Alabanza y Adoración

(Praise and Worship)

“Le dijo la mujer (a Jesús): Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, pero vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre tales adoradores busca que lo adoren. Dios es Espíritu, y los que lo adoran, en espíritu y en verdad es necesario que lo adoren” (Juan 4:19-24).

Estas palabras de la boca de Jesús establecen el fundamento para entender los aspectos más importantes de la adoración. Él habló de “verdaderos adoradores” y describió sus características. Esto indica que hay personas que son adoradores pero que no son verdaderos adoradores. Estas personas pueden pensar que están adorando a Dios, pero realmente no lo hacen porque no cumplen con los requisitos.

Jesús declaró lo que caracteriza a los verdaderos adoradores, ellos adoran “en espíritu y en verdad”. Por eso se puede decir que los falsos adoradores son aquellos que adoran “en la carne y en impureza”. Al actuar en la carne, los falsos adoradores pueden experimentar las emociones de la adoración, pero esto es todo lo que muestran, pues su adoración no viene de un corazón que ama a Dios.

La adoración a Dios sólo puede venir de un corazón que ama a Dios. Por lo tanto, la adoración no es sólo algo que hacemos en las reuniones de la iglesia sino que es algo que experimentamos a cada instante de nuestras vidas en tanto que obedecemos los mandamientos de Cristo. Para sorpresa nuestra, la mujer con la que Jesús hablaba la cual había estado casada cinco veces y quien vivía con un hombre que no era su esposo, ¡quería discutir con Jesús acerca del lugar apropiado para adorar a Dios! Qué representativo es el caso de esta mujer de tantas personas religiosas que acuden a los cultos de adoración, entretanto que viven una vida diaria en rebelión contra Dios. Ciertamente, no son verdaderos adoradores.

En una ocasión Jesús amonestó a los fariseos y a los escribas por su falsa e insensible adoración:

“Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: este pueblo de labios me honra, más su corazón esta lejos de mí, pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres” (Mateo 15:7-9, énfasis agregado).

Aunque los judíos y los samaritanos en los días de Jesús le daban gran énfasis al lugar donde la gente adoraba, Jesús dijo que el lugar no era importante. Más bien, es la condición del corazón de cada persona y su actitud hacia Dios lo que determina la calidad de la adoración.

Mucho de lo que se llama “adoración” en las iglesias de hoy en día no es sino un ritual muerto hecho por adoradores muertos. La gente está repitiendo como loras las palabras de otros acerca de Dios mientras cantan “canciones de adoración”, pero su adoración es en vano porque sus estilos de vida muestran lo que realmente hay en sus corazones.

Dios preferiría simplemente escuchar un “Te Amo”, dicho de corazón por uno de sus hijos obedientes, que escuchar el murmullo insensible de miles de cristianos de domingo en la mañana cantando “Cuan grande es él”.

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Canciones Espirituales

(Spiritual Songs)

Cantad a Jehová cántico nuevo, porque ha hecho maravillas” (Salmos 98:1a, énfasis agregado).

No hay nada malo en cantar canciones viejas a menos que se convierta en un ritual, por lo cual necesitaríamos un nuevo canto que venga de nuestro corazón. En el Nuevo Testamento, aprendemos que el Espíritu Santo nos ayuda a componer nuevas canciones:

“La palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros. Enseñaos y exhortaos unos a otros con toda sabiduría. Cantad con gracia en vuestros corazones al Señor, con Salmos, himnos y cánticos espirituales.” (Colosenses 3:16).

“No os embriaguéis con vino en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con Salmos, con himnos y con cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Señor y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5:18-20).

Pablo escribió que nosotros deberíamos cantar salmos, himnos y cánticos espirituales. Hay diferencia entre estos tres. Un estudio de las palabras originales en griego no ofrece mucha ayuda, pero quizá “salmos” se refiera al canto de salmos bíblicos acompañado por instrumentos musicales. “Himnos” pueden ser canciones corrientes de acción de gracias compuestas por varios creyentes en las iglesias. “Cánticos espirituales” eran probablemente canciones espontáneas dadas por el Espíritu Santo similares al don de profecía, con la excepción de que la letra sería cantada.

