La Práctica de Mateo 18:15-17

(The Practice of Matthew 18:15-17)

Aunque los cuatro pasos de reconciliación dados por Jesús son bastante simples de entender, pueden ser muy difíciles a la hora de la práctica. Cuando Jesús presentó estos cuatro pasos Él lo hizo desde la perspectiva de cuando un hermano A está convencido y seguro de que el hermano B ha pecado contra él. Sin embargo, el hermano A puede en realidad estar equivocado. Así que imaginemos una situación en donde cada caso posible es considerado.

Si el hermano A está convencido de que el hermano B ha pecado contra él, él debe asegurarse de que no está siendo exageradamente crítico, viendo la paja en el ojo del hermano B. Debemos ignorar muchas ofensas menores y extender la misericordia (ver Mateo 7:3-5). Sin embargo, si el hermano A tiene algún resentimiento contra el hermano B por una ofensa mayor, debe confrontarlo.

Debe hacerlo en privado, obedeciendo la orden de Jesús, demostrando su amor por el hermano B. Su motivación debe de ser el amor y su meta la reconciliación. No le debe decir a nadie más acerca de esa ofensa. “El amor cubre multitud de pecados” (1 Pedro 4:8). Si amamos a alguien, no hablaremos de sus pecados; los ocultaremos.

La confrontación debe de ser gentil, demostrando amor. Hay que decir algo como, “hermano B, realmente valoro nuestra amistad, pero ha pasado algo que ha creado una división en mi corazón contra ti. No quiero que esa división esté ahí, por lo cual debo decirte el porqué yo siento que has pecado contra mí y así poder reconciliarnos. Y si yo he hecho algo que ha contribuido a este problema, quiero que me lo digas”. Luego, gentilmente hay que explicarle al hermano B la naturaleza de su ofensa.

En la mayoría de los casos, el hermano B ni siquiera se había enterado que había ofendido al hermano A, y tan pronto como lo sabe, pedirá perdón. Si esto es lo que pasa, el hermano A debe inmediatamente perdonar al hermano B. Y así se habrá dado la reconciliación.

Otro posible escenario puede ser que el hermano B trate de justificar su pecado en contra del hermano A al decirle que él sólo estaba reaccionando en contra de la ofensa que el hermano A le había hecho anteriormente. Si este es el caso, el hermano B debió haber confrontado al hermano A desde antes. Pero por lo menos ahora existe el diálogo y la esperanza de una reconciliación.

En tales casos, las partes ofendidas deben discutir lo que pasó, admitiendo sus faltas al grado de que cada uno acepte su culpa y después ofrecer y recibir el perdón mutuo. De esta forma la reconciliación tiene lugar.

Un tercer escenario sería que el hermano A y el hermano B no sean capaces de reconciliarse. En este caso ellos deben de buscar ayuda y es tiempo de seguir con el segundo paso que nos dio Jesús.

En Resumen

(In Summary)

Como ministros que hacemos discípulos y que somos llamados a “reprobar, reprender, exhortar, con toda paciencia e instrucción” (ver 2 Timoteo 4:2), no nos olvidemos de nuestro llamado. Enseñemos a nuestros discípulos a amarse los unos a los otros por medio de una tolerancia misericordiosa, con una confrontación gentil cuando sea necesaria, con una confrontación adicional con la ayuda de otros cuando sea necesaria, y que se otorgue el perdón cuando sea pedido. Esto es mucho mejor que el falso perdón que no trae sanidad a las relaciones rotas. Seamos obedientes a Dios en cada aspecto concerniente a mantener la iglesia pura y santa, como alabanza a su nombre.

Para otro estudio concerniente a la confrontación y a la disciplina de la iglesia, vea Romanos 16:17-18; 2 Corintios 13: 1-3; Gálatas 2:11-14; 2 Tesalonicenses 3:6, 14-15; 1 Timoteo 1: 19-20, 5:19-20; Tito 3:10-11; Santiago 5:19-20; 2 Juan 10-11.

