Los Hijos de Una Familia Cristiana

(Children of a Christian Family)

A los hijos se les debe instruir a someterse completamente en obediencia a sus padres cristianos. Y si lo hacen, les espera una larga vida y otras bendiciones que son promesa:

“Hijos, obedeced en Dios a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bien y seas de larga vida sobre la Tierra” (Efesios 6:1-3).

Los padres cristianos, como cabeza de sus familias, tienen la responsabilidad principal en el entrenamiento de sus hijos:

“Y vosotros, padres no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor ” (Efesios 6:4).

Nótese que la responsabilidad del padre se divide en dos: criarlos en disciplina y con las instrucciones de Dios. Primeramente consideremos la necesidad de disciplinar a los hijos.

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Capítulo Veintiuno – La Familia Cristiana » Los Hijos de Una Familia Cristiana

La Responsabilidad del Padre de Instruir

(Parents' Responsibility to Instruct)

Como leemos en Efesios 6:4, los padres no son sólo los responsables de disciplinar a sus hijos, sino también se espera que les instruyan en Dios. No es la responsabilidad de la iglesia el darle al infante las instrucciones morales de la Biblia, el carácter cristiano, o la teología. Eso es el trabajo del padre. Los padres que relegan toda la responsabilidad a los maestros de la escuela dominical de instruir a sus hijos acerca de Dios, cometen un error muy serio. Dios le dijo a Israel por medio de Moisés:

“Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón. se las repetirás a tus hijos, y les hablarás de ellas estando en tu casa y andando por el camino, al acostarte y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:6-7, énfasis agregado).

Los padres cristianos deben presentar a Dios a sus hijos desde una edad muy temprana y decirles quién es Dios y cuánto les ama. Los hijos más jóvenes deben ser instruidos acerca del nacimiento de Cristo, su vida, su muerte y su resurrección. Muchos hijos pueden entender el mensaje del evangelio a una edad de cinco o seis años y pueden tomar la decisión de servir a Dios. Luego (a la edad de seis o siete y a veces aún mas jóvenes), pueden recibir el bautismo en el Espíritu Santo con la evidencia de hablar en lenguas. Por supuesto, que esto no puede ser una regla general porque cada infante es diferente. El punto principal es que los padres cristianos deben convertir el entrenamiento espiritual de sus hijos en su principal prioridad.

 

Las Prioridades del Ministerio, Matrimonio y Familia

(The Priorities of Ministry, Marriage and Family)

Tal vez el error más común que cometen los líderes cristianos es descuidar sus matrimonios y familias por dedicarse a sus ministerios. Ellos se justifican diciendo que su sacrificio es “por la obra de Dios”.

Este error se remedia cuando el ministro que hace discípulos se da cuenta que su verdadera obediencia y devoción a Dios es reflejada por las relaciones con su esposa y sus hijos. Un ministro no puede decir que es entregado a Dios, si no ama a su esposa como Cristo ama a la iglesia, o si se niega a pasar el tiempo necesario con sus hijos para criarlos en el cuidado y amonestación de Dios.

Inclusive, el dejar a un lado a la esposa y a los hijos por causa del “ministerio” es usualmente una prueba clara de un ministerio carnal que se hace en el poder y fuerza de uno mismo. Muchos pastores institucionales que cargan con mucho trabajo son un ejemplo de esto, pues siempre se encuentran exhaustos por mantener todos los programas en orden.

Cristo promete que su yugo es fácil y su carga ligera (ver Mateo 11:30). Dios no llama a ningún ministro para que muestre su devoción por el mundo y la iglesia dejando a su familia sin su amor. De hecho, un requisito para cualquier anciano es que debe gobernar bien su casa (ver 1 Timoteo 3:4). Sus relaciones con su familia son la prueba de su ejercicio en el ministerio.

Aquellos que son llamados a viajar por causa del ministerio y que deben pasar mucho tiempo lejos de sus familias, deben pasar tiempo extra con sus familias cuando se encuentran en casa. Los miembros del cuerpo de Cristo deben hacer todo lo que se encuentre a su alcance para hacer tales arreglos posibles. El ministro que hace discípulos se da cuenta que sus propios hijos son sus primeros discípulos. Si falla en esta tarea, no tiene derecho de discipular a otros fuera de casa.

