Estos siete casos finales son gente que aparentemente fueron sanados a través de los dones de sanidad. Sin embargo, en los primeros tres casos la obediencia a una orden específica de Jesús era requisito para que la persona pudiera ser sanada. En ninguno de estos casos Jesús le dijo a la gente que había sanado que no hablara acerca de su sanidad. Y en ninguno de estos casos las personas buscaron a Jesús.
15. El hombre de la mano seca: Mateo 12:9-13; Marcos 3:1-5; Lucas 6:6-10 “Levántate…. Extiende tu mano”.
16. El Hombre en el estanque de Betesda: Juan 5:2-9 “levántate toma tu camilla y anda”
17. El hombre ciego de nacimiento: Juan 9:1-38 “ve a lavarte en el estanque de Siloé”
18. La suegra de Pedro: Mateo 8:14-15; Marcos 1:30-31; Lucas 4:38-39
19. la mujer encorvada: Lucas 13:11-16
20. el hombre hidrópico: Lucas 14:2-4
21. El siervo del sumo sacerdote: Lucas 22:50-51
Note que en todos lo veintiún ejemplos anteriores, no existe ningún caso de un adulto siendo sanado sólo por la fe de otro adulto. En cada caso cuando alguien era sanado por la fe de otra persona, era siempre un niño siendo sanado por la fe de sus padres (ver ejemplos 1, 3, 8, 13 y 14).
Las únicas posibles excepciones podrían ser los ejemplos 1 y 2, el siervo del Centurión y el paralítico. En el caso del siervo del centurión, la palabra griega traducida como siervo es la palabra pais, la que también se traduce como muchacho, como está en Mateo 17:18: “el cual salió del muchacho y este quedó sano” (énfasis agregado).
Si realmente era el siervo del centurión y no su hijo, su siervo debió haber sido muy joven. Por lo tanto, el centurión era responsable del muchacho como su guardián legal y pudo ejercer fe para su sanidad como cualquier padre lo hubiera hecho con su hijo.
En el caso del paralítico, note que el paralítico también tenía fe, de otro modo no hubiera permitido a sus amigos que lo cargaran, por esto él no fue sano solamente por la fe de sus amigos.
Todo esto parece indicar que es improbable que la fe de un adulto pueda resultar en la sanidad de otro adulto enfermo si éste no tiene fe para su sanidad. Sí, un adulto puede orar en mutuo acuerdo con otro adulto que necesita sanidad, pero la incredulidad de la persona enferma puede potencialmente anular la fe del otro adulto.
Sin embargo, nuestros propios hijos, pueden ser sanados a través de nuestra fe, hasta cierta edad. Porque, eventualmente, alcanzarán una edad cuando Dios esperará que reciban de Él con su propia fe.
Le motivo a que estudie cuidadosamente cada ejemplo que he anotado anteriormente en su propia Biblia para que su fe sea fortalecida en la provisión de sanidad de nuestro Señor.