En el Nuevo Testamento, Jesús habló acerca de una condición que se aplica cada vez que oramos para pedir algo:
“Tened fe en Dios. De cierto os digo que cualquiera que diga a este monte: quítate y arrójate al mar”, y no duda en su corazón, sino que cree que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidáis orando, creed que lo recibiréis y os vendrá” (Marcos 11:22-24, énfasis agregado).
La condición de la que Jesús habló es creer que hemos recibido cuando oramos por algo. Muchos cristianos tratan de ejercitar la fe al creer que ya recibieron cuando ellos ven la respuesta a su oración. Ellos creen que ellos van a recibir y no que ya recibieron.
Cuando le pedimos a Dios algo que nos ha prometido, debemos creer que recibimos la respuesta cuando oramos y debemos empezar a agradecerle a Dios por la respuesta en ese momento. Debemos creer que tenemos la respuesta antes de que la veamos y no después de que la veamos. Deberíamos, además, hacer nuestras peticiones con acción de gracias, como Pablo escribió:
“Por nada estéis angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6).
Como lo dije previamente, si tenemos fe en nuestros corazones, naturalmente nuestras palabras y nuestras acciones corresponderán con lo que creemos. Jesús dijo, “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34).
Algunos cristianos cometen el error de pedir repetidamente la misma cosa, lo cual revela que aún no han creído que lo hayan recibido. Si creemos que hemos recibido respuesta cuando oramos, entonces no hay necesidad de repetir la misma petición. El pedir repetidamente las mismas cosas es dudar de que Dios nos escucha desde la primera vez que pedimos.