Hoy recibí una carta. Era de un hombre que me escuchó en nuestro programa radial diario cuando yo refutaba errores de los antinómicos. Dijo que era la primera carta que le había escrito a alguien en doce años.
Confesó que había sido un homosexual practicante. Por mucho tiempo había racionalizado que en tanto que él hiciera algunas buenas acciones y creyera acerca de Jesús, él era salvo. Pero me escuchó hablar acerca de la gracia transformadora de Dios disponible para los pecadores, incluyendo a los homosexuales. Me escuchó citar pasajes bíblicos que declaran, que ningún homosexual heredará el reino de Dios. Al darse cuenta que su fe muerta le estaba llevando al infierno, se arrepintió. Me escribió para decirme que ya no es un homosexual, citando su paráfrasis de las primeras palabras de 1 Corintios 6:11 en mayúsculas: “Y ALGUNOS DE NOSOTROS ÉRAMOS”. Él ha sido salvo y transformado por la gracia de Dios.
Si los antinómicos tuvieran razón, este hombre aún sería un homosexual, destinado a pasar la eternidad en el infierno. Pero, para la gloria de la gracia de Dios, escuchó la verdad y la creyó. Como Jesús prometió en Juan 8:32, la verdad le hizo libre.
¿Libre de la obediencia?
Tal vez ningún otro versículo en la Biblia ha sido tan mal entendido por los antinómicos como lo ha sido Juan 8:32. Hablan de cómo la verdad nos hace libres de lo que ellos llaman “la esclavitud legalista”, pero que la Biblia lo llama obediencia a los claros mandatos de Dios. Cuando Jesús habló de que la verdad nos hace libres, él claramente hablaba de ser libres del pecado:
Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres (Juan 8:31-36, énfasis del autor).
Este es el mensaje de la gracia transformadora de Dios. Este es el evangelio. Jesús perdona y liberta del pecado a aquellos que creen en Él. Aquellos que realmente creen en Él, permanecerán, o vivirán en su palabra, probando así ser sus discípulos.
El avivamiento satánico
Es en realidad una hora oscura. Nuestro mundo es como un tren de carga que ha perdido el control de los frenos y está aumentando su velocidad. ¿Cuánto tiempo más pasará antes de que se descarrile? No obstante, ¿cómo podemos censurar el deteriorado estado espiritual de las naciones si a la vez estamos ofreciendo un evangelio vacío, sin poder para transformar, un evangelio que no es nada más que un ligero barniz para el pecado? ¿Cómo podemos esperar que venga el avivamiento si la gracia de Dios se torna en libertinaje?
En tanto llenar bancas, a lo cual se le llama “crecimiento de la iglesia”, sea nuestro objetivo y no hacer discípulos, como en realidad debe ser, no habrá un verdadero avivamiento. En tanto que sigamos mirando a las personas como “sin iglesia” en vez de sin salvación, no habrá un verdadero avivamiento. En tanto que los pastores y los evangelistas se preocupen más por complacer a la gente que a Dios, no habrá un verdadero avivamiento. Hasta que la iglesia recupere el evangelio bíblico, hasta que la iglesia se caracterice por la santidad de tal modo que sobresalga del mundo, no habrá un verdadero avivamiento. Hasta entonces, el único avivamiento será la continuación del avivamiento actual de Satanás, alimentado por la gracia falsa, la fe falsa, y la salvación falsa. Bajo el estandarte de la libertad, sus evangelistas continuarán lanzando su mentira original en forma impresa, en la radio y en la televisión cristianas, y desde los púlpitos en las iglesias: “Continúen pecando. No morirán”.
