Una Mirada a un “Don de Sanidad” a Través de Jesús

(A Look at One "Gift of Healing" Through Jesus)

Si estudiamos todas las sanidades hechas por Jesús en el evangelio, encontramos que la mayoría de la gente fue sanada, no a través de “los dones de sanidad”, sino por su fe. Consideremos las diferencias entre estos dos tipos de sanidad al observar un ejemplo de ambos. Primero estudiaremos la historia del paralítico del tanque de Betesda, sanado no por su fe, sino a través del “don de sanidad” de Jesús.

“Hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. En estos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua, porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque y agitaba el agua; el primero que descendía al estanque después del movimiento del agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviera. Había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? El enfermo le respondió: Señor, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; mientras yo voy, otro desciende antes que yo. Jesús le dijo: levántate, toma tu camilla y anda. Al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su camilla y anduvo. Era sábado aquel día” (Juan 5:2-9).

¿Cómo sabemos que este hombre fue sanado, no por su fe, sino por el “don de sanidad”? Existen varias indicaciones de esto.

Primero, note que este hombre no estaba buscando a Jesús. Más bien, Jesús lo encontró sentado cerca del estanque. Si el hombre hubiera estado buscando a Jesús, esto hubiera sino una indicación de fe de parte de él.

Segundo, Jesús no le dijo al hombre que su fe le había sanado, como lo decía con frecuencia cuando sanaba a otra gente.

Tercero, cuando este hombre después de ser sanado fue cuestionado por los judíos acerca de quién le había dicho “Levántate y anda”, él respondió que ni siquiera sabía quien había sido el hombre que le sanó. Así que definitivamente no fue su fe en Jesús la que le trajo sanidad. Este es un caso claro de alguien que había sido sanado a través del “don de sanidad”, manifestado por la voluntad del Espíritu.

Note también que aunque había una multitud de gente enferma esperando por el movimiento de las aguas, Jesús sólo sanó a una persona, dejando al resto de la multitud enferma. ¿Por qué? Otra vez, no lo sé. Sin embargo, este incidente no prueba que era la voluntad de Dios que el resto de esta multitud se quedara enferma. Cualquiera y todas las personas enfermas de esta multitud pudieron haber sido sanas a través de su fe en Jesús. De hecho, esta puede ser la razón de por qué sólo este hombre fue sanado sobrenaturalmente, para así atraer la atención del resto de la gente a Jesús, aquel que los habría sanado si ellos hubieran creído.

Muchas veces, los “dones de sanidad” entran en la categoría de “señales y maravillas”, esto es, milagros que son designados para atraer la atención hacia Jesús. Es por eso que los evangelistas del Nuevo Testamento, como Felipe, eran equipados con una variedad de “dones de sanidad”, porque los milagros que ellos hacían atraían la atención hacia el evangelio que predicaban (ver Hechos 8:5-8).

Los cristianos enfermos no deberían esperar que alguien con “dones de sanidad” venga a sanarlos porque dicha persona y su don puede que nunca llegue. La sanidad está disponible a través de la fe en Jesús y aunque no todos sean sanos por los “dones de sanidad”, todos pueden ser sanos a través de la fe. Los dones de sanidad están en la iglesia primeramente para que los no creyentes puedan ser sanados y así atraer su atención hacia el evangelio. Esto no quiere decir que los cristianos no pueden ser sanos por el don de sanidad. Sin embargo, Dios espera que sus hijos reciban la sanidad por fe.

Algunas Instrucciones Concernientes a los Dones de Revelación

(Some Instruction Concerning Revelation Gifts)

Pablo ofreció algunas instrucciones acerca de los “dones de revelación” en relación con su manifestación a través de los profetas:

“Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen lo que ellos dicen. Y si algo le es revelado a otro que está sentado, calle el primero. Podéis profetizar todos, uno por uno, para que todos aprendan y todos sean exhortados. Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas, pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz, como en todas las iglesias de los santos” (1 Corintios 14:29-33).

Al igual que había miembros del cuerpo en Corinto que aparentemente eran usados con frecuencia con el don de interpretación de lenguas y se les conocía como “intérpretes”, así también había unos que con frecuencia eran usados en el don de profecía y revelación que eran considerados “profetas”. Estos no serían profetas de la misma clase de los profetas del Antiguo Testamento o aun como Agabo en el Nuevo Testamento (ver Hechos 11:28; 21:10). Más bien, estos ministros habrían estado limitados al cuerpo de su propia iglesia local.

