El profeta es alguien que recibe una revelación sobrenatural y habla con una inspiración divina. Naturalmente, con frecuencia es usado con el don de profecía igual que con los dones de revelación: palabra de sabiduría, palabra de conocimiento, y discernimiento de espíritus.
Todo creyente puede ser usado por Dios con el don de profecía por la voluntad del Espíritu, pero esto no lo convierte en un profeta. Un profeta es, primero que todo, un ministro que puede predicar y enseñar con unción. Debido a que los profetas parecen ser los segundos en la lista (ver el orden dado en 1 Corintios 12:28), aun un ministro a tiempo completo no puede ejercer el oficio de profeta hasta que él haya sido ministro por varios años. Si realmente ejerce este oficio, él cumplirá con las condiciones sobrenaturales que van con dicho oficio.
Dos hombres que se nombran como profetas en el Nuevo Testamento son Judas y Silas. Leemos en Hechos 15:32 que ellos dieron una larga profecía a la iglesia en Antioquía:
“Judas y Silas, que también eran profetas, consolaron y animaron a los hermanos con abundancia de palabras”.
Otro ejemplo del Nuevo Testamento es acerca del profeta Agabo. en Hechos 11:27-28 leemos:
“En aquellos días, unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sobrevino en tiempo de Claudio”.
Note que a Agabo le fue dada una palabra de sabiduría, algo acerca del futuro le había sido revelado a él. Por supuesto que Agabo no sabía todas las cosas que podrían pasar en el futuro, él solo sabía lo que el Espíritu Santo le revelaba.
En Hechos 21:10-11, hay otro ejemplo de una palabra de sabiduría operando a través del ministerio de Agabo. Esta vez le hablaba a una persona, Pablo:
“Mientras nosotros permanecíamos allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, se ató los pies y las manos y dijo: Esto dice el Espíritu Santo: “así atarán los judíos en Jerusalén al hombre de quien es este cinto, y lo entregarán en manos de los gentiles”.
¿Es bíblico bajo el Nuevo Pacto buscar dirección personal en los profetas? No. La razón se debe a que todos los creyentes tienen al Espíritu Santo dentro de ellos para que los guíe. El profeta sólo debe confirmar al creyente lo que a él ya le fue revelado por Dios en su propio espíritu. Por ejemplo, cuando Agabo le profetizó a Pablo, no le dio dirección de lo que se suponía que tenía que hacer; él sólo le confirmó a Pablo lo que él ya sabía desde hacía un tiempo.
Como lo dije previamente, Pablo fue partícipe del oficio de profeta (y de maestro) antes de que fuera llamado al oficio de apóstol (ver Hechos 13:1). Sabemos que Pablo recibió revelaciones del Señor de acuerdo con Gálatas 1:11-12, y también tenía muchas visiones (ver Hechos 9:1-9; 18:9-10; 22:17-21; 23:11; 2 Corintios 12:1-4).
Como sucede con los verdaderos apóstoles, tampoco encontramos auténticos profetas en la falsa iglesia. La falsa iglesia evade a los verdaderos profetas como Silas, Judas y Agabo. La razón es porque los verdaderos profetas traerían una revelación del disgusto de Dios por su desobediencia (como lo hizo Juan con la mayoría de iglesias en Asia menor en los primeros dos capítulos de Apocalipsis). La falsa iglesia no se abre a esa revelación.