Es en realidad una hora muy oscura. Muchos maestros populares proclaman que si una persona tiene fe en Jesús por tan sólo diez segundos en algún momento de su vida, pero luego abandona esa fe y retorna a una vida de pecado, ella es salva y eternamente segura. En realidad, esta persona imaginaria podría ser una prostituta practicante o un violador en serie hasta el último momento de su vida y aún ir al cielo. ¡Todo lo que esta persona perdería sería algunas recompensas celestiales que podrían haber sido suyas si hubiera sido un mejor cristiano! ¿No es esto convertir la gracia de Dios en libertinaje? ¿Puede esta clase de predicaciones preceder a un avivamiento? No obstante, la Biblia aún declara:
Es una declaración confiable:
Si somos muertos con él, también viviremos con él;
Si sufrimos, también reinaremos con él;
Si le negáremos, él también nos negará;
Si fuéramos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo
(2 Timoteo 2:11-13, énfasis del autor).
¿Cómo interpretan este versículo los maestros modernos de la gracia falsa? Ignoran o tuercen las primeras tres líneas. Mantienen que la cuarta línea prueba su punto de vista. “Aún si somos infieles y abandonamos nuestra fe” dicen ellos, “él permanece fiel para salvarnos”.
¿Pero es éste el significado real? Definitivamente no.
¿Qué nos enseña 2 Timoteo 2:11-13?
Primero, Pablo dice que “si somos muertos con él, también viviremos con él”. Nuestro vivir con Él está supeditado a nuestro morir con Él. La Escritura nos enseña que todos los que realmente creen en Jesús han muerto y han resucitado en Cristo. Este es el nuevo nacimiento, la regeneración por medio del Espíritu Santo. Es un cambio radical.
Segundo, Pablo dice que “si sufrimos, también reinaremos con él”. Pablo no está prometiendo una recompensa especial de un futuro reino para el grupo especial de cristianos que sufren. Más bien, él está prometiendo aquello que espera a cada auténtico creyente cuya fe permanece. La Escritura enseña que no es solamente un grupo selecto de cristianos que reinarán con Jesús. Todos los que han sido comprados con su sangre reinarán con Él:
Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tu fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra (Ap. 5:9-10, énfasis del autor, ver también Ap. 20:6; 22:3-5).
Aquellos creyentes que soportan en fe genuina tienen la promesa de reinar con Jesús. Debemos continuar en fe para ser salvos al final, y si lo somos, reinaremos con Jesús.
Tercero, Pablo nos advierte acerca de no soportar hasta el fin: “si le negáremos, él también nos negará”. Esta es una cita directa del Señor Jesucristo quien dijo:
A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos (Mt. 10:32-33, énfasis del autor).
Definitivamente, Jesús prometió que si le negábamos, Él nos negaría a nosotros. Es una advertencia para cualquiera que está pensando dejar su fe, no soportando bajo la amenaza de lo que otros puedan pensar o hacer. ¿Entrarán al cielo aquellas personas que Jesús negará delante de su Padre? Si negamos a Jesús ante otros, diciendo “no le conozco” y Jesús nos niega ante el Padre, diciendo “no le conozco”, ¿seremos salvos? La respuesta es clara.
Finalmente, Pablo dice, “Si fuéramos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo”. Esta es una continuación de lo que Pablo dijo acerca de negar a Jesús. Aunque no pudiéramos cumplir la promesa de seguirle, Jesús siempre cumplirá sus promesas. Él prometió negarnos si le negábamos, y lo hará. (Por supuesto, si nos volvemos en arrepentimiento y fe, Él cumplirá su promesa de aceptarnos otra vez).
Observe que Pablo no dijo en la cuarta declaración, “Si somos infieles y le negamos, Él permanecerá fiel y no nos negará”. ¡Eso sería una contradicción directa de lo que acababa de decir en la tercera declaración!
No, Dios es siempre fiel aunque las personas a menudo no lo sean. Él siempre cumple sus promesas y sus amenazas. Considere lo que Moisés y Josué dijeron acerca de la fidelidad de Dios:
Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones; y que da el pago en persona al que le aborrece, destruyéndolo; y no se demora con el que le odia, en persona le dará el pago (Dt. 7:9-10, énfasis del autor).