La alabanza y la adoración deben ser parte de nuestra vida diaria, y no sólo algo que hacemos cuando nos reunimos en la iglesia. Cada día podemos ministrar al Señor y experimentar una relación más cercana con Él.

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Formas de Adorar

(Ways to Worship)

El libro de los Salmos, el cual se puede decir que era el himnario de Israel, nos exhorta a adorar a Dios de maneras variadas. Por ejemplo en Salmos 32 leemos:

Cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón” (Salmos 32:11b, énfasis agregado).

Aunque la reverencia y la tranquilidad tienen lugar en la adoración, también lo tiene el cantar con gozo.

Alegraos, justos, en Jehová; en los íntegros es hermosa la alabanza. Aclamad a Jehová con arpa; cantadle con salterio y decacordio. Cantadle cántico nuevo; ¡Hacedlo bien, tañendo con júbilo!” (Salmos 33:1-3 énfasis agregado).

Por supuesto, deberíamos cantar al Señor en adoración, pero nuestro canto debe ser con gozo, lo cual es otra indicación de la condición del corazón. Podemos también acompañar nuestro canto de júbilo con instrumentos musicales variados. Sin embargo, debo mencionar que en muchas reuniones de iglesias, los instrumentos musicales eléctricos se usan con un volumen tan alto que la letra de las canciones no se puede escuchar del todo. A estos instrumentos se les debería bajar el volumen. ¡Los salmistas nunca tuvieron este problema!

“Así te bendeciré en mi vida; en tu nombre alzaré mis manos” (Salmos 63:4, énfasis agregado).

Como una señal de rendición y reverencia nosotros podemos alzar nuestras manos a Dios.

“Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra. Cantad la gloria de su nombre; dadle la gloria con alabanza. Decir a Dios: Cuán asombrosas son tus obras. Por la grandeza de tu poder se someterán a ti tus enemigos. Toda la tierra te adorará y cantará a ti; cantarán en tu nombre” (Salmos 66:1-4, énfasis agregado).

Debemos decirle al Señor cuán asombroso es Él y alabarlo por sus atributos maravillosos. Los Salmos son un excelente lugar para encontrar palabras apropiadas para alabar a Dios. Tenemos que ir más allá de la repetición continua que dice “Te alabo Señor” porque hay mucho más que decirle a Él.

“Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová, nuestro hacedor” (Salmos 95:6).

Aún con nuestra postura podemos expresar adoración ya sea que estemos de pie, arrodillados o postrados.

“Regocíjense los Santos por su gloria y canten aun sobre sus camas” (Salmos 149:5, énfasis agregado).

Pero no tenemos que estar de pie o arrodillados para adorar, podemos estar sobre nuestras camas.

“Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza. Alabadlo, bendecid su nombre” (Salmo 100:4, énfasis agregado).

La acción de gracias debe ser parte de nuestra adoración.

“Alaben su nombre con danza” (Salmo 149:3, énfasis agregado).

Podemos alabar al Señor con danza. Pero esta danza no debe ser en la carne, sensual o puramente para entretener.

“Alabadlo a son de bocina; alabadlo con salterio y arpa. Alabadlo con pandero y danza; alabadlo con cuerdas y flautas. Alabadlo con címbalos resonantes; alabadlo con címbalos de júbilo. Todo lo que respira alabe a Jehová” (Salmo 150:3-6).

Gracias a Dios por aquellos que tienen el don de la música. Sus dones pueden ser usados para glorificar a Dios si ellos tocan sus instrumentos con un corazón de amor.