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Capítulo Veinticuatro – Confrontación, Perdón y Reconciliación » En Resumen

El Tercer Paso

(Step Three)

Si el hermano A o el hermano B no aceptan el juicio de los hermanos C y D, el problema deberá llevarse ante la iglesia. Este tercer paso no se realiza en las iglesias institucionales, y esto es por una buena razón, pues inevitablemente terminaría con una congregación dividida según el hermano de su preferencia. Jesús nunca tuvo la intención de que las iglesias locales fueran más grandes que una casa. Para el tercer paso Jesús estaba pensando en una congregación pequeña donde todos se conocen y todos se preocupan por los hermanos A y B. En la iglesia institucional el tercer paso debe realizarse con un grupo pequeño que consista de gente que ame y conozca a las personas A y B. Si los hermanos A y B son miembros de diferentes cuerpos locales, los miembros de las dos iglesias más adecuados para el caso deberán tomar parte en este grupo.

Una vez que la iglesia ha emitido su juicio, los hermanos A y B deben someterse a este juicio, conociendo las consecuencias de la falta de sometimiento. Se deben pedir las disculpas apropiadas, el perdón y la reconciliación deben tomar lugar.

Si el hermano A o B no acepta el juicio y no quiere pedir disculpas, deberá ser destituido de la iglesia y ninguno de los hermanos de la iglesia deberá asociarse con él. Con frecuencia, cuando se llega a este punto, la persona que no se arrepiente voluntariamente renunciará a la iglesia a la que asiste y quizás ya lo haya hecho desde uno de los pasos anteriores, si no logra lo que desea. Esto revela su falta de compromiso para amar a su familia espiritual.

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Capítulo Veinticuatro – Confrontación, Perdón y Reconciliación » El Tercer Paso

El ejemplo de Dios

(God's Example)

Así como hemos considerado nuestra responsabilidad de perdonar a otros, también debemos preguntarnos, ¿por qué Dios esperaría que nosotros hiciéramos algo que Dios mismo no hace? Ciertamente Dios ama a la gente culpable y extiende su misericordia en ofrenda para perdonarlos. Dios guarda su ira y da tiempo para el arrepentimiento. Pero su perdón está sujeto a nuestro arrepentimiento. Dios no perdona a los culpables a menos que se arrepientan. Así que, ¿por qué pensar que Dios esperaría más de nosotros?

¿Quiere decir esto, quizás, que es posible que la falta de perdón, que es tan grave ante los ojos de Dios, es específicamente el no perdonar a aquellos que piden nuestro perdón? Es interesante que después que Cristo presentó los cuatro pasos de la disciplina de la iglesia, Pedro le pregunta,

“Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete” (Mateo 18:21-22)

¿Pensaba Pedro que Cristo quería que perdonara cientos de veces por cientos de pecados a un hermano que no se había arrepentido, cuando Cristo le había dicho unos minutos antes que trataran como gentil o publicano a un hermano que no se arrepintiera? Esto no parece armonizar. De nuevo, usted no trata a una persona con aborrecimiento si la ha perdonado.

Otra pregunta en la que deberíamos pensar es: Si Cristo espera que perdonemos cientos de veces por cientos de pecados a un creyente que nunca se ha arrepentido y proseguir con nuestra relación con dicho hermano, entonces ¿por qué Cristo nos permite terminar con el matrimonio por tan sólo un pecado que se cometa en contra de nosotros, el pecado de adulterio, si nuestra pareja no se arrepiente (ver Mateo 5:32)?[1] Esto no parece tener sentido.


[1] Si un cristiano unido en matrimonio adultera, debemos llevarlo por los tres pasos de reconciliación que Jesús nos instruyó antes de llevar a cabo un divorcio. Si esta persona adúltera se arrepiente, debemos de perdonarle conforme al mandamiento de Jesús.