Pero así como ha venido sobre vosotros toda palabra buena que Jehová vuestro Dios os había dicho, también traerá Jehová sobre vosotros toda palabra mala, hasta destruiros de sobre la buena tierra que Jehová vuestro Dios os ha dado (Jos. 23:15, énfasis del autor).
Con esto en mente, piense como un maestro antinómico muy popular, cuyo nombre es una palabra común en los círculos cristianos alrededor del mundo, interpreta 2 Timoteo 2:11-13:
Así como los fieles recibirán el reconocimiento y aprobación del Padre, así los infieles perderán su reconocimiento y aprobación especial… El creyente infiel no recibirá un lugar especial en el reino de Cristo como aquellos que son lo suficientemente afortunados para poder reinar con él… El significado del apóstol es evidente. Aun si un creyente para todo propósito práctico llega a ser un no creyente, su salvación no está en juego. Cristo permanecerá fiel (énfasis del autor).
Cuando la iglesia gozosamente tolera una enseñanza que tergiversa el claro significado de la Escritura, ¿necesitamos cuestionarnos por qué no llega hoy el avivamiento a nuestra nación? El mensaje sagrado de Dios ha sido corregido, despojado de toda razón para que alguien se arrepienta del pecado y siga a Jesucristo. Aquellas personas que no creen en Jesús ahora pueden entrar al cielo, garantizado. Alguien puede ser un ateo, un budista, un seguidor del Islam o un adorador de Satanás y aún ir al cielo, siempre y cuando exprese verbalmente su fe en Jesús por unos cuantos segundos de su vida. Y esta mentira se está proclamando por medio de algunos principales maestros evangélicos de los Estados Unidos de América.
¿Ahora qué?
Si usted no entendía el verdadero evangelio antes de empezar a leer, con toda seguridad ahora sí lo entiende. Tal vez el avivamiento ha comenzado en su propia vida. ¿Y qué es un gran avivamiento sino muchas personas que han sido revividas? Usted puede y debe compartir lo que sabe. Como yo, usted también tiene una sagrada obligación de dar a conocer la verdad, sin importar el costo. Nuestro mensaje es el proclamado por Jesús, Judas, Pedro, Pablo, Santiago y Juan, al igual que lo hicieron antes millones de creyentes fieles y verdaderos. “No nos avergoncemos del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Ro. 1:16).
¿Habrá un avivamiento verdadero? Sí—en las vidas de todos los que escuchan y hacen caso del evangelio auténtico. Aquellos que han sido avivados de verdad orarán y trabajarán para que otros puedan compartir su gozo. Con estos pensamientos en mente, cierro con una parábola que el Señor me dio, una que me llena de esperanza:
Una parábola de avivamiento…
Cuando oraba y ayunaba por la necesidad de un avivamiento y la obra del Espíritu Santo, recibí una revelación que me ayudó a entender qué sucede y qué sucederá en la iglesia. No era una visión que viera con mis ojos, sino una revelación que “vi” en mi corazón. Debo aclarar que no soy una persona “dada a las visiones” y esta fue la primera vez que algo así me ha sucedido. Describiré lo que vi en la revelación.
Primero, vi muchas multitudes de personas. Algunos grupos eran muy grandes, otros eran de un tamaño mediano y otros de un tamaño muy pequeño. Los grupos más grandes contenían miles de personas. Los más pequeños sólo contenían un puñado de personas. Los miembros de cada grupo se unieron para darse calor, porque hacía mucho frío. Todos temblaban, y cuando uno hablaba, se podía ver su aliento. Más aún, la mayoría de las personas en la multitud estaban sucias. Algunos estaban más sucios que otros, como si fueran trabajadores de una mina de carbón, cubiertos de hollín de cabeza a pies. Éstos también olían mal, como el olor de la basura. Otros no estaban tan sucios, pero la mayoría estaban en urgente necesidad de limpiarse.
Estas masas de personas estaban paradas en la base de un inmenso dique que contenía una gigantesca reserva de agua. El embalse medía cientos de pies de altura, y se extendía tan lejos como yo podía ver a ambos lados. La reserva de agua que contenía era de iguales proporciones.