Aunque podía haber más de tres profetas presentes en la reunión de la iglesia, de nuevo Pablo pone condiciones, específicamente limitando el ministerio profético a “dos o tres profetas”. De nuevo, esto sugiere que cuando el Espíritu daba un don espiritual en una de esas reuniones, más de una persona podía recibir dichos dones. Si esto no hubiera sido así, la instrucción de Pablo impediría que la congregación disfrutara de algunos dones espirituales, ya que él limitaba el número de profetas que podían hablar.

Si había más de tres profetas presentes, los otros, aunque se abstenían de hablar, podían ayudar a juzgar lo que se decía. Esto también podría indicar su habilidad para discernir lo que el Espíritu estaba diciendo y posiblemente que ellos mismos podrían haberse rendido al Espíritu para ser usados con los dones manifestados a través de los otros profetas. De otro modo, sólo hubieran podido juzgar profecías y revelaciones en una forma general, asegurando que estaban de acuerdo con la revelación que Dios ya les había dado (encontrada en la Escritura), algo que cualquier creyente maduro podía hacer.

Pablo dijo que estos profetas podían hablar en orden (ver 1 Corintios 14:31) y que “el espíritu de los profetas estaba sujeto a los profetas” (1 Corintios 14:32), indicando que cualquier profeta podía abstenerse de interrumpir al otro, aun cuando se le había dado una profecía o una revelación para compartir con la iglesia. Esto muestra que el Espíritu puede dar dones al mismo tiempo a varios profetas presentes en una reunión, pero cada profeta debía controlar cuándo compartir sus profecías y revelaciones con el cuerpo.

Esto también es verdad concerniente a cualquier don de lengua o expresión que se pueda manifestar a través de cualquier creyente. Si una persona recibe un mensaje en lenguas o una profecía del Señor, puede esperar el momento adecuado en la reunión para comunicarlo. Sería erróneo que interrumpieras a otro que esté profetizando o enseñando con el fin de dar tu profecía.

Cuando Pablo dijo, “podéis profetizar todos, uno por uno” (1 Corintios 14:31), recuerda que él estaba hablando en el contexto de profetas que habían recibido profecías. Desafortunadamente, algunos han tomado las palabras de Pablo fuera de contexto, diciendo que todo creyente puede profetizar en toda reunión de la iglesia. El don de profecía es dado según la voluntad del Espíritu.

Para un Próximo Estudio

(For Further Study)

He hecho una lista de veintiún casos específicos de sanidades hechas por Jesús que se encuentran en los evangelios. Por supuesto que Jesús sanó a muchas más personas, pero en todos estos casos conoceremos unos detalles acerca de cada individuo enfermo y como él o ella fue sanada.

He dividido la lista en dos categorías, aquellos que fueron sanados por fe y aquellos que fueron sanados a través de los dones de sanidad. He notado que en un número de casos cuando la gente era sanada por fe, Jesús les decía que guardaran silencio acerca de su sanidad. Esto indica que no eran los dones de sanidad lo que los sanó, porque la gente enferma no fue curada para anunciar a Jesús o su evangelio.

To subscribe to David Servant's periodic e-teachings, click here.


Capítulo Dieciséis – El Ministerio Sanador de Jesús » Para un Próximo Estudio

Un Ejemplo de una Persona Sanada por Su Fe

(One Example of a Person Healed By His Faith)

Bartimeo era un hombre ciego que fue sanado por su fe en Jesús. Leamos su historia en el evangelio de Marcos.

“Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó, él, sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo, el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino, mendigando. Al oír que era Jesús Nazareno, comenzó a gritar: ¡Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos lo reprendían para que se callara, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarlo; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. Él entonces arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Jesús le preguntó: ¿Qué quieres que te haga? El ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Al instante recobró la vista, y seguía a Jesús por el camino” (Marcos 10:46-52).

Primero, note que Jesús no buscó a Bartimeo. (Esto es exactamente lo opuesto a lo ocurrido con el hombre del estanque de Betesda). De hecho, Jesús estaba pasando cerca, y si Bartimeo no hubiera gritado, Jesús hubiera seguido caminando. Esto hubiera significado que Bartimeo no se hubiera sanado.

