“Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe y que recompensa a los que lo buscan” (Hebreos 11:6).
Como creyentes, nuestra fe está fundada en la existencia de Dios y en la convicción de que Él da un trato diferente a la gente que le busca. Tan pronto como nosotros creemos verdaderamente estas dos cosas, empezamos a complacer a Dios, porque de inmediato comenzamos a buscarle. El buscar a Dios implica (1) aprender su voluntad, (2) obedecerle y (3) confiar en sus promesas. Estas tres nociones deben ser parte de nuestro diario caminar.
Este capítulo se centra en nuestro camino de fe. Desafortunadamente, muchos han distorsionado la fe hasta llegar a extremos no bíblicos, particularmente en materia de prosperidad material. Por esta razón, algunos no quieren hablar acerca de este tema. Pero, el hecho de que algunos se ahoguen en un río, no significa que no debamos tomar agua. Podemos mantener un balance de acuerdo a la Escritura. La Biblia contiene lo suficiente para enseñar sobre este tema y Dios quiere que ejercitemos nuestra fe en sus muchas promesas.
Jesús fue un ejemplo de alguien que tuvo fe en Dios y esperaba que sus discípulos siguieran su ejemplo. De la misma manera, el ministro formador de discípulos debe dar un ejemplo de su confianza en Dios y debe enseñar a sus discípulos a creer en las promesas de Dios. Esto es de vital importancia. No sólo es imposible complacer a Dios sin fe, sino que, sin fe, es imposible recibir la respuesta a nuestras oraciones (ver Mateo 21:22; Santiago1:5-8). La Escritura claramente nos enseña que los que dudan no reciben las bendiciones que sí reciben los creyentes, Jesús dijo,” Al que cree todo le es posible” (Marcos 9:23).