Desafortunadamente, la salvación ha sido reducida hoy en día a poco más o menos que el perdón de los pecados. Pero la palabra griega que con frecuencia se traduce como “salvo” y “salvación” implica no sólo el concepto del perdón, sino de completa libertad y sanidad. Consideremos a un hombre en la Biblia que experimentó la salvación en todo este sentido. Él fue sanado por su fe mientras escuchó a Pablo predicar el evangelio en su ciudad.
“Y ellos, al darse cuenta, huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a toda la región circunvecina, y allí predicaban el evangelio. Cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento, que jamás había andado. Este oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos y viendo que tenía fe para ser sanado, dijo a gran voz ¡levántate derecho sobre tus pies! Él saltó y anduvo” (Hechos 14:6-10).
Note que mientras Pablo predicaba “el evangelio”, el hombre escuchó algo que produjo fe en su corazón para recibir la sanidad física. Al menos, él tuvo que haber escuchado algo acerca del ministerio de sanidad de Jesús y cómo Jesús sanó a cada uno que lo pidió por fe. Tal vez Pablo también mencionó la profecía de Isaías en donde Jesús llevaba nuestras enfermedades y dolores. No sabemos, pero debido a que “la fe viene por el oír” (Romanos 10:17), este hombre imposibilitado de los pies tuvo que haber escuchado algo que le hiciera tener fe en su corazón para ser sanado. Algo que Pablo dijo le convenció de que Dios no quería que siguiera enfermo.
El mismo Pablo tuvo que haber creído que Dios quería que ese hombre se sanara, o sus palabras nunca hubieran podido convencer a este hombre para que tuviera fe en su sanidad, y Pablo no le hubiera dicho que se levantara. ¿Qué hubiera pasado si Pablo hubiera dicho lo que muchos predicadores modernos dicen? ¿Qué si él hubiera predicado: “No es la voluntad de Dios que todos sean sanos”? El hombre no hubiera tenido fe para ser sanado. Tal vez esto explica por qué hay tantos que no son sanados hoy en día. Los mismos predicadores que deberían estar inspirando a la gente a tener fe en la sanidad, están destruyendo su fe.
De nuevo, note que este hombre fue salvo por su fe. Si no hubiera creído hubiera permanecido con su enfermedad, aunque fuera la voluntad de Dios el sanarle. Además, seguro había otras personas enfermas ese día, pero no sabemos si alguien más fue sanado. Si fue así, ¿por qué no fueron sanados? Por la misma razón por la que mucha gente no fue salva ese día, por no creer en el mensaje de Pablo.
Nunca debemos de concluir que no es la voluntad de Dios sanar a alguien por el hecho de que alguna gente nunca se sana. Esto sería como concluir que no es la voluntad de Dios para todos el nacer de nuevo sólo porque alguna gente nunca nace de nuevo. Cada persona debe creer el evangelio si quiere ser salvo, y cada persona debe creer que va a ser sanada.
[1] Por ejemplo, Jesús le dijo a una mujer que había sido sanada de sangrado interno, “hija tu fe te ha salvado” (Marcos 5:34). La palabra griega traducida como “salvado” (sanado) en este verso (sozo) y en diez versos más en el Nuevo Testamento es traducida como “salvo o con salvación” en más de ochenta veces en el Nuevo Testamento. Es, por ejemplo, la misma palabra que se traduce como “salvo” en Efesios 2:5, “por gracia sois salvos por medio de la fe”. Por esto vemos que la sanidad física está implícita dentro del significado de la palabra griega que se traduce frecuentemente como “salvo”.