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Adorando en Espíritu

(Worshipping in Spirit)

Algunos dicen que adorar en espíritu quiere decir orar y cantar en otras lenguas, pero esta no parece una interpretación adecuada de acuerdo a las palabras de Jesús. Él dijo que “la hora viene y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad”, indicando que ya existían algunos que reunían las condiciones para adorar “en espíritu” cuando Él hizo está declaración. Por supuesto que nadie habló en lenguas hasta el día de Pentecostés. Por lo tanto, cualquier creyente, ya sea que hable en lenguas o no, puede adorar a Dios en espíritu y verdad. El orar y cantar en otras lenguas es algo que ciertamente puede ayudar al creyente en su adoración, pero aún el orar en lenguas puede llegar a ser un ritual que no venga del corazón.

Algo interesante acerca de la adoración en la iglesia primitiva se encuentra en Hechos 13:1-2:

“Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Níger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando estos al Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” (énfasis agregado).

Note que este pasaje dice que ellos estaban ministrando al Señor. Parece razonable el pensar que esto quiere decir que ellos estaban adorándole, y por esto aprendemos que los verdaderos adoradores realmente ministran al Señor. Sin embargo, esto sólo es verdad cuando el Señor es el objeto de nuestro amor y afecto.

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Alabanza—Fe en Acción

(Praise—Faith in Action)

La alabanza y la adoración son expresiones normales de nuestra fe en Dios. Si realmente creemos en las promesas de la Palabra de Dios, entonces tendremos gozo, alabando a Dios en todo tiempo. Josué y el pueblo de Israel tuvieron que gritar primero; luego las paredes cayeron. La Biblia nos exhorta a regocijarnos en el Señor siempre (Ver Filipenses 4:4) y dar gracias en todo (Ver 1 Tesalonicenses 5:18a).

Uno de los más grandes ejemplos del poder de la alabanza se encuentra en 2 Crónicas 20, cuando la nación de Judá fue invadida por los ejércitos de Moab y Amón. En respuesta a la oración del Rey Josafat, Dios instruyó a Israel:

“No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra sino de Dios. Mañana descenderéis contra ellos; mirad, ellos subirán por la cuesta de Sis y los hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel. No tendréis que pelear vosotros en esta ocasión; apostaos y quedaos quietos; veréis como la salvación de Jehová vendrá sobre vosotros. Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque Jehová estará con vosotros” (2Crónicas 20:15b – 17).

La narración continúa:

“Cuando se levantaron por la mañana, salieron al desierto de Tecoa. Mientras ellos salían, Josafat, puesto en pie, dijo: Oídme, Judá y habitantes de Jerusalén. Creed en Jehová, vuestro Dios y estaréis seguros; creed a sus profetas y seréis prosperados. Después de consultar con el pueblo puso algunos que, vestidos de ornamentos sagrados, cantaran y alabaran a Jehová mientras salía la gente armada y que dijeran: “Glorificad a Jehová, porque su misericordia es para siempre”. Cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso emboscadas contra los hijos de Amón, de Moab y de los montes de Seir que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros. Porque los hijos de Amón y Moab se levantaron contra los de los montes de Seir para matarlos y destruirlos; y cuando acabaron con los del monte de Seir, cada cual ayudó a la destrucción de su compañero. Luego que vino Judá a la torre del desierto, miraron hacia la multitud, pero solo vieron cadáveres tendidos en la tierra, pues ninguno había escapado. Josafat y su pueblo fueron a despojarlos, y hallaron entre los cadáveres muchas riquezas, así vestidos como alhajas preciosas que tomaron para sí; tantos, que no los podían llevar. Estuvieron tres días recogiendo el botín pues era abundante” (2 Crónicas 20:20-25, énfasis agregado).

¡La alabanza con fe trae protección y provisión!

Para un próximo estudio acerca del poder de la alabanza, vea Filipenses 4:6-7 (La alabanza trae paz), 2 Crónicas 5:1-14 (La Alabanza trae la presencia de Dios), Hechos 13:1-2 (La Alabanza trae los propósitos y planes de Dios a la luz), y Hechos 16:22-26 (La Alabanza trae la preservación de parte de Dios y la liberación de prisiones).

