El evangelista es alguien que es ungido para predicar el evangelio. Sus mensajes son diseñados para llevar a la gente al arrepentimiento y a la fe en el Señor Jesús. Dichos mensajes van acompañados por milagros que atraen la atención de los incrédulos y los convence de la verdad de su mensaje.
No hay duda de que había muchos evangelistas en la iglesia primitiva, pero en el libro de Hechos sólo un hombre aparece como evangelista. Su nombre era Felipe: “entramos en casa de Felipe, el evangelista, que era uno de los siete, y nos hospedamos con él” (Hechos 21:8, énfasis agregado).
Felipe comenzó su ministerio como siervo (o quizás como “diácono”) que servía en las mesas (ver Hechos 6:1-6). Él fue promovido para el oficio de evangelista cerca del tiempo de la persecución de la iglesia que se levantó en la época en que apedrearon a Esteban. Él primeramente predicó el evangelio en Samaria:
“Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. La gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que les decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía, pues de muchos que tenían espíritus impuros, salían estos lanzando gritos; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad” ( Hechos 8:5-8).
Nótese que Felipe sólo tenía un mensaje, Cristo. Su meta era comenzar a hacer discípulos, que fueran obedientes seguidores de Cristo. Él habló de Jesús como hacedor de milagros, Hijo de Dios, Señor, Salvador y Juez que pronto vendría. Él instaba a la gente a que se arrepintiera y a que siguiera a su Señor.
También note que Felipe estaba equipado con señales y prodigios sobrenaturales que legitimaban su mensaje. Alguien que se encuentre en el oficio de evangelista será ungido con dones de sanidad y otros dones espirituales. La iglesia falsa sólo tiene falsos evangelistas que proclaman un falso evangelio. El mundo está lleno de este tipo de evangelistas hoy en día, cuyos mensajes Dios no confirma con milagros y sanidades. La razón de esto es que no predican el evangelio de Dios. Realmente no predican a Cristo. Generalmente predican acerca de las necesidades de la gente y de cómo Jesús puede darles una vida abundante, o también predican una fórmula de salvación que no incluye el arrepentimiento. Llevan a la gente a una falsa conversión que elimina su culpa pero no los salva. El resultado de su prédica es que la gente casi no tiene oportunidad de nacer de nuevo verdaderamente, porque no ven la necesidad de recibir lo que ellos creen que ya tienen. Este tipo de evangelistas están ayudando al reino de Satanás.
El oficio de evangelista no está enumerado con los otros dones ministeriales en 1 Corintios 12:28, pero sí lo está en Efesios 4:11. Sin embargo, asumo que la referencia que se encuentra allí acerca de los milagros y las sanidades aplica a los evangelistas, pues estas características estaban en el ministerio de Felipe el evangelista, y estos dones darían una justificación sobrenatural al ministerio de cualquier evangelista.
Muchos que viajan de iglesia en iglesia, llamándose a sí mismos evangelistas, no lo son realmente, porque sólo predican a los cristianos en las iglesias, y no tienen los dones de sanidades y milagros. (Algunos pretenden tener estos dones, pero engañan sólo a los ingenuos. Sus mayores milagros son que la gente caiga al suelo temporalmente cuando ellos mismos los empujan.) Estos ministros viajeros pueden ser maestros o predicadores o exhortadores (ver Romanos 12:8), pero no tienen el oficio de evangelista. Sin embargo, es posible que Dios pueda comenzar el ministerio de una persona como un predicador o exhortador y después llevarlo al oficio de evangelista.
Para un próximo estudio acerca del oficio de evangelista, lea Hechos 8:4-40, un relato del ministerio de Felipe. Se debe notar en dicha narración la importancia de la interdependencia de los dones ministeriales (vea en particular los versos 14-25) y cómo Felipe no sólo predicó el evangelio a las multitudes sino que Dios también le guió a ministrar en forma individual (ver Hechos 8:25-39).
Parece que los evangelistas están comisionados a bautizar a sus convertidos, pero ellos no están necesariamente comisionados para ministrar el bautismo en el Espíritu Santo a los nuevos creyentes. Esta podría ser la primera responsabilidad de los apóstoles o pastores/ ancianos/ superintendentes.