a una mujer más atractiva, pues esto hacía a su esposa “indecente”.
Otro famoso rabino, Shammai, quien vivió antes que Hillel, enseñó que la “indecencia” era solamente algo muy inmoral, como el adulterio. Como se puede ver, entre los fariseos en los días de Jesús, la interpretación liberal de Hillel era mucho más popular que la interpretación de Shammai. Los fariseos vivían y enseñaban que el divorcio era legal por cualquier causa, y por esto el divorcio era excesivamente frecuente. Los fariseos, en su típica forma de ser, enfatizaban la importancia de darle a su esposa un certificado de divorcio con el fin de “no romper la ley de Moisés”.