 

El Segundo Paso

(Step Two)

Lo mejor sería si el hermano A y el hermano B acordaran sobre quién les servirá de testigo para lograr su reconciliación. Preferiblemente el hermano C y D deben conocer y amar a los hermanos A y B para asegurar imparcialidad. Y sólo los hermanos C y D deben saber acerca de la disputa por amor y respeto a los hermanos A y B.

Si el hermano B no coopera en este punto, el hermano A deberá buscar otros dos que le ayuden.

Si los hermanos C y D son sabios, no harán ningún juicio hasta que ellos hayan escuchando los puntos de vista de los hermanos A y B. Una vez que los hermanos C y D hayan rendido juicio, los hermanos A y B deben someterse a su decisión y pedir las disculpas y restituir lo necesario, según lo recomendado para uno de ellos o para ambos.

Los hermanos C y D no deben tratar de parecer más imparciales ni tomar un menor riesgo personal al recomendar a los dos hermanos A y B que se arrepientan cuando sólo uno de los hermanos debe hacerlo. Los hermanos C y D deben saber que si el hermano A o el hermano B no acepta su juicio, se apelará frente a toda la iglesia y su juicio cobarde será evidente a todos. La tentación que podrían experimentar los hermanos C y D al tratar de mantener la amistad con A y B comprometiendo la verdad es una buena razón del porqué dos jueces son mejores que uno, pues se pueden fortalecer el uno al otro para decir la verdad. Más aún, su decisión llevará más peso ante los hermanos A y B.

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Capítulo Veinticuatro – Confrontación, Perdón y Reconciliación » El Segundo Paso

Confrontación, Perdón y Reconciliación

(Confrontation, Forgiveness and Reconciliation)

Cuando estudiamos el Sermón del Monte de Nuestro Señor Jesucristo en un capítulo anterior, aprendimos lo importante que es el perdonar a aquellos que pecan contra nosotros. Si no los perdonamos, Cristo solemnemente prometió que Dios no nos perdonaría (ver mateo 6:14-15).

¿Qué significa perdonar a alguien? Consideremos lo que la Escritura nos dice.

Cristo comparó el perdón con el hecho de olvidar la deuda de alguien (ver Mateo 18:23-35). Imagine a alguien que le debe dinero y usted le dice que ya no le debe nada. Usted destruye el documento que certifica esa deuda, ya no esperará que le paguen ese dinero y no estará enojado con su deudor. Ahora miras a tu deudor de una forma diferente a la manera en que lo veías cuando te debía dinero.

También podemos entender mejor el significado de perdonar si consideramos lo que es ser perdonado por Dios. Cuando Dios perdona nuestros pecados, Él ya no toma en cuenta lo que hicimos y que no era de su agrado. Dios ya no está enojado con nosotros por aquel pecado. Dios no nos disciplinará o castigará por lo que hicimos. Nos hemos reconciliado con Dios.

Del mismo modo, si verdaderamente perdono a alguien, yo hago libre a esa persona en mi corazón, dejando atrás el deseo de justicia o venganza y mostrando misericordia. Ya no estoy enojado con esa persona que había pecado contra mí. Nos hemos reconciliado. Si yo guardo rencor o enojo en contra de alguien, es porque aún no le he perdonado.

Los cristianos frecuentemente caen en este error. Dicen que han perdonado a alguien, sabiendo qué es lo que deben hacer, pero todavía guardan rencor y enojo dentro de sí y en contra de su ofensor. Evitan ver al ofensor porque les causa un enojo interno que puede hacerse evidente de nuevo. Yo sé de lo que estoy hablando, porque he caído en esto antes. No te mientas a ti mismo. Recuerda que Cristo no quiere que estemos enojados con otro creyente (ver Mateo 5:22).

Ahora déjame hacerte una pregunta: ¿A quien se le perdona más fácilmente, al que ofende y pide perdón o al que ofende y no pide perdón? Por supuesto, estamos de acuerdo que es mucho más fácil perdonar al ofensor que admite su error y pide nuestro perdón. De hecho, es infinitamente más fácil el perdonar a alguien que pide perdón que a alguien que no lo pide. El perdonar a alguien que no lo pide es prácticamente imposible.

