A los maridos, Dios les dice:
“Maridos, amad a vuestras mujeres, igual que Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella. Maridos….. De igual forma deben amar también a sus propias esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama; pues nadie odió nunca a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo…. cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido” (Efesios 5: 25, 28-30, 33).
A los maridos se les ordena amar a sus esposas como Cristo ama a la iglesia. ¡Esa no es cualquier responsabilidad! Cualquier mujer se puede someter con gozo a alguien que la ame tanto como Cristo la ama, ya que él dio su propia vida mostrando su amor con su sacrificio. De igual forma que Cristo ama a su propio cuerpo, la iglesia, un marido debe amar a su esposa de igual modo, pues son “una carne” (ver Efesios 5:31). Si un marido ama a su esposa como debe ser, proveerá para ella, la cuidará, la honrará, la ayudará, la alentará, y le hará compañía. Si el marido falla en su responsabilidad de amar a su esposa, el marido corre peligro de entorpecer la respuesta a sus propias oraciones:
“Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (1 Pedro 3:7, énfasis agregado).
Por supuesto que nunca ha habido un matrimonio que esté completamente libre de conflictos y desacuerdos. Sin embargo, con el compromiso y el desarrollo de los frutos del espíritu en nuestras vidas, los maridos y sus esposas pueden aprender a vivir armoniosamente y pueden experimentar la creciente bendición de un matrimonio cristiano. Los problemas inevitables que surgen en todos los matrimonios son oportunidades para que cada uno aprenda a crecer y a madurar a la semejanza de Cristo.
Para un estudio adicional acerca de los deberes de los maridos y las esposas, vea Gen 2:15-25; Proverbios 19:13; 21:9, 19; 27:15-16; 31:10-31; 1 Corintios 11:3; 13:1-8; Colosenses 3:18-19; 1 Timoteo 3:4-5; Tito 2:3-5; 1 Pedro 3:1-7).