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Una mujer a quien Jesús salvó por gracia, por medio de la fe

(A Woman Whom Jesus Saved by Grace Through Faith)

Un ejemplo perfecto de la salvación dada por gracia por medio de la fe lo encontramos en la historia del encuentro de Jesús con una mujer que había sido hallada en adulterio. Jesús le dijo, “Ni siquiera yo te condeno (esto es gracia, porque ella merecía ser condenada); vete ahora, y no peques más” (Juan 8:11, énfasis agregado). Esto es exactamente lo que Jesús esta diciéndole a cada pecador del mundo. “No te condeno ahora. Tú mereces morir y ser condenado por siempre al infierno, pero te estoy mostrando mi gracia. Mi gracia, sin embargo, es sólo temporal, así que arrepiéntete. Deja de pecar ahora, antes de que mi gracia finalice y te encuentres ante a mi trono del juicio como un pecador culpable”.

Imaginémonos que la mujer adúltera se arrepintió cuando Jesús se lo ordenó. Si ella lo hizo, fue salva por gracia, por medio de la fe. Fue salva por gracia porque, al ser pecadora, nunca hubiera podido ser salva sin la gracia de Dios. Ella nunca pudo haber dicho que era salva por sus obras. Y fue salva por medio de su fe, porque creyó en Jesús y por esto creyó lo que Él le dijo manteniendo su advertencia y apartándose de su pecado antes de que fuera muy tarde. Todos los que tengan una fe genuina en Jesús se arrepentirán, porque Jesús advirtió que, a menos que se arrepientan, ellos perecerán (ver Lucas 13:3). Jesús también declaró solemnemente que sólo los que hacen la voluntad del Padre entrarán al cielo (Mateo 7:21). Si alguno cree en Jesús, también creerá y considerará su advertencia.

Pero imaginémonos que la mujer adúltera no se arrepintió de su pecado. Ella siguió pecando y murió, hasta llegar y estar frente al trono del juicio de Jesús. Imagínese a ella diciéndole a Jesús, “¡Jesús, que bueno verte! Me acuerdo que no me condenaste por mi pecado cuando estuve frente a Ti en la tierra. Seguramente tu gracia sigue igual, no me condenaste en aquel momento, así que no me condenarás ahora”.

¿Que piensa de esto?, ¿Jesús le daría la bienvenida al paraíso? La respuesta es obvia. Pablo advirtió, “No os engañéis, ni los fornicarios… ni los adúlteros…heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6: 9-10).

Todo esto es para decir que los requisitos del discipulado de Cristo son nada más que requisitos de una fe genuina en Él, lo cual equivale a la fe salvadora. Y cualquiera que obtiene esta fe salvadora ha sido salvo por gracia, por medio de la fe. No hay fundamentos bíblicos para el hecho de que, si la salvación es por gracia, los requisitos de Jesús para el discipulado son incompatibles con los requisitos para la salvación. El discipulado no es un paso opcional para creyentes herederos del cielo; al contrario, el discipulado es evidencia de una genuina fe salvadora.[1]

Como esto es así, para ser exitoso ante los ojos de Dios, un ministro debería comenzar correctamente el proceso de hacer discípulos por medio de predicar el verdadero evangelio, llamando a la gente a tener una fe con obediencia. Cuando los ministros promueven la falsa doctrina de que el discipulado es un paso opcional de compromiso para los creyentes herederos del cielo, ellos están trabajando en contra del mandamiento de Jesús de hacer discípulos y están proclamando una gracia falsa y un evangelio falso. Sólo los verdaderos discípulos de Cristo poseen fe salvadora y van al cielo, justo como Jesús lo prometió: “No todo el que me dice, “Señor, Señor”, entrará al reino de los cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21).


