Por supuesto que Jesús hizo la misma petición tres veces cuando estaba orando en Getsemaní (ver Mateo 26:39-44). Pero debemos recordar que Él no estaba orando en fe de acuerdo con la voluntad de Dios revelada. De hecho, cuando Él oró tres veces para no ir a la cruz, Él sabía que su petición era contraria a la voluntad de Dios. Por esto se sometió a la voluntad del Padre tres veces en la misma oración.
Esta misma oración de Jesús se usa con frecuencia erróneamente como un modelo de oración, pues algunos enseñan que nosotros siempre tenemos que finalizar con las palabras “Si es tu voluntad” o “que nunca se haga mi voluntad sino la tuya”, siguiendo el ejemplo de Jesús.
De nuevo, tenemos que recordar que Jesús estaba haciendo una petición que sabía que no era la voluntad de Dios. El seguir su ejemplo cuando estamos orando de acuerdo a la voluntad de Dios sería un error y demostraríamos nuestra falta de fe. Por ejemplo, al orar, “Señor te confieso mi pecado y te pido que me perdones si es tu voluntad”, implicaría que puede que la voluntad de Dios no sea perdonar nuestro pecado. Por supuesto que sabemos que la Biblia promete que Dios perdona nuestros pecados cuando los confesamos (ver 1 Juan 1:9). Por esto, tal oración revelaría nuestra falta de fe en la voluntad revelada de Dios.
Jesús no terminó cada oración con las palabras “nunca se haga mi voluntad sino la tuya”. Sólo hay un ejemplo en el cual Él oró de esa forma, y fue cuando estaba sometiéndose a la voluntad de su Padre, sabiendo lo que iba a sufrir debido a eso.
Por otro lado, si no conocemos la voluntad de Dios en determinada situación, debido a que Dios no lo ha revelado, entonces es apropiado terminar nuestra oración con las palabras “si es tu voluntad”. Santiago escribió,
“¡Vamos ahora!, los que decís:” Hoy y mañana iremos a tal ciudad, estaremos allá un año, negociaremos y ganaremos”, cuando no sabéis lo que será mañana. Pues ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello”. Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala” (Santiago 4:13-16).
¿Qué debemos hacer cuando hemos expuesto nuestra petición a Dios basados en una promesa divina y sabemos que reunimos todas las condiciones para esa promesa? Agradeceremos continuamente a Dios por la respuesta en la que hemos creído, hasta que ésta realmente ocurra. Es a través de la fe y con paciencia que heredaremos las promesas de Dios (Hebreos 6:12). Satanás con seguridad tratará de atacarnos enviando dudas, y debemos saber que nuestra mente es el campo de batalla. Cuando los pensamientos de duda atacan nuestra mente, simplemente tenemos que reemplazar esos pensamientos por pensamientos acerca de las promesas de Dios y hablar la Palabra de Dios con fe. Si lo hacemos, Satanás se alejará (ver Santiago 4:7; 1 Pedro 5:8-9).