Pero, ¿Qué acerca de las maldiciones satánicas?
Primero, no hay nada en la Biblia que indique que Satanás pueda maldecir a alguien, ni aparece ningún ejemplo en donde él lo haga. Ciertamente, encontramos a Satanás afligiendo a la gente en la Biblia, pero nunca lo encontramos maldiciendo a una familia, lo cual resulte en mala suerte sobre esa familia y sus generaciones siguientes.
Todo cristiano es afligido por Satanás y sus espíritus malignos (restringidamente) toda su vida, pero esto no quiere decir que necesitemos que alguien “rompa una maldición satánica” que ha venido sobre nosotros desde generaciones pasadas de nuestra familia. Lo que tenemos que hacer es pararnos en la Palabra de Dios y resistir al diablo por medio de la fe, tal y como nos dice la Escritura (ver 1 Pedro 5:8-9).
En la Biblia, Dios es el que tiene el poder de dar bendición y maldición (ver Génesis 3:17; 4:11; 5:29; 8:21; 12:3; Números 23:8; Deuteronomio 11:26; 28:20; 29:27; 30:7; 2 Crónicas 34:24; Salmos 37:22; Proverbios 3:33; 22:14; Lamentaciones 3:65; Malaquías 2:2; 4:6). Otros nos pueden echar maldiciones con su boca, pero este tipo de maldiciones no tienen poder y no nos pueden dañar:
“Como gorrión perdido o golondrina sin nido, la maldición sin motivo jamás llegará a su destino” (Proverbios 26:2, versión bíblica Dios Habla Hoy).
Balaam sabía lo que hacía, cuando después de haber sido contratado por Balac para dar maldición a los hijos de Israel, dijo, “¿Por qué maldeciré yo al que Dios no maldijo? ¿Por qué he de execrar al que Jehová no ha execrado?” (Números 23:8).
Algunos cristianos han creído en la idea de la gente maldiciendo a otros basándose en las palabras de Jesús en Marcos 11:23: “De cierto os digo que cualquiera que diga a este monte: quítate y arrójate en el mar, y no duda en su corazón, sino que cree que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”.
Sin embargo, note que no hay poder tan solo al decir algunas palabras, pero hay poder cuando esas palabras se creen desde el corazón. No hay forma en que una persona pueda tener la fe para maldecir a alguien y dañarlo, porque la fe es la certeza de lo que no se ve (Hebreos 11.1), y la fe sólo viene al escuchar la palabra de Dios (Romanos 10:17). Una persona puede tener la esperanza de que la maldición sobre alguien le traiga una desgracia, pero nunca podrá creer completamente, porque Dios no ha dado una promesa en su Palabra en donde se pueda afirmar la efectividad de una maldición.
La única excepción de esto sería si Dios le da a alguien, “el don de fe” junto con “el don de profecía” (dos de los nueve dones del Espíritu), lo cual se exprese en forma de bendición o maldición, como lo vemos en varios casos en el Antiguo Testamento (ver Génesis 27:27-29; 38-41; 49:1-27; Josué 6:26 junto con 1 Reyes 16:34; Jueces 9:7-20, 57; 2 Reyes 2:23-24). Aún en estos casos, las bendiciones o maldiciones se originaron de parte de Dios, no de ningún hombre. Por esto, la idea de que una persona pueda enviar una maldición sobre otra es una superstición. Por esto es que Jesús no nos instruyó para “romper maldiciones que hayan sido enviadas sobre nosotros”, sino más bien para “bendecir a aquellos que nos maldicen”. No debemos temer a las maldiciones que una persona nos envíe. Temer a las maldiciones es tener falta de fe en Dios. Desafortunadamente, he conocido pastores todo el tiempo que parecen tener más fe en el poder de Satanás que en el poder de Dios. Aunque yo viajo por diferentes países del mundo cada mes haciendo daño al reino de las tinieblas, no le temo a Satanás en nada ni a sus maldiciones. No hay razón para temer.