Al mirar el dique con más cuidado, noté que estaba construido de ladrillos. Había palabras escritas en cada ladrillo, y cuando empecé a leer algunas de las cosas escritas en los ladrillos, observé que las palabras eran similares en este respecto: Cada uno tenía escrito en su superficie un pecado. Por ejemplo, escrito sobre un ladrillo decía, “Chisme”, y en otro decía “Licencioso”. También escrito bajo cada pecado estaba el nombre de alguien. Por ejemplo, en un ladrillo podía decir, “Mentiroso”, y debajo de esa palabra estaba el nombre, “Juan Pérez”. Había muchos ladrillos que tenían el mismo pecado escrito sobre ellos, y los nombres de muchas personas estaban escritos en más de un ladrillo.
De nuevo miré las sucias multitudes que temblaban de frío. La mayoría se mantenían de pie, pero ocasionalmente una persona se arrodillaba, o caía sobre su rostro y empezaba a llorar, confesando sus pecados y pidiéndole a Dios que le limpiara. Cuando Dios lo hacía, un ladrillo del dique estallaba y se salía de su lugar por la fuerza del agua, y una vez que se salía, el ladrillo estallaba en fino polvo y desaparecía. El agua que entonces empezaba a filtrarse por el hueco se proyectaba hacia el aire, cayendo sobre aquel que estaba arrodillado, lavándole de su suciedad. A veces varios (o muchos) ladrillos se salían del dique, a veces al mismo tiempo y otras veces durante un cierto período de tiempo, en tanto que la persona permaneciera ahí arrodillada y orando. En esos casos, las fuentes de agua que salían por los huecos del dique convergían para caer juntos sobre la persona que estaba arrodillada, y el cambio en la persona era dramático. Algunos de los más sucios llegaron a limpiarse más que todos en un corto plazo.
Descubrí también que el agua que salía por los huecos del dique era bastante tibia. Cuando caía sobre aquellos que permanecían de rodillas, no sólo los limpiaba, sino que los calentaba hasta sus huesos. Se reían y se deleitaban y cantaban con gozo cuando eran lavados.
La reacción de aquellos en los grupos que permanecían de pie y miraban al que estaba arrodillado era variada. A menudo, muchos de los que estaban cerca se alejaban de la persona, no queriéndose mojar. En ocasiones, un grupo completo se echaba hacia atrás de modo que la persona arrodillada quedaba sola bajo el chorro de agua tibia.
Sin embargo, con igual frecuencia, algunos de aquellos cerca del que oraba también se arrodillaban, confesando sus pecados. De nuevo, los ladrillos se salían del dique y el agua brotaba limpiándoles y entibiándoles.
En ocasiones, la gran mayoría de las personas paradas en un grupo, se arrodillaban una tras otra o se inclinaban y empezaban a llorar por sus pecados. La fuerza de muchas corrientes de agua que por consiguiente convergían y caían sobre ellos era muy grande, trayendo enorme bendición, una poderosa unción y muchos dones. No obstante, en ningún caso vi que un grupo se arrodillara completo. A menudo, aquellos que estaban de pie entre los grupos en los cuales muchos estaban arrodillados, se unían a otro grupo en donde la mayoría estaba de pie. También, a veces veía a una persona arrodillada únicamente porque otros se arrodillaban. Sin embargo, cuando esto sucedía, ningún ladrillo saltaba del dique, no había agua que saliera, y esa persona permanecía sucia y fría.
