Dios hace la mayor parte del trabajo para establecer el Reino de los Cielos. Nuestra responsabilidad es cooperar inteligentemente con Él.
Todos los creyentes deben vivir santamente y en obediencia para llamar la atención de aquellos que están en tinieblas, y deben estar listos siempre para dar la defensa de la esperanza que está en ellos.
Dios está siempre trabajando para motivar a todas las personas a suavizar los corazones y arrepentirse, continuamente hablando a través de su creación, de su conciencia, en las calamidades, y algunas veces por medio del llamado del evangelio.
Los pecadores saben que están desobedeciendo a Dios, y que deben dar cuentas a Él, aun si no han escuchado el evangelio. Su pecado es evidencia de la oscuridad y dureza de su corazón. Su degradación en aumento y su esclavitud al pecado es una indicación de la ira de Dios hacia ellos.
La gente religiosa no está necesariamente buscando la verdad. Están más que todo buscando cómo justificar sus pecados a través de las mentiras de su religión.
Dios conoce la condición del corazón de cada persona. Aunque nos puede guiar a proclamar el evangelio a aquellos que no son receptivos, es más probable que nos guíe a predicar el evangelio a aquellos que son receptivos.
Mientras Dios trabaja para suavizar el corazón de las personas por medio de los sufrimientos, debemos aprovechar estas oportunidades para proclamar el evangelio.
Dios quiere que llevemos al mundo el evangelio, pero quiere que sigamos al Espíritu Santo para llevar a cabo su gran comisión, como se nos enseña en el libro de los Hechos.
Dios se revelará a aquellos que lo busquen sinceramente.
Dios quiere que nuestro mensaje esté de acuerdo con su mensaje.
Un día habrá representaciones de cada grupo étnico adorando a Dios ante su trono, y todos debemos hacer nuestra parte para cooperar con Dios para llegar a ese fin. Por esto todo el pueblo de Dios debe mostrar el amor de Cristo a todos los miembros de algún grupo étnico que encuentre. Puede ser que Dios envíe a algunos de sus siervos a un grupo específico de gente de diferentes culturas, enviando y apoyando misioneros, o enviándolos a ellos mismos. Aquellos que son enviados deben hacer discípulos, probando que ellos mismos son ¡Ministros que hacen discípulos!