Jesús respondió al reto de Pedro con una sola palabra: “ven”. Si Pedro hubiera intentado caminar sobre el agua antes de esa palabra, se hubiera hundido inmediatamente, pues no hubiera tenido ninguna promesa sobre la cual basar su fe. Él hubiera salido del bote presumiendo y no caminando por fe. De la misma manera, después de que Jesús habló su palabra, si alguno de los otros discípulos hubiera tratado de caminar sobre las aguas, se hubiera hundido inmediatamente, pues Jesús le dio esta promesa sólo a Pedro. Ninguno de ellos podría haber cumplido con las condiciones de esta promesa, pues ninguno de ellos era Pedro. Del mismo modo, antes de que alguno de nosotros intente confiar en una promesa de Dios, debemos estar seguros de que esa promesa aplica a nuestra vida y de que cumplimos con las condiciones de esa promesa.
Pedro caminó sobre el agua. Éste fue el momento cuando él tuvo confianza, aunque no hay duda de que aquel que había estado gritando por temor al fantasma unos segundos antes, también experimentó incertidumbre cuando tomó su primer paso. Pero para recibir el milagro, tenía que actuar con fe. Si se hubiera agarrado del mástil del bote y hubiera sumergido el dedo del pie para ver si el agua soportaría su peso, nunca hubiera experimentado el milagro. Asimismo, antes de que recibamos cualquier milagro, debemos confiar en la promesa de Dios en determinado tiempo y luego actuar en lo que creemos. Siempre hay un tiempo en que nuestra fe es probada. A veces el tiempo es corto y a veces es largo. Pero también habrá un tiempo cuando tengamos que dejar atrás lo que nos dicen nuestros sentidos y actuar sobre la palabra de Dios.
Pedro progresó bien al principio. Pero cuando consideró la imposibilidad de lo que estaba haciendo, viendo el viento y las olas, tuvo miedo. Talvez dejó de caminar, temeroso de dar otro paso. Y él, que estaba experimentando un milagro empezó a hundirse. Debemos continuar en fe una vez que hemos comenzado, obrando en fe. Debemos seguir adelante.
Pedro falló porque dudó. A la gente con frecuencia no le gusta culparse por su falta de fe. Más bien preferirían culpar a Dios. Pero ¿cómo cree que Jesús hubiera reaccionado si Pedro, cuando estaba a salvo en el bote de nuevo, hubiera dicho a los otros discípulos que era la voluntad de Dios que él diera sólo unos pasos hacia Jesús?
Pedro falló porque tuvo miedo y perdió su fe. Estos son hechos verdaderos. Jesús no lo condenó, sino que inmediatamente le tendió la mano para que se sujetara de algo y luego le cuestionó sobre el por qué había dudado. Pedro no tenía ninguna buena razón para dudar, porque la palabra del Hijo de Dios es más segura que cualquier cosa. Ninguno de nosotros tiene una buena razón para dudar de la Palabra de Dios, preocuparse o tener miedo.
La Escritura está llena de victorias que fueron resultado de la fe y fracasos que fueron resultado de la duda. Josué y Caleb poseyeron la tierra prometida debido a su fe, en tanto que la mayoría de sus compañeros murieron en el desierto, debido a sus dudas (ver Números 14:26-30). Cuando los discípulos de Jesús predicaban el evangelio de dos en dos, experimentaron milagros, pues todas sus necesidades fueron cubiertas (ver Lucas 22:35), pero en una oportunidad, por su incredulidad, fallaron en sacar a un demonio (ver Mateo 17:19-20). Muchos recibieron milagros de sanidad durante el ministerio de Jesús, mientras que la mayoría de los enfermos en Nazaret siguieron cargando con su enfermedad porque no creyeron (ver Marcos 6:5-6).
Como todos ellos, yo también he experimentado el éxito y el fracaso de acuerdo a mi fe y a mis dudas. Pero no me afligiré por mis fracasos, ni culparé a Dios por ello. No voy a justificarme a mi mismo condenando a Dios. No voy a buscar una difícil explicación teológica que reinvente la verdadera voluntad de Dios. Sé que es imposible que Dios mienta. Así que cuando he fallado, me arrepiento por no haber creído y empiezo a caminar sobre las aguas otra vez. He notado que Jesús siempre me perdona y me rescata para no hundirme.
El veredicto está dado: ¡Los creyentes son bendecidos; los que dudan no! El ministro que hace discípulos seguirá el ejemplo de Jesús. Él está lleno de fe y amonesta a sus discípulos diciéndoles, “Tened fe en Dios” (Marcos 11:22).