Fui testigo de dos cosas más cuando miraba los grupos de personas: Ocasionalmente uno de aquellos que estaba de pie miraba el dique y veía un ladrillo con su nombre. Por motivo de su vergüenza, subía por la superficie del dique hacia el ladrillo y trataba de sacarlo de su lugar con sus propias manos. Ninguno de los que intentó esto tuvo éxito, ya que era imposible. Asimismo, ocasionalmente vi a alguno que habiendo estado de rodillas, se ponía de pie nuevamente. Cuando lo hacía, inmediatamente se empezaba a ensuciar, y la fuerza del agua sobre él disminuía. Y si comenzaba a señalar a aquellos que no se habían arrodillado, criticándoles duramente y con orgullo, su fuente de agua se detenía, y volvía a ensuciarse de nuevo. La mayoría de los que estaban arrodillados le hablaban amorosamente a aquellos que estaban de pie alrededor de ellos, diciendo, “ ¡Oh, es tan hermoso estar bajo esta corriente de agua tibia y purificadora! ¡Tu suciedad puede ser lavada! Por favor, ¿no querrías unirte a mí?
Déjeme decirle sobre algunos de los pecados que estaban escritos sobre los ladrillos. Uno que tenía mi nombre escrito en él decía, “Temeroso del hombre”. Cuando lo vi, inmediatamente admití mi culpa ante Dios y le pedí perdón y la gracia de temerle sólo a Él.
Como pastor, me fueron mostrados numerosos ladrillos que pertenecían a personas de mi congregación. Había muchos pecados repetidos escritos en los ladrillos. Algunos decían, “Amigo del mundo”. Muchos otros decían, “Tibio”. Otros decían, “Criticón”. Otros: “Idólatra”, lo cual significa que usted le da más importancia a otras cosas que a Dios. Muchos en las iglesias están más emocionados con sus entretenimientos y placeres que con Dios.
Algunos decían, “Inmoralidad”, lo cual incluye no sólo adulterio, sino permitir que los pensamientos inmorales habiten en nuestra mente. Algunos decían, “Mira pornografía en la Internet”. Uno decía, “Medita en actos de homosexualidad”. Otro decía, “Adolescente sexualmente activo”.
En algunos de los ladrillos decía, “Amargura contra otro”, “Maltrata a su esposa”, y “Habla contra los hermanos”. Había también “Amante del dinero” y “Cuida sólo de sí mismo”. Había uno que decía, “Recibe dinero por debajo de la mesa por concepto de trabajo para evitar pagar sus impuestos”, “Administrador desordenado”, “Usa el dinero de Dios para apoyar cosas que Dios detesta” y “No le importan los pobres”. Muchos decían, “No diezma”, y alrededor de esos ladrillos había muchos otros ladrillos que tenían justificaciones para ese pecado.
Había “Indecente”, “Siempre cree estar en lo correcto” y “No está sujeta a su marido”. Vi muchos otros que decían, “No le interesan aquellos que nunca han oído el evangelio”.
Algunos decían, “Chisme”, “Calumniador”, “Gusta de juzgar a otros”, “Usa palabras soeces” y “Religión sin valor—no amarra su lengua”. Uno decía, “No aporta dinero para los hijos de un matrimonio anterior”. Otros decían, “No honra a los padres”, “Rara vez cumple sus promesas” y “Escucha música que exalta lo que Dios detesta”.
Había “Lleno de incredulidad”, “Hábitos y adicciones sucias” y “Auto complaciente”. Había “No ora”, “No asiste a la iglesia” “No anhela leer la palabra de Dios”. Muchos ladrillos decían, “No está enseñando a sus hijos con el alimento y la amonestación del Señor”.
Había muchos más que no menciono pero que están en la Biblia—la Biblia en la que todos profesamos creer y que es la palabra de Dios. En algunos ladrillos estaba escrito, “Tuerce la Escritura para que diga lo que no dice” y “Redefine los mandamientos para que encajen con su estilo de vida”.
La mezcla que mantenía a los ladrillos en su lugar también tenía palabras escritas sobre ella, simbolizando cuatro pecados que mantenían a todos los otros pecados en su lugar. Ellos eran “Orgullo”, “Hipocresía”, “Ningún amor por Dios” y “Pecados de los Pastores”. Antes de que los otros pecados puedan ser desalojados, éstos deben ser debilitados. El orgullo impide que reconozcamos nuestros pecados. La hipocresía, lo cual es que actúa de una manera en la iglesia y de otra manera muy distinta fuera de la iglesia, debe ser confesada. Todos los pecados son síntomas de otro mayor, “Poco o ningún amor por Dios” –Si lo amáramos con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerza, le serviríamos y le obedeceríamos con pasión. Jesús dijo, “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). En último y cuarto lugar, si los líderes en la iglesia dan mal ejemplo, sus seguidores tienen una excusa para mantenerse en sus pecados.
