El hecho es que la mayoría de aquellos que practican religiones falsas no están buscando la verdad sinceramente. Al contrario, son religiosos que sólo están buscando una justificación o algo que cubra sus pecados. Debido a que continuamente violan sus conciencias, se esconden bajo la religión. Pero por su religiosidad, se han convencido a sí mismos de que no son dignos del infierno. Esto también es cierto para los “cristianos” religiosos (incluyendo a los cristianos que hablan de la gracia erróneamente) como lo es para los budistas, los musulmanes e hindúes. Aunque practican sus religiones, sus conciencias aún los condenan.
Cuando los budistas se inclinan con reverencia ante sus ídolos o ante los monjes que se sientan orgullosamente ante ellos, sus conciencias les dicen que están obrando mal. Cuando el hindú justifica su falta de compasión por un pordiosero enfermo en la calle, creyendo que la enfermedad de éste se debe a pecados cometidos en su vida pasada, su conciencia le condena. Cuando un musulmán extremista destruye a un “infiel” en nombre de “Alá”, su conciencia le grita por su hipocresía asesina. Cuando el falso “cristiano” hace tesoros en la tierra, ve pornografía en la televisión, y murmura de sus hermanos creyentes, confiando en que la gracia le salvará, su corazón le condena. Todos estos son ejemplos de gente que quiere seguir pecando y que ha encontrado mentiras religiosas para poder seguir pecando. La “justicia” de la gente religiosa no regenerada está muy pero muy lejos de las expectativas de Dios.
Todo esto es para decir que Dios no considera que la gente que sigue falsas religiones, sean ignorantes y que haya que tener piedad de ellos porque nunca han escuchado la verdad. Ni la culpa de su ignorancia se debe a la incompetencia de la iglesia por no tener un buen sistema de evangelismo.
De nuevo, aunque sabemos que Dios quiere que la iglesia predique el evangelio alrededor del mundo, debemos ser guiados por su Espíritu para ir donde “la cosecha está lista” (ver Juan 4:35), donde la gente es receptiva debido a que han suavizado sus corazones ante el incesante esfuerzo de Dios por alcanzarlos.