Consideremos esto desde otro ángulo. Si el negarse a perdonar a un ofensor que se arrepiente y el negarse a perdonar a un ofensor que no se arrepiente son acciones erróneas, ¿cuál pecado es más grande? Creo que si todos estamos de acuerdo en que las dos acciones son erróneas, el negarse a perdonar a un ofensor que se arrepiente sería un mal mayor.

La Cena del Señor

(The Lord's Supper)

Esta cena tiene su origen en el Antiguo Testamento en la fiesta de la Pascua. En la noche cuando Dios liberó a Israel de la esclavitud de Egipto, Dios instruyó a cada casa para que sacrificara a un cordero de un año y pusiera su sangre en el dintel y en el quicio de las puertas de sus casas. Cuando el “ángel de la muerte” cruzaba la nación esa noche, matando a todos los primogénitos en Egipto, el ángel miraba la sangre en las casas de los israelitas y “pasaba de lejos”.

Además, los israelitas debían celebrar una fiesta esa noche al comer el Cordero de la Pascua y al comer pan sin levadura por siete días. Era una orden permanente para Israel, al celebrar la pascua cada año en la misma fecha (ver Éxodo 12:1-28). Obviamente, el cordero de la Pascua estaba representando a Cristo, quien es llamado “nuestra Pascua” en 1 Corintios 5:7.

Cuando Cristo instituyó la Santa Cena, Él y sus discípulos estaban celebrando la Pascua. Cristo fue crucificado durante esta fecha, verdaderamente cumpliendo con su llamado como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).

El pan que comemos y el jugo que bebemos son símbolo del cuerpo de Cristo que fue partido por nosotros, y su sangre que fue vertida para la redención de nuestros pecados:

“Mientras comían, tomó Jesús el pan, lo bendijo, lo partió y dio a sus discípulos, diciendo: Tomad, comed; este es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos, porque esto es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada para perdón de los pecados. Os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre” (Mateo 26:26-29).

Pablo contó esta historia de esta forma:

“Yo recibí del Señor lo que también os he instruido: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan: y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Así mismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebáis, en memoria de mí. Así pues, todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga” (1 Corintios 11:23-26).

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Capítulo Veintitres – Los Sacramentos » La Cena del Señor

Los Sacramentos

(The Sacraments)

Cristo le dio a la iglesia sólo dos sacramentos: el bautismo en agua (ver Mateo 28:19) y la Santa Cena (ver 1 Corintios 11:23-26). Estudiaremos primero el bautismo en agua.

Bajo el Nuevo Pacto cada creyente debe experimentar tres bautismos diferentes. Estos son: El bautismo en el cuerpo de Cristo, el bautismo en agua, y el bautismo en el Espíritu Santo.

Cuando una persona nace de nuevo, automáticamente es bautizado dentro del cuerpo de Cristo. Esto quiere decir que esta persona llega a ser un miembro del cuerpo de Cristo, la iglesia:

“Porque por un sólo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo” (1 Corintios 12:13; ver también Romanos 6:3; Efesios 1:22-23; Colosenses 1:18, 24).

El ser bautizado en el Espíritu Santo es una experiencia subsiguiente a la salvación, y este bautismo puede ser y debe ser recibido por cada creyente.

Finalmente, cada creyente debe ser bautizado en agua tan pronto como sea posible luego de que se arrepienta y crea en Jesús. El Bautismo debe ser el primer acto de obediencia de cada nuevo creyente:

“Y les dijo: id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea será condenado” (Marcos 16:15-16, énfasis agregado).

La iglesia primitiva consideraba el mandamiento de Cristo acerca del bautismo como algo muy importante. Casi sin ninguna excepción, los nuevos convertidos eran bautizados inmediatamente después de su conversión ( ver Hechos 2:37-41; 8:12-16, 36-39; 9:17-19; 10:44-48; 16:31-33; 18:5-8; 19:1-5).