Ahora, piense en esto. ¿Qué tal si Bartimeo sentado allí se hubiera dicho a sí mismo, “bueno, si la voluntad de Jesús es el sanarme, entonces él vendrá y me sanará”? ¿Qué hubiera pasado? Bartimeo nunca se hubiera sanado, aunque esta historia revela plenamente que era la voluntad de Jesús el sanarle. La primera señal de la fe de Bartimeo es que él le gritó a Jesús para que le sanara.

Segundo, note que Bartimeo no se desanimó por los que trataban de callarlo. Cuando la gente trataba de callarlo, él solamente gritaba “mucho más” (Marcos 10:48). Esto muestra su fe.

Tercero, note que Jesús no le respondió a Bartimeo en sus primeras exclamaciones. Por supuesto, es posible que Él no hubiera escuchado los primeros gritos de Bartimeo, pero si lo hizo, no respondió. En otras palabras Jesús quería probar la fe de este hombre.

Si Bartimeo se hubiera dado por vencido desde la primera vez que gritó, él no hubiera sido sano. Nosotros también, algunas veces debemos de perseverar en la fe, porque muchas veces podrá parecer como si nuestra oración no es respondida. Aquí es cuando nuestra fe es probada, y nosotros necesitamos seguir adelante, rehusándonos a desanimarnos por las circunstancias contrarias.

Otra Limitación de Jesús en Nazaret

(Jesus' Other Limitation in Nazareth)

Las siguientes palabras de Jesús en Nazaret hacia la gente revelan que también estaba limitado por la voluntad del Espíritu Santo para manifestar en Él el “don de sanidad”:

“Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses y hubo una gran hambre en toda la tierra. Pero a ninguna de ellas fue enviando Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio” (Lucas 4:25-27).

El mensaje de Jesús era que Elías no podía multiplicar la harina y el aceite para sustentar a cualquier viuda que él deseara durante los tres años y medio de hambre en Israel (ver 1 Reyes 17:9-16). Aunque había numerosas viudas sufriendo en Israel en ese tiempo, el Espíritu ungió a Elías para ayudar a una sola viuda que ni siquiera era israelita. Del mismo modo, Eliseo no podía limpiar a cualquier leproso que él quisiera. Esto se comprueba por el hecho de que había muchos leprosos en Israel cuando Naamán fue limpio. Si hubiera sido meramente su propia decisión, Eliseo, naturalmente, hubiera limpiado a sus compañeros israelitas que estaban leprosos antes que a Naamán, un adorador de ídolos. (ver 2 Reyes 5:1-14).

Ambos, Elías y Eliseo eran profetas, hombres ungidos por el Espíritu Santo, que eran usados con varios dones del Espíritu y por la voluntad del Espíritu. ¿Por qué Dios no mandó a Elías a otras viudas? No lo sé. ¿Por qué Dios no usó a Eliseo para que sanara a otros leprosos? No lo sé. Nadie lo sabe, sólo Dios.

Sin embargo, estas dos historias conocidas del Antiguo Testamento no prueban que no era la voluntad de Dios el proveer las necesidades de cada viuda y sanar a cada leproso. La gente de Israel pudo haber traído fin a su hambre en el tiempo de Elías si ellos y su malvado rey se hubieran arrepentido de sus pecados. El hambre era una forma de juicio de parte de Dios. Y todos los leprosos de Israel pudieron haber sido sanos al obedecer y creer en las palabras del Pacto que Dios les había dado, el cual, como ya lo hemos visto, incluía la sanidad física.

Jesús reveló a su audiencia en Nazaret que Él estaba bajo las mismas limitaciones que tuvieron Elías y Eliseo. Por alguna razón, el Espíritu Santo no le dio a Jesús “el don de sanidad” en Nazaret. Este hecho, unido a la incredulidad de la gente de Nazaret, dio como resultado sólo milagros menores de Jesús en su tierra.

