Cristo fue dirigido por el Espíritu por impresiones internas. Por ejemplo, el evangelio de Marcos describe lo que pasa exactamente cuando Cristo fue bautizado por el Espíritu Santo luego de ser bautizado por Juan:
“Luego el Espíritu lo impulsó al desierto” (Marcos 1:12, énfasis agregado).
Cristo no escuchó una voz audible ni tuvo una visión que lo llevara al desierto. Simplemente fue impulsado a ir. Esto muestra cómo el Espíritu normalmente nos dirige. Sentiremos un empuje, una guía, una convicción dentro de nosotros para hacer alguna cosa.
Cuando Cristo le dijo al paralítico que había sido bajado por el techo, que sus pecados habían sido perdonados, Jesús sabía que los escribas que estaban presentes pensaron que estaba blasfemando. ¿Cómo sabía lo que estaban pensado? Leemos en el evangelio de Marcos:
“Y conociendo luego Jesús en su espíritu que pensaban de esta manera dentro de sí mismos, les preguntó: ¿Por qué pensáis así?” (Marcos 2:8, énfasis agregado).
Cristo supo en su espíritu lo que ellos estaban pensando. Si somos sensibles a nuestros espíritus, podemos saber cómo responder a aquellos que se oponen a la obra de Dios.