Uno de los clásicos ejemplos bíblicos de fe en acción es la historia de Pedro caminando sobre el agua. Leamos su historia y veamos qué podemos aprender de ella.
“En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de Él a la otra ribera, entre tanto que Él despedía a la multitud. Después de despedir a la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí sólo. Ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas, porque el viento era contrario. Pero a la cuarta vigilia de la noche, Jesús fue a ellos andando sobre el mar. Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡un fantasma! Y gritaron de miedo. Pero enseguida Jesús les habló diciendo: ¡Tened ánimo! Soy yo, no temáis. Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y Él dijo: ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? En cuanto ellos subieron a la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca se acercaron y lo adoraron, diciendo: Verdaderamente eres hijo de Dios” (Mateo 14:22-33).
Es interesante que los discípulos de Jesús habían estado, tiempo antes, en otra violenta tormenta en una barca en el mar de Galilea (ver Mateo 8:23-27). Durante ese incidente, Jesús estaba con ellos y, después de que Él calmó la tempestad, exhortó a sus discípulos por su falta de fe. Antes de que se embarcaran en su viaje, Jesús les había dicho que era su voluntad que fueran al otro lado del lago (ver Marcos 4:35). Sin embargo, cuando la tormenta se levantó, ellos se preocuparon tanto por las circunstancias hasta el punto de pensar que iban a morir. Cuando menos, Jesús esperaba que no tuvieran miedo.
Sin embargo, en esta ocasión Jesús los envió solos a través del mar de Galilea. Con seguridad, Él fue dirigido por el Espíritu para hacer eso. Además, Dios sabía que un viento contrario se levantaría esa noche. De este modo, Él les permitió enfrentar un pequeño reto a su fe. Debido a esos vientos contrarios, lo que normalmente hubiera tomado sólo unas cuantas horas, les tomó toda la noche. Podemos darles crédito a los discípulos por su fortaleza, pero nos podemos preguntar si alguno de ellos intentó tener fe para que el viento se calmara, algo que ellos habían visto a Jesús hacer unos días atrás. Curiosamente, el evangelio de Marcos reporta que cuando Jesús vino a ellos caminando sobre las aguas, “quería adelantárseles” (Marcos 6:48). Él quería que ellos enfrentaran los problemas por sí solos, mientras caminaba milagrosamente por las aguas. Esto parece indicar que ellos no estaban orando o buscando a Dios. Me pregunto cuantas veces el gran hacedor de milagros camina al lado nuestro, en tanto que nosotros nos fatigamos con los remos de la vida en contra de los vientos de nuestras adversidades.