La Palabra de Dios para los Maridos

(God's Word to Husbands)

A los maridos, Dios les dice:

“Maridos, amad a vuestras mujeres, igual que Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella. Maridos….. De igual forma deben amar también a sus propias esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama; pues nadie odió nunca a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo…. cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido” (Efesios 5: 25, 28-30, 33).

A los maridos se les ordena amar a sus esposas como Cristo ama a la iglesia. ¡Esa no es cualquier responsabilidad! Cualquier mujer se puede someter con gozo a alguien que la ame tanto como Cristo la ama, ya que él dio su propia vida mostrando su amor con su sacrificio. De igual forma que Cristo ama a su propio cuerpo, la iglesia, un marido debe amar a su esposa de igual modo, pues son “una carne” (ver Efesios 5:31). Si un marido ama a su esposa como debe ser, proveerá para ella, la cuidará, la honrará, la ayudará, la alentará, y le hará compañía. Si el marido falla en su responsabilidad de amar a su esposa, el marido corre peligro de entorpecer la respuesta a sus propias oraciones:

“Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (1 Pedro 3:7, énfasis agregado).

Por supuesto que nunca ha habido un matrimonio que esté completamente libre de conflictos y desacuerdos. Sin embargo, con el compromiso y el desarrollo de los frutos del espíritu en nuestras vidas, los maridos y sus esposas pueden aprender a vivir armoniosamente y pueden experimentar la creciente bendición de un matrimonio cristiano. Los problemas inevitables que surgen en todos los matrimonios son oportunidades para que cada uno aprenda a crecer y a madurar a la semejanza de Cristo.

Para un estudio adicional acerca de los deberes de los maridos y las esposas, vea Gen 2:15-25; Proverbios 19:13; 21:9, 19; 27:15-16; 31:10-31; 1 Corintios 11:3; 13:1-8; Colosenses 3:18-19; 1 Timoteo 3:4-5; Tito 2:3-5; 1 Pedro 3:1-7).

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Capítulo Veintiuno – La Familia Cristiana » La Palabra de Dios para los Maridos

La Disciplina del Hijo

(Child Discipline)

El hijo que nunca se disciplina crece egoísta y rebelde a las autoridades. Los hijos deben ser disciplinados cada vez que desobedecen desafiantemente las reglas razonables que han sido establecidas de antemano por sus padres. Los hijos no deben ser castigados por errores comunes de su infancia. Sin embargo, ellos siempre se deben enfrentar a las consecuencias de sus errores e irresponsabilidades, lo cual les ayuda a prepararse para las realidades de la vida adulta.

Los niños pequeños deben ser disciplinados al castigárseles de la forma en que expone la Palabra. Por supuesto que a los recién nacidos y de poca edad no se les debe pegar, lo cual no quiere decir que a estos niños se les deje hacer lo que quieran. De hecho, desde el momento en que nace el niño, debe quedar en claro que el padre y la madre están a cargo y no el bebé. A ellos se les puede instruir desde una edad muy temprana lo que significa la palabra “no” simplemente al impedirles hacer lo que hacen o están a punto de hacer. Una vez que entiendan la palabra “no”, un suave golpe en sus nalgas les hace entender mucho mejor durante esos momentos de desobediencia. Si esto se hace con la frecuencia necesaria, los hijos aprenden a obedecer desde una temprana edad.

Los padres pueden establecer su autoridad al no reforzar una conducta indeseable en sus hijos, como el darles siempre lo que quieren cada vez que lloran. Al hacer esto, estamos instruyendo a nuestros hijos para que lloren cada vez que desean algo. O si los padres atienden a las “necesidades” de sus hijos cada vez que tienen una rabieta, los padres están alentando esa conducta indeseable e inapropiada. Los padres sabios recompensan solamente la conducta apropiada y deseable en sus hijos.