Otras Indicaciones Acerca de la Fe de Bartimeo

(Further Indications of Bartimaeus' Faith)

Cuando Jesús finalmente le dijo que se acercara, la Biblia dice que Bartimeo “arrojó su capa”. Yo entiendo que las personas ciegas en el tiempo de Jesús usaban una cierta clase de capa que las identificaba ante el público. Si esto es verdad, quizás Bartimeo arrojó su capa cuando Jesús lo llamó porque él creía que ya no la necesitaría más para ser identificado como un ciego. Si esto es así, esto era otra evidencia de su fe.

Más adelante, cuando él arrojó su capa, la Biblia dice que él “se levantó”, como indicación de su anticipado entusiasmo de que algo bueno le iba a suceder a él. La gente que tiene fe en la sanidad está entusiasmada cuando oran a Dios para ser sanos, ya que están esperando recibir su sanidad.

Note que Jesús probó la fe de Bartimeo una vez más cuando él estaba frente a Jesús. Él le preguntó a Bartimeo qué era lo que deseaba, y debido a la respuesta de Bartimeo, es claro que él creía que Jesús lo podía y lo iba a sanar de su ceguera.

Finalmente, Jesús le dijo que su fe era lo que le había sanado. Si Bartimeo pudo ser sano por fe, entonces cualquier persona puede serlo, porque “Dios no tiene acepción de personas”.

Más Conocimiento en Lucas

(More Insight from Luke)

Jesús sanó básicamente con dos diferentes métodos: (1) al enseñar la Palabra de Dios para motivar a la gente enferma a que tuvieran fe para ser sanos, y (2) al operar en el “don de sanidad” cuando era la voluntad del Espíritu Santo. Por lo tanto, Jesús estaba limitado por dos factores en su ministerio de sanidad: (1) por la incredulidad de la gente enferma, y (2) por la voluntad del Espíritu Santo que se manifestaba en Él a través del “don de sanidad”.

Indiscutiblemente, la mayoría de la gente en la ciudad de Jesús no tenía fe en Él. Aunque ya habían escuchado de sus sanidades milagrosas en otros lugares, no creían en su poder sanador y, consecuentemente, Él no podía sanarlos. Además, aparentemente el Espíritu Santo no le dio a Jesús ningún “don de sanidad” en Nazaret y la razón no la sabemos.

Lucas escribe con más detalle que Marcos lo que pasó exactamente cuando Jesús visitó Nazaret:

“Vino (Jesús) a Nazaret, donde se había criado; y el sábado entró a la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Se le dio el libro del profeta Isaías y, habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a predicar el año agradable del Señor”. Enrollando el libro, lo dio al ministro y se sentó. Los ojos de toda la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta escritura delante de vosotros. Todos daban buen testimonio de él y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca. Decían: ¿No es este el hijo de José?” (Lucas 4:16-22).

Jesús quería que su audiencia creyera que Él era el ungido prometido del que hablaba Isaías en su profecía, esperando que ellos creyeran y recibieran todos los beneficios de su unción, la cual, de acuerdo con Isaías, incluía la libertad de los cautivos y oprimidos, al igual que la vista a los ciegos.[1] Pero ellos no creyeron, y aunque estaban impresionados por su habilidad para hablar, ellos no podían creer que el hijo de José fuera alguien especial. Reconociendo su incredulidad, Jesús respondió,

“Sin duda me diréis este refrán: “Médico, cúrate a ti mismo. De tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra”. Y añadió: de cierto os digo que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra” (Lucas 4:23-24).

La gente en la propia tierra de Jesús estaba esperando ver si Él podía hacer lo que habían escuchado que Él hacía en Capernaúm. Su actitud no era la de alguien con una fe expectante sino la de incredulidad. Por su falta de fe limitaron a Jesús y no pudo hacer milagros ni prodigiosas sanidades.


 

[1] Todo esto se podía referir a la sanidad física. La enfermedad se puede definir como una opresión, como la Escritura lo dice “Dios ungió a Jesús con el espíritu Santo y con poder y Él fue a dar las buenas nuevas y a sanar a quien era oprimido por el Diablo” (Ver Hechos 10:38).

 

To subscribe to David Servant's periodic e-teachings, click here.


Capítulo Dieciséis – El Ministerio Sanador de Jesús » Más Conocimiento en Lucas

Más Pruebas de que Jesús Ministró como un Hombre Ungido Por el Espíritu

(More Proof that Jesus Ministered as a Man Anointed by the Spirit)

Hemos notado cuando leemos los evangelios que había momentos cuando Jesús poseía un conocimiento sobrenatural y otras veces cuando no lo poseía. De hecho, Jesús frecuentemente hacía preguntas para obtener información.