[1] También es de mucha ayuda mantener en mente lo que Pablo frecuentemente afirmó, que la salvación era por gracia y no por obras, porque él estaba luchando fuertemente con el legalismo de esos días. Pablo no trataba de corregir a la gente que enseñaba que la santidad era esencial para ir al cielo, porque él mismo afirmaba y creía este hecho. Al contrario, él escribe esto para corregir a los judíos que no tenían concepto de la salvación en la gracia de Dios, ellos no veían ninguna razón para que Jesús muriera. Muchos de ellos no creían que los gentiles podían ser salvos, porque no tenían concepto de la gracia de la salvación como algo posible. Muchos pensaron que por la circuncisión, linaje físico, o mantener la ley (lo que no hicieron de todas formas) habían ganado la salvación, por esto anularon la gracia de Dios y la necesidad de la muerte de Cristo.

 

Redefinición de Discipulado

(Redefining Discipleship)

Aunque Jesús hizo una definición muy clara de lo que es un discípulo, muchos han reemplazado su definición por una propia. Por ejemplo, para algunos la palabra discípulo es un término ambiguo que aplica a cualquiera que dice ser cristiano. Para ellos, la palabra discípulo ha sido despojada de su significado bíblico.

Otros consideran el discipulado como un segundo paso opcional de compromiso para los creyentes herederos del cielo. Estos piensan que uno puede ser un creyente heredero del cielo, ¡pero no ser un discípulo de Jesús! Ya que simplemente es tan difícil ignorar los requisitos de Jesús para el discipulado que se encuentran en la Escritura, se ha enseñado que hay dos niveles de cristianos –los creyentes, que creen en Jesús y los discípulos, que creen y están comprometidos con Jesús. En línea con esta creencia, se ha dicho frecuentemente que hay muchos creyentes pero pocos discípulos, pero que ambos irán al cielo.

Esta doctrina efectivamente neutraliza el mandamiento de hacer discípulos establecido por Jesús, lo que a su vez neutraliza el hacer discípulos hoy en día. Si ser un discípulo significa el compromiso de negarse a sí mismo y aún implica trabajo difícil; si ser un discípulo es opcional, la gran mayoría de personas elegiría no ser un discípulo, especialmente si piensan que serán bienvenidos al cielo sin ser discípulos.

Así que aquí hay algunas preguntas muy importantes que tenemos que hacernos: ¿nos enseña la Escritura que podemos ser herederos del cielo sin ser discípulos de Jesucristo? ¿Es el discipulado un paso opcional para cada creyente? ¿Existen dos niveles de cristianos, los creyentes sin compromiso y los discípulos comprometidos?

La respuesta a todas estas preguntas es No. El Nuevo testamento en ninguna parte enseña que hay dos categorías de cristianos, los creyentes y los discípulos. Cuando uno lee el libro de los Hechos, uno encuentra referencias repetidas acerca de los discípulos, y obviamente estas no son referencias de una clase más alta o de creyentes más comprometidos. Todos los que creían en Jesús, eran sus discípulos[1]. De hecho, “Los discípulos fueron llamados cristianos por primera vez, en Antioquía” (Hechos 11: 26, énfasis agregado).

Es interesante notar que la palabra griega para discípulo (mathetes) es encontrada 261 veces en el Nuevo Testamento, mientras que la palabra griega para creyente (pistos) sólo se encuentra 9 veces (según se interpreta la palabra creyente en la Nueva Versión Americana Standard). La palabra griega para cristianos (christianos), se encuentra sólo tres veces. Estos hechos son suficientes para convencer a cualquier investigador honesto, que en la iglesia primitiva, los que creían en Jesús eran llamados sus discípulos.


 

[1] Los discípulos están mencionados en Hechos 6:1,2,7; 9:1, 10, 19, 25, 26, 36, 38; 11:26, 29; 13: 52; 14:20, 21, 22, 28; 15:10; 16:1; 18: 23, 27; 19:1, 9, 30; 20:1, 30; 21: 4, 16. Los creyentes están mencionados solo en Hechos 5:14; 10:45 y 16:1. En Hechos 14:21, por ejemplo, Lucas escribió, “Y después que ellos (Pablo y Bernabé) habían predicado el evangelio a esa ciudad y habían hecho muchos discípulos…” de este modo Pablo y Bernabé hicieron discípulos predicando el evangelio, y la gente era inmediatamente discipulada luego de su conversión, no después en un tiempo opcional.

