Esta cena tiene su origen en el Antiguo Testamento en la fiesta de la Pascua. En la noche cuando Dios liberó a Israel de la esclavitud de Egipto, Dios instruyó a cada casa para que sacrificara a un cordero de un año y pusiera su sangre en el dintel y en el quicio de las puertas de sus casas. Cuando el “ángel de la muerte” cruzaba la nación esa noche, matando a todos los primogénitos en Egipto, el ángel miraba la sangre en las casas de los israelitas y “pasaba de lejos”.
Además, los israelitas debían celebrar una fiesta esa noche al comer el Cordero de la Pascua y al comer pan sin levadura por siete días. Era una orden permanente para Israel, al celebrar la pascua cada año en la misma fecha (ver Éxodo 12:1-28). Obviamente, el cordero de la Pascua estaba representando a Cristo, quien es llamado “nuestra Pascua” en 1 Corintios 5:7.
Cuando Cristo instituyó la Santa Cena, Él y sus discípulos estaban celebrando la Pascua. Cristo fue crucificado durante esta fecha, verdaderamente cumpliendo con su llamado como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
El pan que comemos y el jugo que bebemos son símbolo del cuerpo de Cristo que fue partido por nosotros, y su sangre que fue vertida para la redención de nuestros pecados:
“Mientras comían, tomó Jesús el pan, lo bendijo, lo partió y dio a sus discípulos, diciendo: Tomad, comed; este es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos, porque esto es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada para perdón de los pecados. Os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre” (Mateo 26:26-29).
Pablo contó esta historia de esta forma:
“Yo recibí del Señor lo que también os he instruido: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan: y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Así mismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebáis, en memoria de mí. Así pues, todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga” (1 Corintios 11:23-26).