El pegarles como dice la Escritura, no debe herir físicamente a los hijos pero debe generar suficiente dolor al niño desobediente. En esta forma, el hijo aprende a asociar la desobediencia con el dolor. Por esto la Biblia afirma:

“El que no aplica el castigo aborrece a su hijo….la necedad está ligada al corazón del muchacho, pero la vara de la corrección la alejará del muchacho….No rehúses corregir al muchacho, porque si lo castigas con vara, no muere. Castígalo con la vara y librarás su alma del Seol….La vara y la corrección dan sabiduría, pero el muchacho consentido apena a su madre” (Proverbios 13:24; 22:15; 23:13-14; 29:15).

Cuando los padres simplemente siguen las reglas, no tienen que amenazar a sus hijos para que obedezcan. Si un hijo desobedece desafiantemente, se le debe aplicar la vara. Si un padre amenaza con pegarle a su hijo desobediente pero no lo hace, el padre motiva al hijo a continuar en desobediencia. Como resultado, el hijo no aprende la importancia de la obediencia a sus padres hasta que las amenazas verbales de los padres alcanzan cierto volumen.

Luego de que se le ha aplicado el castigo al hijo, el niño debe ser abrazado y lleno del amor de sus padres.

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Capítulo Veintiuno – La Familia Cristiana » La Disciplina del Hijo

La Familia Cristiana

(The Christian Family)

Dios, por supuesto, propuso la idea de las familias. Es normal el pensar que Dios nos pueda ofrecer instrucciones acerca del funcionamiento de las familias y advertirnos de las trampas que destruyen a las familias. Verdaderamente, Dios nos ha dado muchos principios en su Palabra con respecto a la estructura de la familia y el papel de cada uno de los miembros. Cuando estas instrucciones bíblicas se siguen, las familias experimentan todas las bendiciones y el gozo que Dios tiene para ellas. Cuando se violan estas instrucciones, el resultado es el asolamiento y la pena.

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Capítulo Veintiuno – La Familia Cristiana » La Familia Cristiana

Entrenando a un Hijo

(Train Up a Child)

Los padres cristianos deben darse cuenta que tienen la responsabilidad de formar a sus hijos, como lo leemos en Proverbios 22:6: “instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo se apartará de él” (énfasis agregado).

El instruir incluye el castigo por la desobediencia y la recompensa por la buena conducta. Los hijos necesitan ser frecuentemente alabados por sus padres para reforzar su buen comportamiento y características deseables. Los hijos deben saber con frecuencia que son amados, aceptados y apreciados por sus padres. Los padres pueden mostrar su amor por medio de alabanzas, abrazos, besos y del tiempo que pasan con ellos.

El “formar o entrenar” quiere decir “hacerlos obedecer”. Por lo tanto los padres cristianos no deben darle la alternativa a sus hijos de si quieren o no ir a la iglesia u orar diariamente. Los hijos no son los suficientemente responsables para saber qué es lo mejor para ellos, y por esto Dios les dio a sus padres. A los padres que invierten su esfuerzo y energía para ver a sus hijos entrenados apropiadamente, Dios les promete que sus hijos no se van a alejar del camino correcto cuando sean viejos, como lo acabamos de leer en Proverbios 22:6.

A los hijos se les debe dar mayores responsabilidades de acuerdo a su edad. La meta de la paternidad efectiva es preparar gradualmente a sus hijos para las responsabilidades de la vida adulta. Conforme crecen los hijos, se les debe dar más libertad para tomar sus propias decisiones. Además, el adolescente debe entender que acepta las consecuencias de sus decisiones y que sus padres no siempre van a estar ahí para “sacarlo” de sus problemas.

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Capítulo Veintiuno – La Familia Cristiana » Entrenando a un Hijo

El Papel del Marido y La Esposa

(The Role of Husband and Wife)

Dios ha creado a la familia cristiana con cierta estructura. Debido a que esta estructura proporciona la estabilidad para la vida en familia, Satanás trabaja fuerte para pervertir lo que Dios ha creado.