Volvamos a las personas en las multitudes. Mientras miraba, ocasionalmente una persona que estaba de pie señalaba a un grupo cercano que se reía y cantaba mientras estaban arrodillados bajo el agua, y decía, “Esa agua no puede venir de Dios, ya que su doctrina está equivocada en varios aspectos”. Pero el Señor me recordó que Él no dijo que son aquellos que tienen la doctrina pura los que verán a Dios, sino aquellos que tienen corazones puros (Mt. 5:8). Jesús no dijo que los conoceríamos por su doctrina, sino por sus frutos (Mt. 7:20). Él dijo que la marca de sus verdaderos discípulos no era una doctrina perfecta, sino el amor de unos hacia otros (Juan 13:35). Sólo porque la doctrina de un grupo está parcialmente equivocada en algunos puntos no esenciales, no significa que Dios no hará caer su Santo Espíritu sobre ellos cuando se humillan y empiezan a tener “hambre y sed de justicia” (Mt. 5:6). Algunos ladrillos en el dique decían, “Saturado de conocimiento”, “Orgullo doctrinal” y “Lealtad denominacional que es mayor que el amor por todo el cuerpo”.
Conforme pasaba el tiempo, más y más de aquellos que estaban de pie empezaron a arrodillarse, a llorar, a confesar sus pecados y a arrepentirse. Los ladrillos explotaban del dique como palomitas de maíz, y más agua brotaba con un ruido atronador, hasta que la escena se transformó en una catarata similar a las cataratas del Niágara (pero en una escala mayor). Los que estaban arrodillados levantaban sus manos, reían, cantaban y oraban en lo que luego se convirtió en un río que fluía hacia muchos lugares secos de la tierra. Poco a poco, llegó a ser tal la corriente, que los que estaban arrodillados fueron arrastrados mientras se regocijaban y cantaban canciones a su Dios.
Finalmente, el agua ya no corría, ya que la reserva de agua se había secado. Los que aún estaban de pie se miraban unos a otros con una mirada encubierta de aprobación. Los ladrillos con sus nombres aún permanecían en sus lugares, suspendidos en el aire por motivo del orgullo humano. Luego, de pronto, sin la menor advertencia, todos los ladrillos restantes del dique empezaron a caer, convergiendo con otros ladrillos que tenían escritos los mismos nombres. Con gran terror, los que estaban de pie miraban como los montones de ladrillos caían con mortal exactitud sobre ellos, primeramente haciéndoles caer en el suelo, y luego matándoles y aplastándoles, hasta que lo único que se veía era montículos de ladrillos. Recordé que Jesús dijo, “Cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18:14). ¿Cuál de ellos es usted?
Palabras finales para la versión al español
Espero que haya sido bendecido y desafiado por La Gran Decepción del Evangelio. Ahora tengo dos peticiones para usted.
Primera, ¿sería tan amable de escribirme y decirme cómo este libro ha impactado su vida y ministerio? Puede escribirme por medio del correo electrónico en [email protected] o puede usar la siguiente dirección:
Shepherd Serve P.O. Box 12854 Pittsburgh, PA 15241 USA
Segunda, ¿entregaría este libro a otro líder o pastor cristiano? Nuestro objetivo es que cada líder cristiano latinoamericano lo lea, pero eso sólo sucederá con su ayuda. Sería un crimen que usted guardara este libro en su biblioteca personal. Regálelo, o por lo menos préstelo a algún otro líder cristiano que se pueda beneficiar de él. ¡De gracia recibiste, dad de gracia!
Gracias, y que Dios le bendiga por su obediencia.
David Servant