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Capítulo Dos – Comenzando Correctamente » Redefinición de Discipulado

Redefinición del Arrepentimiento

(Repentance Redefined)

Aún a la luz de tantas pruebas en la escritura de que la salvación depende del arrepentimiento, algunos ministros tratan de anular esta necesidad adulterando su significado correcto para hacerla compatible con su falso concepto de la gracia de Dios. Con su nueva definición, el arrepentimiento no es más que un cambio de opinión acerca de quién es Jesús, y que sorprendentemente, no hace ningún efecto en la conducta de la persona.

Así que, ¿qué era lo que los predicadores del Nuevo Testamento esperaban al llamar a la gente al arrepentimiento? ¿Llamaban a la gente sólo a cambiar su forma de pensar acerca de Jesús o los llamaban para que tuviera un cambio de conducta?

Pablo creyó que el arrepentimiento verdadero requería un cambio de conducta. Ya hemos leído su testimonio en sus décadas de ministerio, como él lo declaró ante el rey Agripa:

“Por lo cual, rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco y en Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintieran y se convirtieran a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento” (Hechos 26:19-20), énfasis agregado).

Juan el Bautista también creyó que el arrepentimiento era más que un cambio de opinión acerca de ciertos factores teológicos. Cuando su audiencia respondió a su llamado de arrepentimiento y le preguntaron lo que debían hacer, él enumeró cambios específicos de conducta (ver Lucas 3:3, 10-14). Él también ridiculizó a los fariseos y saduceos porque únicamente fingieron arrepentirse, y les advirtió del fuego del infierno si no se arrepentían verdaderamente:

“¡Generación de víboras!, ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera? Producid pues frutos dignos de arrepentimiento… El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles, por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego “(Mateo3: 7-10, énfasis agregado).

Jesús predicó el mismo mensaje de arrepentimiento que Juan (ver Mateo 3:2; 4:17). Él una vez declaró que Nínive se arrepintió por la predicación de Jonás.

Cualquiera que lea el libro de Jonás sabrá que Nínive hizo más que simplemente cambiar de opinión. Ellos también cambiaron sus acciones, volviéndose del pecado. Jesús llamó a esto arrepentimiento.

El arrepentimiento bíblico es una voluntad de cambiar la conducta en respuesta a una auténtica fe nacida en el corazón. Cuando un ministro predica el evangelio sin mencionar la necesidad de un cambio genuino de conducta que autentica el arrepentimiento, estará trabajando en contra del deseo de Cristo para sus discípulos. Aún más, está induciendo a su audiencia a creer que pueden ser salvos sin arrepentimiento, y esto potencialmente asegura su condenación si ellos le creen. Él está trabajando en contra de Dios y para Satanás, se de cuenta de ello o no.

Si un ministro va a formar discípulos como Jesús lo mandó, tiene que empezar con el proceso correctamente. Cuando no predica el verdadero evangelio que llama al arrepentimiento y a una fe en obediencia, él está destinado a fracasar, aunque a los ojos de la gente pueda verse exitoso. Él puede tener una gran congregación, pero está construyendo con leña, heno, y paja, y cuando sus obras sean pasadas por el fuego futuro, la calidad de sus obras será probada y éstas serán consumidas (ver 1 Corintios 3:12-15).

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Capítulo Dos – Comenzando Correctamente » Redefinición del Arrepentimiento

Oraciones #3 & 4

(Sentences #3 & 4)

Ahora, la tercera y la cuarta oración:

“Porque, ¿de qué le aprovechará al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Marcos 8:36-37).