Por ejemplo, Él le dijo a la mujer cerca del pozo de Samaria que ella había tenido cinco maridos y que estaba viviendo con un hombre que no era su marido (ver Juan 4:17-18). ¿Cómo sabía Jesús esto? ¿Era porque Él era Dios y Dios lo sabe todo? No, si este fuera el caso, Jesús hubiera demostrado esta habilidad constantemente. Aunque Él era Dios, y Dios sabe todo, Jesús se despojó de sí mismo de su omnisciencia cuando se hizo hombre. Jesús sabía acerca de la historia marital de esa mujer debido a que el Espíritu Santo le llenó en ese momento con el don de “palabra de conocimiento” (1 Corintios 12:8), el cual es la habilidad sobrenatural de saber algo acerca del pasado o el presente. (Estudiaremos con más detalle este tema de los dones del Espíritu en el próximo capítulo).

¿Sabía Jesús todas las cosas todo el tiempo? No. Cuando la mujer con el sangrado tocó el manto de Jesús, Él sintió el poder de sanidad saliendo de Él, y preguntó, “¿Quién ha tocado mis vestidos?” (Marcos 5:30b). Cuando Jesús vio un árbol de higos a la distancia en Marcos 11:13, “fue a ver si hallaba algo”.

¿Por qué Jesús no sabía quién lo había tocado? ¿Por qué no sabía si había higos en la higuera? Porque Jesús estaba obrando como un hombre ungido por el Espíritu Santo con dones del Espíritu. Los dones del Espíritu operan según su voluntad (ver 1 Corintios 12:11; Hebreos 2:4). Jesús no sabía las cosas sobrenaturalmente a menos que fuera la voluntad del Espíritu Santo el darle el don de “palabra de conocimiento”.

Esto mismo era verdadero en el ministerio de sanidad de Jesús. La Escritura deja claro que Jesús no podía sanar a cualquiera en cualquier momento. Por ejemplo, leemos en el evangelio de Marcos que cuando Jesús visitó su tierra de Nazaret, Él no fue capaz de hacer todo lo que quería hacer.

“Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y lo seguían los discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndolo, se admiraban y preguntaban: ¿De donde saca este estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? ¿No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de Él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, entre sus parientes y en su casa. No pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos poniendo sobre ellos las manos. Y estaba asombrado de la, incredulidad de ellos” (Marcos 6:1-6, énfasis agregado).

Note que Marcos no dijo que Jesús no hizo milagros allí, sino que no pudo. ¿Por qué? Porque la gente de Nazaret era incrédula. Ellos no recibieron a Jesús como el ungido Hijo de Dios, sino como el hijo de un carpintero local. Así como Jesús lo dijo, “No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, entre sus parientes y en su casa” (Marcos 6:4). Como resultado, lo más que Él pudo hacer fue sanar a unos pocos “con dolencias menores” (como se dice en otra versión). Seguramente, si había un lugar donde Jesús hubiera querido hacer milagros y sanar dramáticamente a la gente, ese lugar sería la tierra donde Él vivió casi toda su vida. Sin embargo, la Biblia dice que no pudo.

La Unción de Sanidad

(The Healing Anointing)

Finalmente, es importante saber que Jesús fue ungido con un gran poder sanador durante todo su ministerio terrenal. Esto es, Él podía realmente sentir la unción sanadora que dejaba su cuerpo, y en algunos casos la persona que estaba siendo sanada podía sentir esa unción cuando entraba en su cuerpo. Por ejemplo, Lucas 6:19 dice, “Toda la gente procuraba tocarlo, porque poder salía de Él y sanaba a todos”.

Aparentemente, esta unción sanadora saturaba la vestidura de Jesús al punto de que si una persona enferma tocaba su manto en fe, la unción sanadora fluiría en su cuerpo. Leemos en Marcos 6:56:

“Y donde quiera que entraba, ya fuera en aldeas, en ciudades o en campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos y le rogaban que los dejara tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que lo tocaban quedaban sanos”.

