Los nueve dones del Espíritu han sido catalogados en los tiempos modernos en tres grupos: (1) Los dones de lenguas, los cuales son: diversos géneros de lenguas, la interpretación de lenguas y la profecía; (2) los dones de revelación, los cuales son: la palabra de sabiduría, la palabra de conocimiento, y el discernimiento de espíritus y (3) los dones de poder, que son: el hacer milagros, una fe sobrenatural y el don de sanidad. Tres de estos dones dicen algo; tres de estos dones revelan algo y tres de estos dones hacen algo. Todos estos dones fueron manifestados en el Antiguo Pacto con la excepción de varios géneros de lenguas y la interpretación de lenguas, los cuales se revelan con el Nuevo Pacto.
El Nuevo Testamento no ofrece ninguna instrucción concerniente al uso apropiado de los “dones de poder” y da muy poca instrucción acerca del uso apropiado de los “dones de revelación”. Sin embargo, Pablo da una buena cantidad de instrucciones tocante al uso apropiado de los “dones de lenguas” y hay, probablemente, doble razón para ello.
Primero, los dones de lenguas son aquellos que se presentan con más frecuencia en la iglesia, mientras que los dones de revelación se manifiestan con poca frecuencia y los dones de poder se manifiestan mucho menos. Por lo tanto, necesitaríamos más instrucción en lo referente a los dones que tienden a manifestarse con más frecuencia en las reuniones de la iglesia.
Segundo, los dones de lenguas parecen requerir un grado mayor de cooperación y por lo tanto, estos dones tienden a ser aquellos sobre los que no se tiene un control adecuado. Es mucho más fácil arruinar una profecía que arruinar un don de sanidad.