Primero, Dios ha ordenado que el marido sea la cabeza de la unidad familiar. Esto no le da al marido el derecho de dominar a la esposa y a sus hijos para su propio beneficio. Dios ha llamado a los maridos para amar, proteger, proveer, y para dirigir a sus familias como cabeza. Dios cree que las esposas deben ser sumisas al liderazgo de sus maridos. La Escritura lo deja claro:

“Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como a Dios. Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y El es su salvador. Así que, como la iglesia esta sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo” (Efesios 5:22-24).

El marido no es la cabeza espiritual de su esposa, Jesús es el que cumple ese papel. Cristo es la cabeza espiritual de la iglesia, y la esposa cristiana debe ser un miembro de la iglesia como su marido cristiano lo es. Sin embargo, en la familia, el marido cristiano es la cabeza de su esposa e hijos, y ellos deben someterse a su autoridad dada por Dios.

¿Hasta qué grado debe someterse la esposa a su marido? Ella debe someterse en todo, tal como Pablo lo dijo. La única excepción a esa regla es si su marido espera que ella desobedezca la Palabra de Dios o que haga algo que viole su conciencia. Por supuesto, ningún marido cristiano esperaría que su esposa violara la palabra de Dios o su conciencia. El marido no es el señor de su esposa, sino que Cristo ocupa ese lugar en su vida. Si ella debe escoger a quien obedecer, ella debe escoger a Cristo.

Los maridos deben recordar que Dios no siempre “se encuentra de su lado”. Dios le dijo una vez a Abraham que hiciera lo que su esposa Sara le ordenara (ver Génesis 21:10-12). La Escritura registra que Abigail desobedeció a su marido insensato Nabal y detuvo una catástrofe (ver 1 Samuel 25:2-38).

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Capítulo Veintiuno – La Familia Cristiana » El Papel del Marido y La Esposa

El Sexo en el Matrimonio

(Sex in Marriage)

Dios es el inventor del sexo, y obviamente el sexo fue creado tanto para el placer como para procrear. Sin embargo, la Biblia deja claro que las relaciones sexuales son para disfrutarse entre dos personas que deciden vivir juntas en un pacto matrimonial para toda la vida.

Las relaciones sexuales fuera del matrimonio se clasifican como adulterio o como fornicación. Pablo dijo que aquellos que practican estas cosas no son herederos del Reino de Dios (ver 1 Corintios 6:9-11). Aunque un cristiano se vea tentado y pueda adulterar o fornicar, se encuentra con un sentimiento de condenación en su espíritu que lo lleva al arrepentimiento.

Pablo también da algunas instrucciones concretas acerca de las responsabilidades sexuales del marido y su mujer:

“Sin embargo, por causa de las fornicaciones tenga cada uno su propia mujer, y tenga cada una su propio marido. El marido debe cumplir con su mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con su marido. La mujer no tiene dominio sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido dominio sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro, a no ser por un tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración. Luego volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia” (1 Corintios 7:2-5).

Este verso deja claro que el sexo no debe ser usado como una “recompensa” de parte del esposo o la esposa, porque ninguno tiene autoridad sobre su propio cuerpo.

Inclusive, el sexo es un regalo dado por Dios y no es pecado mientras se practique dentro del matrimonio. Pablo motiva a los matrimonios cristianos a tener relaciones sexuales. Más aún, encontramos este consejo para los esposos cristianos en el libro de los Proverbios:

“Sea bendito tu manantial y alégrate con la mujer de tu juventud, cierva amada, graciosa gacela. Que sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y recréate siempre en su amor” (Proverbios 5:18-19).[1]

Si los matrimonios cristianos quieren satisfacerse mutuamente en sus relaciones sexuales, tanto los esposos como las esposas deben entender que existen muchas diferencias entre la naturaleza sexual del hombre y la de la mujer. Al hacer una comparación encontramos que la naturaleza sexual del hombre es más física, mientras que la de la mujer está conectada a sus emociones.