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Capítulo Veintitres – Los Sacramentos » Los Sacramentos

El Simbolismo del Bautismo en la Escritura

(The Scriptural Symbolism of Baptism)

El bautismo en agua simboliza muchas cosas que ya han ocurrido en la vida del nuevo creyente. Simplemente, esto significa que nuestros pecados han sido lavados y ahora estamos limpios delante de Dios. Cuando Ananías fue enviado a Saulo (Pablo) poco después de su conversión, Ananías le dijo:

“Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate, bautízate y lava tus pecados invocando su nombre” (Hechos 22:16, énfasis agregado).

Segundo, el bautismo en agua simboliza nuestra identificación con Cristo y su muerte, sepultura y resurrección. Una vez que nacemos de nuevo y formamos parte del cuerpo de Cristo, Dios nos considera “en Cristo” de aquí en adelante. Debido a que Él fue nuestro sustituto, Dios nos atribuye todo lo que Él hizo a nuestro favor. Así que “en Cristo” hemos muerto, hemos sido sepultados, y hemos resucitado de la muerte para vivir como nuevas personas:

“¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Romanos 6:3-4).

“Con él fuisteis sepultados en el bautismo, y en él fuisteis también resucitados por la fe en el poder de Dios que lo levantó de los muertos” (Colosenses 2:12).

Cada nuevo creyente debe de ser instruido en estas importantes verdades cuando es bautizado en agua, y debe ser bautizado tan pronto como sea posible después de que cree en Cristo.

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Capítulo Veintitres – Los Sacramentos » El Simbolismo del Bautismo en la Escritura

Algunas Ideas sin Fundamento Bíblico Acerca del Bautismo

(Some Unscriptural Ideas About Baptism)

Algunos practican el bautismo al rociar unas cuantas gotas de agua sobre los nuevos convertidos. ¿Es esto correcto? La palabra bautismo traducida al griego en el Nuevo Testamento es baptizo, que literalmente significa “sumergirse”. Por lo tanto, aquellos que son bautizados en agua deben ser sumergidos en el agua y no ser simplemente rociados con unas cuantas gotas de agua. El simbolismo del bautismo cristiano, el cual estudiaremos, también apoya la idea de sumergirse.

Algunos practican el bautismo en los infantes, pero no hay ejemplos en la Escritura acerca del bautismo de un infante. Esta práctica tiene su origen en una falsa doctrina conocida como “regeneración bautismal” la idea de que una persona nace de nuevo en el momento en que es bautizada. La Escritura instruye claramente que las personas primeramente deben creer en Cristo antes de ser bautizadas. Por esto, los infantes que tienen la suficiente edad para arrepentirse y seguir los requisitos del bautismo, pueden ser bautizados, pero no los bebés o infantes menores.

Algunos dicen que aunque una persona crea en Cristo, no puede ser salva hasta que sea bautizada en agua. Esto no es verdad de acuerdo con la Escritura. En Hechos 10:44-48 y 11:17, leemos que la casa de Cornelio fue salva y bautizada en el Espíritu Santo antes de que alguno de ellos fuera bautizado en agua. Es imposible para cualquiera el ser bautizado en el Espíritu Santo y después ser salvo (ver Juan 14:17).

Algunos dicen que a menos que las personas sean bautizadas de acuerdo a su fórmula particular, no pueden ser salvas realmente. La Escritura no provee ningún ritual específico que debe ser seguido a la hora del bautismo. Por ejemplo, algunos dicen que un creyente no es salvo si ha sido bautizado “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19) en vez de “en el nombre de Jesús” (Hechos 8:16). Este tipo de gente muestra el mismo espíritu que dominaba a los fariseos, que colaban el mosquito y tragaban el camello. ¡Qué tragedia es cuando los cristianos debaten acerca de las palabras correctas para el bautismo en tanto el mundo espera para escuchar el evangelio!