Aquí se habla de la persona que no se negará a sí misma. También es la persona que desea salvar su vida, pero la perderá. Ahora se está hablando de alguien que persigue lo que el mundo le ofrece para, en última instancia, “perder su alma”. Al comparar lo valioso de todo el mundo con el alma humana, Jesús expone la insensatez de esta persona. Por supuesto que no hay comparación. La persona puede teóricamente alcanzar todo lo que el mundo ofrece, pero, si lo que logra al final es estar en el infierno eternamente, ha cometido el más grave de los errores.

De la tercera y la cuarta oración aprendemos qué es lo que motiva a las personas a no seguir a Cristo. La razón es su deseo por la auto gratificación ofrecida por el mundo. Motivados por el amor a sí mismos, aquellos que se niegan a seguir a Cristo buscan los placeres pecaminosos, de los cuales los verdaderos seguidores de Cristo, se apartan por amarle y obedecerle a Él. Todos aquellos que tratan de ganar lo que el mundo ofrece, buscan riquezas, poder y prestigio, mientras que los verdaderos seguidores de Cristo buscan primeramente su reino y su justicia. Cualquier riqueza, poder o prestigio que ganan lo consideran un regalo de Dios, que se debe usar sin egoísmo para Su gloria.

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Otro Llamado al Compromiso

(Another Call to Commitment)

Hay muchos tipos que podríamos considerar, pero veamos otro llamado al compromiso del Señor Jesús, que no es sino un llamado a la salvación:

“Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30).

Los evangelistas utilizan frecuentemente este pasaje de la Escritura en sus invitaciones evangelísticas, y lo hacen correctamente. Estas palabras son claramente una invitación a la salvación. Aquí Jesús le ofrece descanso a aquellos que están “trabajados y cargados”. Él no está ofreciendo descanso físico para aquellos que están físicamente agotados, sino descanso para sus almas, como Él dijo. Las personas no salvas están cargadas con culpa, miedo y pecado; y cuando se cansan por esto, son buenas candidatas para la salvación.

Si esta gente quiere recibir el descanso que Jesús está ofreciendo, deben hacer dos cosas de acuerdo a Él. Deben primeramente venir a Él y luego llevar su yugo sobre ellos. Los maestros de la falsa gracia frecuentemente le dan vuelta al verdadero significado de la expresión “llevar el yugo de Jesús”. Algunos dicen que Jesús estaba hablando de un yugo que Él llevaría sobre su propio cuello, pues Él lo llamó “mi yugo”. Y Jesús debe haberse referido a un yugo doble, como ellos dicen. La mitad de este yugo estaría en el cuello de Jesús, y la otra mitad estaría vacía, esperando a que nosotros la lleváramos en nuestros cuellos. Sin embargo, debemos entender que Jesús promete que tiraría de todo arado, porque Él dijo que su yugo es fácil y ligera su carga. Por esto, nuestra única labor, de acuerdo con estos maestros, es que estemos enyugados con Jesús por fe, permitiéndole que haga todo el trabajo referente a nuestra salvación, en tanto que ¡nosotros sólo disfrutamos de los beneficios ofrecidos por su gracia! Obviamente esta interpretación está algo forzada.

No, cuando Jesús dijo que los cansados deberían tomar su yugo, Él quiso decir que deberían someterse a Él, haciéndole su Señor, permitiéndole dirigir sus vidas. Es por esto que Jesús dijo que deberíamos tomar su yugo y aprender de Él. Los no salvos son como bueyes salvajes, caminando por su propio camino y dirigiendo sus propias vidas. Cuando ellos toman el yugo de Jesús, le dan el control a Él. Y la razón por la que el yugo de Jesús es fácil y ligera su carga es porque Él nos fortalece e impulsa a obedecerle por su Espíritu que habita en nosotros.

De este modo vemos de nuevo que Jesús llamó a la gente a la salvación, en este caso simbolizada como un descanso al cansado, llamando a la gente a someterse a Él y hacerlo su Señor.

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