Los hombres se excitan sexualmente por estimulación visual (ver Mateo 5:28), mientras que las mujeres se excitan sexualmente por medio de las relaciones y por las caricias (ver 1 Corintios 7:1). Los hombres son atraídos por mujeres que se vean bien a sus ojos, mientras que la mujer tiende a sentirse atraída por razones más allá de la apariencia física. Por esto las esposas sabias lucen lo mejor que pueden para complacer a sus esposos todo el tiempo. Y por esto, los esposos sabios muestran su afecto a sus esposas todo el tiempo con abrazos, y con tiernos actos de amabilidad, en vez de esperar que sus esposas se exciten en un instante al final de la tarde.

El grado de deseo sexual de un hombre tiende a aumentar con la cantidad de semen que tenga su cuerpo, mientras que el deseo sexual de la mujer aumenta o disminuye dependiendo de su ciclo de menstrual. Los hombres tienen la capacidad de estar sexualmente excitados y experimentar el clímax sexual en unos cuantos segundos o minutos; a las mujeres esto les lleva más tiempo. Aunque normalmente el hombre se encuentra físicamente listo para el acto sexual en segundos, el cuerpo de la mujer no se encuentra listo en por lo menos media hora. Por esto los esposos sabios se toman su tiempo para acariciarlas, besarlas y estimularlas manualmente en esas partes del cuerpo que hacen que ella se sienta lista para el acto sexual. Si el hombre no sabe cuáles son esas partes del cuerpo de ella, debe preguntarle. Además, el hombre debe saber que aunque él es capaz de alcanzar solamente un clímax sexual, su esposa tiene la capacidad para un número mayor. El hombre debe procurar que a ella se le de lo que desea.

Es vital para los esposos y esposas cristianas el hablar de sus necesidades honestamente y el aprender sobre sus diferencias sexuales. Luego de un tiempo de comunicarse, descubrirse y practicar, las relaciones sexuales entre el hombre y la mujer pueden ser bendiciones en aumento.


[1] 1 Para más pruebas de que Dios no es mojigato, ver Cantares 7:1-9 y Levítico 18:1-23.

 

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Capítulo Veintiuno – La Familia Cristiana » El Sexo en el Matrimonio

Diez Reglas para Amar a sus Hijos

(Ten Rules for Loving Your Children)

1). No exaspere a sus hijos (ver Efesios 6:4). Sus hijos no pueden actuar como adultos. Si usted espera mucho de ellos, ya no querrán complacerte, sabiendo que es imposible.

2). No compares a tus hijos con otros niños. Déjales saber cuánto aprecias sus cualidades únicas y dones de Dios.

3). Déles responsabilidades en su casa para que ellos sepan que son parte importante de la unidad familiar. Los logros construyen un auto-estima saludable.

4). Pase tiempo con sus hijos. Eso les hace saber que son importantes para ti. El darles cosas materiales no sustituye el darte a ellos. Más aún, los hijos son influenciados por las personas que pasan más tiempo con ellos.

5). Si tienes que decir algo negativo, trata de decirlo en una forma positiva. Yo nunca les dije a mis hijos que eran “malos” cuando me desobedecían. Al contrario, le decía a mi hijo, “eres un buen chico y los chicos buenos no hacen lo que acabas de hacer” (y seguidamente le castigaba).

6). Explique que la palabra “no” significa “me preocupo por ti”. Cuando los hijos siempre hacen lo que quieren, por instinto saben que tú no te preocupas lo suficiente como para detenerlos.

7). Espera que tus hijos te imiten. Los hijos aprenden del ejemplo de sus padres. Un padre sabio nunca le dice a un hijo, “Has como yo digo, no como yo hago”.

8). No ayude a sus hijos en todos sus problemas. Sólo ayúdelos a mover las piedras grandes; deje que las piedras pequeñas permanezcan en sus caminos.

9). Sirve a Dios con todas tus fuerzas. He notado que los hijos de padres que no son espiritualmente activos, rara vez continúan sirviendo a Dios cuando son adultos. Los hijos cristianos de padres no cristianos y los hijos de padres que son verdaderamente comprometidos con Dios normalmente continúan sirviendo a Dios cuando “dejan su casa”.

10). Instruya a sus Hijos en la Palabra de Dios. Los padres con frecuencia le dan prioridad a la educación de sus hijos pero fallan en darles la más importante educación que ellos pueden tener, una educación de la Biblia.

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