Dios ha creado a la familia cristiana con cierta estructura. Debido a que esta estructura proporciona la estabilidad para la vida en familia, Satanás trabaja fuerte para pervertir lo que Dios ha creado.
Primero, Dios ha ordenado que el marido sea la cabeza de la unidad familiar. Esto no le da al marido el derecho de dominar a la esposa y a sus hijos para su propio beneficio. Dios ha llamado a los maridos para amar, proteger, proveer, y para dirigir a sus familias como cabeza. Dios cree que las esposas deben ser sumisas al liderazgo de sus maridos. La Escritura lo deja claro:
“Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como a Dios. Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y El es su salvador. Así que, como la iglesia esta sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo” (Efesios 5:22-24).
El marido no es la cabeza espiritual de su esposa, Jesús es el que cumple ese papel. Cristo es la cabeza espiritual de la iglesia, y la esposa cristiana debe ser un miembro de la iglesia como su marido cristiano lo es. Sin embargo, en la familia, el marido cristiano es la cabeza de su esposa e hijos, y ellos deben someterse a su autoridad dada por Dios.
¿Hasta qué grado debe someterse la esposa a su marido? Ella debe someterse en todo, tal como Pablo lo dijo. La única excepción a esa regla es si su marido espera que ella desobedezca la Palabra de Dios o que haga algo que viole su conciencia. Por supuesto, ningún marido cristiano esperaría que su esposa violara la palabra de Dios o su conciencia. El marido no es el señor de su esposa, sino que Cristo ocupa ese lugar en su vida. Si ella debe escoger a quien obedecer, ella debe escoger a Cristo.
Los maridos deben recordar que Dios no siempre “se encuentra de su lado”. Dios le dijo una vez a Abraham que hiciera lo que su esposa Sara le ordenara (ver Génesis 21:10-12). La Escritura registra que Abigail desobedeció a su marido insensato Nabal y detuvo una catástrofe (ver 1 Samuel 25:2-38).