Como ministros que hacemos discípulos y que somos llamados a “reprobar, reprender, exhortar, con toda paciencia e instrucción” (ver 2 Timoteo 4:2), no nos olvidemos de nuestro llamado. Enseñemos a nuestros discípulos a amarse los unos a los otros por medio de una tolerancia misericordiosa, con una confrontación gentil cuando sea necesaria, con una confrontación adicional con la ayuda de otros cuando sea necesaria, y que se otorgue el perdón cuando sea pedido. Esto es mucho mejor que el falso perdón que no trae sanidad a las relaciones rotas. Seamos obedientes a Dios en cada aspecto concerniente a mantener la iglesia pura y santa, como alabanza a su nombre.
Para otro estudio concerniente a la confrontación y a la disciplina de la iglesia, vea Romanos 16:17-18; 2 Corintios 13: 1-3; Gálatas 2:11-14; 2 Tesalonicenses 3:6, 14-15; 1 Timoteo 1: 19-20, 5:19-20; Tito 3:10-11; Santiago 5:19-20; 2 Juan 10-11.