El hecho de que Pablo aprobara una política permisiva sobre casarse de nuevo, no implica que Pablo era tolerante en lo que se refería al divorcio. No, Pablo se oponía claramente al divorcio en general. Anteriormente, en este mismo capítulo de su primera carta a los corintios, él estableció una ley que armoniza con el odio que Dios le tiene al divorcio:
“A los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor, que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer. A los demás yo digo, no el Señor, que si algún hermano tiene una mujer que no es creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no es creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido no creyente es santificado por la mujer; y la mujer no creyente, por el marido. De otra manera vuestros hijos serían impuros, mientras que ahora son santos. Pero si el no creyente se separa, sepárese, pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a vivir en paz Dios nos llamó. ¿Qué sabes tú, mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, marido, si quizá harás salva a tu mujer? Pero cada uno viva según los dones que el Señor le repartió y según era cuando Dios lo llamó: esto ordeno en todas las iglesias” (1 Corintios 7:10-17).
Nótese primeramente que Pablo se dirigió a los creyentes que estaban casados con otros creyentes. Por supuesto que ellos no deberían divorciarse y Pablo dijo que ésta no era su instrucción, sino la del Señor. Y ciertamente esto está de acuerdo con todo lo que hemos leído de la Biblia hasta ahora.
Aquí es donde esto se pone interesante. Pablo obviamente conocía la realidad lo suficiente como para darse cuenta que aun los cristianos podían divorciarse en ciertos casos. Si esto ocurre, Pablo dijo que la persona que se divorcia de su pareja debería permanecer sin casarse o reconciliarse con su cónyuge. (Aunque Pablo le da estas instrucciones a las esposas, yo pienso que las mismas reglas aplicaban para los hombres).
Otra vez, lo que Pablo escribe no debe sorprendernos. Primeramente, él habla de la ley de Dios acerca del divorcio, pero él es lo suficientemente inteligente para saber que la ley de Dios no es siempre obedecida. Así que, cuando el pecado del divorcio ocurre entre los creyentes, él da más instrucciones. La persona que se divorcia de su cónyuge debe permanecer soltera o, en su defecto, debe reconciliarse con su pareja. Esto ciertamente sería lo mejor en una situación de divorcio entre dos cristianos. En tanto no se casen de nuevo, todavía hay esperanza de una reconciliación, y esto sería lo mejor. Por supuesto, que si alguno de los dos se casa de nuevo, esto elimina la posibilidad de una reconciliación. (Y obviamente, si hubieran cometido un pecado imperdonable al divorciarse, no existiría razón para que Pablo les dijera que se quedaran solteros y buscaran la reconciliación).
¿Supone usted que Pablo era lo suficientemente inteligente para saber que su instrucción para los creyentes divorciados no iba a ser obedecida siempre? Así pienso yo. Quizás él no dio más instrucciones a los creyentes porque esperaba que los verdaderos creyentes siguieran su primera instrucción acerca de no divorciarse, y por eso sólo en casos extremos se necesitaba su segunda instrucción. Ciertamente, si los verdaderos seguidores de Cristo tienen problemas maritales, harán todo lo que esté a su alcance para preservar sus matrimonios. Y, con seguridad, un creyente que ha tratado de mantener su matrimonio varias veces y sólo encuentra la alternativa del divorcio, tratará de no casarse otra vez debido a su deseo de honrar a Cristo y buscará la reconciliación si aún hay esperanza. Me parece que el problema real en la iglesia moderna en cuanto al divorcio es que hay una gran cantidad de creyentes falsos que nunca han creído verdaderamente, lo cual les ha impedido someterse a Dios.
Está bastante claro lo que Pablo escribe en 1 Corintios 7 acerca de que Dios tiene expectativas más altas de los creyentes, de aquellos que son guiados por el Espíritu Santo, no así de los inconversos. Pablo escribió, como lo leímos, que los creyentes no deberían divorciarse de sus parejas no creyentes si estas parejas consienten en vivir con ellos. Una vez más, esto no debe sorprendernos, pues está de acuerdo con todo lo que hemos leído acerca de este tema en la Escritura. Dios está en contra del divorcio. Sin embargo, Pablo dice que si el inconverso desea divorciarse, el creyente debe aceptarlo. Pablo sabe que el que no es creyente no está sometido a Dios y por esto no se espera que actúe como un creyente. Podría agregar que cuando el inconverso consiente en vivir con el creyente, significa dos cosas: que el inconverso es potencialmente abierto al evangelio, o que el creyente no es genuino y se está alejando de los caminos de Cristo.
Ahora, ¿podría usted decir que un creyente, que se ha divorciado de un no creyente, no es libre de casarse otra vez? Pablo nunca dijo tal cosa, como sí lo hizo en el caso de que dos creyentes se divorciaran. Tendríamos que preguntarnos por qué Dios se opondría a que un creyente se casara de nuevo al haberse divorciado de su pareja no creyente. ¿Qué propósito tendría eso? Ahora, esto parece estar aparentemente en contra de lo que Jesús dijo acerca de casarse de nuevo: “el que se casa con la repudiada, comete adulterio” (Mateo 5:32). Otra vez, esto me hace sospechar que hemos malinterpretado lo que Jesús deseaba comunicar.