La mujer con el flujo de sangre (ver Marcos 5:25-34) fue sanada simplemente al tocar el borde del manto de Jesús y al esperar con su fe el ser sanada.

No sólo Jesús era ungido con una notoria unción sanadora sino que también lo fue el apóstol Pablo durante los últimos años de su ministerio:

“Y Hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo. De tal manera que hasta los pañuelos o delantales que habían tocado su cuerpo eran llevados a los enfermos, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían” (Hechos 19:11-12).

La unción sanadora y palpable saturaba cualquier ropa que el cuerpo de Pablo tocara, indicando evidentemente que la ropa ¡es un buen conductor del poder sanador!

Dios no ha cambiado desde los días de Jesús y Pablo, así que no nos debe sorprender si Dios unge a alguno de sus siervos con tal unción sanadora, como lo hizo con Pablo y Jesús. Sin embargo, estos dones no se le dan a novatos, sino a personas que han probado ser fieles y tener una motivación generosa durante un buen periodo de tiempo.

To subscribe to David Servant's periodic e-teachings, click here.


Capítulo Dieciséis – El Ministerio Sanador de Jesús » La Unción de Sanidad

Casos Donde la Fe o el Creer es Mencionado como Causa de Sanidad

(Cases Where Faith or Believing is Mentioned as the Cause of Healing:)

1. El siervo de un centurión: Mateo 8:5-13; Lucas: 7:2-10 “Como creíste te sea hecho”.

2. El paralítico tendido sobre una camilla: Mateo 9:2-8; Marcos 2:3-11; Lucas 5:18-26 “Viendo la fe de ellos… Él dijo…. vete a casa”.

3. La hija de Jairo: Mateo 9:18-26; Marcos 5:22-43; Lucas 8:41-56 “No tengas miedo…sólo cree…y Él dio órdenes de que nadie debería saber acerca de esto”.

4. La mujer con flujo de sangre: Mateo 9:20-22; Marcos 5:25:34; Lucas 8:43-48 “Tu fe te ha salvado”.

5. Dos hombres ciegos: Mateo 9:27-31 “que se haga de acuerdo a tu fe…que nadie sepa acerca de esto”.

6. El ciego Bartimeo: Marcos 10:46-52; Lucas 18:35-43 “Tu fe te ha salvado”.

7. Los diez leprosos: Lucas 17:12-19 “Tu fe te ha salvado”.

8. El hijo de un Noble: Juan 4:46-53 “el hombre creyó en la palabra que Jesús le dijo”.

En los cuatro casos siguientes, la fe de la persona enferma no es mencionada específicamente, pero se deduce por sus acciones y palabras. Por ejemplo, los dos hombres ciegos (a continuación en el número diez) clamaron a Jesús mientras Él pasaba, como lo hizo el ciego Bartimeo. Todas estas personas enfermas en los cuatro ejemplos siguientes buscaban a Jesús, una clara indicación de su fe. En tres de los cuatro casos siguientes, Jesús le dijo a los que había sanado que no le dijeran a nadie lo que había pasado, indicando que estos casos no eran debido a los “dones de sanidad”.

9. El leproso que no sabía la voluntad de Dios: Mateo 8:2-4; Marcos 1:40-45; Lucas 5:12-14 “No digas nada a nadie”

10. Dos hombres ciegos: (Probablemente uno era Bartimeo) Mateo 20:30-34 “Ellos clamaron, diciendo, “Señor, ten misericordia de nosotros”.

11. El sordomudo: Marcos 7:32-36 “y les dio órdenes de que no dijeran a nadie”.

12. Un Hombre ciego: Marcos 8:22-26 “no entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea”.

Estos dos ejemplos finales de gente que fue sanada por medio de la fe no fueron realmente sanados; ellos fueron liberados de demonios. Sin embargo, Jesús afirmó que la fe de ellos los había liberado de los demonios.

13. El muchacho lunático: Mateo 17:14-18; Marcos 9:17-27; Lucas 9:38-42 “Y Jesús le dijo… Todas las cosas le son posibles al que cree. Inmediatamente el padre del muchacho exclamó…. creo, ayuda mi incredulidad”.

14. La hija de la mujer cananea: Mateo 15:22-28; Marcos 7:25-30 “Mujer, grande es tu fe, que se haga como lo deseas”.