En ambas listas de los dones ministeriales del Nuevo Testamento, el oficio del apóstol está de primero, indicando que es el llamado más alto (ver Efesios 4:11; 1 Corintios 12:28).
Nadie comienza su ministerio como un apóstol. Una persona puede haber sido llamada para ser apóstol eventualmente, pero no comenzará en este oficio. Él primeramente deberá probar que es fiel durante un periodo de años en la predicación y la enseñanza, entonces, eventualmente, se encontrará en el oficio para el que Dios le ha preparado. Pablo fue llamado desde el vientre de su madre para ser un apóstol, pero estuvo muchos años en un ministerio a tiempo completo antes de que finalmente empezara su oficio (ver Gálatas 1:15-2:1). Él realmente se inició como maestro y profeta (ver Hechos 13:1-2), y después fue promovido para ser apóstol cuando fue enviado por el Espíritu Santo (ver Hechos 14:14).
Encontramos mención de otros apóstoles además de Pablo y los primeros doce en Hechos 1:15-26; 14:14; Romanos 16:7; 2 Corintios 8:23; Gálatas 1:17-19; Filipenses 2:25 y Tesalonicenses 1:1 y 2:6). (La palabra traducida como mensajero en 2 Corintios 8:23 y Filipenses 2:25 corresponde a la palabra griega apostolos). Esto desecha la teoría de que el oficio de apóstol sólo fue hecho para doce hombres.
Sin embargo, sólo doce apóstoles se pueden clasificar como “apóstoles del Cordero” y sólo estos doce tendrán un lugar especial en el reino milenial de Cristo (ver Mateo 19:28; Apocalipsis 21:14). Ya no necesitamos apóstoles como Pedro, Santiago o Juan que fueron inspirados para escribir la Escritura, porque la revelación bíblica está completa. Sin embargo, todavía hoy necesitamos apóstoles que establezcan iglesias por el poder del Espíritu Santo, igual que Pablo y los otros lo hicieron, como se describe en el libro de los Hechos.