Un principio final que podemos aprender de las verdades bíblicas considerado antes en este capítulo es este: si Dios está juzgando activamente a los pecadores con la esperanza de que suavicen sus corazones, debemos esperar que algunos pecadores, después de vivir el juicio de Dios u observar a otros sufrir ese juicio, suavizarán sus corazones. Por esto, después de las calamidades hay oportunidad de alcanzar a la gente que no era posible alcanzar previamente.
Los cristianos deben buscar oportunidades para compartir el evangelio en lugares donde la gente sufre, aquellos que han perdido recientemente a seres amados, por ejemplo, pueden estar más abiertos a lo que Dios tiene para ellos. Cuando yo servía como pastor, yo tomaba siempre la oportunidad de proclamar el evangelio en los funerales, recordando la escritura que dice, “Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete, porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo tendrá presente en su corazón” (Eclesiastés 7:2, énfasis agregado).
Cuando la gente sufre de enfermedad, pérdidas financieras, relaciones rotas, desastres naturales, y muchas otras consecuencias del pecado y de juicios sobre el pecado, deben entender que se trata de una llamada de atención. A través del sufrimiento temporal, Dios está tratando de salvar a los pecadores de su juicio eterno.