Una Comparación Sabia

(A Thoughtful Comparison)

Imaginemos a dos personas. Una de ellas es un hombre casado, religioso, quien dice que ama a Dios con todo su corazón, pero que empieza a sentir lujuria por una joven que vive en la casa de al lado. Pronto se divorcia de su esposa y se casa con la joven de sus fantasías.

El otro hombre no es religioso. Él nunca ha escuchado el evangelio y vive una vida pecaminosa que le llega a costar su matrimonio. Algunos años después, como hombre soltero, él escucha el evangelio, se arrepiente, y comienza a seguir a Jesús con todo su corazón. Tres años después él se enamora de una mujer cristiana que conoce en la iglesia. Juntos buscan diligentemente al Señor y escuchan el consejo de otros y luego deciden casarse. Se casan y sirven al Señor y son fieles el uno al otro hasta la muerte.

Ahora, asumamos que ambos hombres han pecado a la hora de casarse de nuevo. ¿Cuál de los dos tiene mayor pecado? Evidentemente el primer hombre. Él es un adúltero.

Pero ¿qué acerca del segundo hombre? ¿Realmente parece que él ha pecado? ¿Se podría decir que no hay diferencia entre él y el primer hombre respecto al acto de adulterio? No lo creo. ¿Deberíamos decirle lo que Jesús le dijo a aquellos que se divorciaban y se casaban de nuevo, informándole que él ahora vive con una mujer no dada por Dios, porque Dios todavía considera que él está casado con su primera esposa? ¿Deberíamos decirle que él vive en adulterio?

Las respuestas son claras. Los que cometen adulterio son las personas casadas que ponen sus ojos en otros que no son sus parejas. Así que el divorciarse de la esposa, porque uno ha encontrado a alguien más atractivo, es adulterio. Pero una persona soltera no puede cometer adulterio, pues no tiene un cónyuge al cual serle infiel; así, una persona divorciada tampoco puede cometer adulterio, pues no tiene ninguna pareja a la cual serle infiel. Una vez que entendemos el contexto bíblico e histórico de lo que Jesús dijo, no imaginaremos conclusiones que no tienen sentido y que contradicen el resto de la Biblia.

Por cierto, cuando los discípulos escucharon la respuesta de Jesús a los fariseos, dijeron, “Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse” (Mateo 19: 10). Comprendamos que los discípulos habían crecido bajo la influencia y la enseñanza de los fariseos, y dentro de una cultura que era muy influenciada por los fariseos. Nunca habían considerado que el matrimonio fuera algo permanente. De hecho, unos minutos antes de esto, probablemente también habían creído que era legal que el hombre se divorciara de su mujer por cualquier causa. Así que rápidamente concluyeron que lo mejor era evitar el matrimonio del todo y así no arriesgarse a cometer el acto de divorcio o de adulterio.

Jesús respondió,

“No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado. Hay eunucos que nacieron así del vientre de la madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto que lo reciba” (Mateo 19:11-12).

Esto es, que el impulso sexual y/o la capacidad para controlarlo es el factor determinante. Aún Pablo dijo, “es mejor casarse que estarse quemando” (1 Corintios 7:9). Por esto, los que nacieron eunucos o los que se hicieron eunucos por los hombres (como lo hacían aquellos que necesitaban a otros hombres a quienes confiarle el cuidado de su harén) no tienen deseo sexual. Pareciera que aquellos que se hacen eunucos “por causa del reino de los cielos” están dotados especialmente por Dios para tener un dominio propio mayor, por esto Jesús dijo, “no todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes les es dado” (Mateo 19:11).

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Capítulo Trece – Divorcio y Segundo Matrimonio » Una Comparación Sabia

Una Objeción

(An Objection)

Se dice con frecuencia, “Pero si a la gente se le dice que es legítimo para ellos el casarse de nuevo luego de divorciarse por cualquier razón, esto los motivará a divorciarse por razones ilegítimas”. Yo supongo que esto puede ser verdad en ciertos casos de gente religiosa que no desea verdaderamente agradar a Dios, pero el tratar de impedir que la gente, que no está sometida a Dios, cometa pecado es un ejercicio un tanto inútil. Sin embargo, la gente que se somete a Dios de todo su corazón, no busca la manera de pecar. Más bien tratan de agradar a Dios, y este tipo de gente con frecuencia tiene matrimonios fuertes. Además, parece que Dios no estaba muy preocupado porque la gente bajo el antiguo pacto se divorciara por razones ilegítimas al gozar de una generosa ley acerca del segundo matrimonio, porque Él le dio a Israel una ley generosa acerca de casarse nuevamente.

¿Deberíamos acaso evitar decirle a la gente que la voluntad de Dios es perdonarles cualquier pecado, por temor a que ellos sean motivados a pecar al saber que el perdón está disponible? Si esto fuera así, deberíamos dejar de predicar el evangelio. De nuevo, todo se reduce a la condición del corazón de las personas. Aquellos que aman a Dios quieren obedecerle. Yo sé muy bien que el perdón de Dios está disponible para mí, si yo lo pido, sin importar el pecado que haya cometido. Pero esto no me motiva del todo a pecar, porque yo amo a Dios y he nacido de nuevo. He sido transformado por la gracia de Dios. Quiero complacerle.

Dios sabe que no hay necesidad de agregar más consecuencias negativas a las muchas inevitables y negativas consecuencias del divorcio, esto con el fin de motivar a las personas a que permanezcan casadas. Decirle a la gente que tiene matrimonios problemáticos que es mejor que ellos no se divorcien porque no se les permitiría casarse de nuevo, les da poca motivación para seguir casados. Aun si creen esto, el prospecto de una vida de soltería, les parecerá como un paraíso comparado con una vida marital de continua miseria.

 

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Capítulo Trece – Divorcio y Segundo Matrimonio » Una Objeción

Un Fundamento

(A Foundation)

Comencemos con una verdad fundamental con la cual todos estemos de acuerdo. Esencialmente, la Escritura afirma que, en general, Dios está en contra del divorcio. Durante el tiempo en que algunos israelitas se estaban divorciando de sus esposas, Dios declaró a través de su profeta Malaquías:

“Él (Dios) aborrece el repudio y al que mancha de maldad su vestido…. guardaos, pues, en vuestro espíritu y no seáis desleales” (Malaquías 2:16).

Esto no debe sorprender a nadie que conozca el justo y amoroso carácter de Dios, o a alguien que conozca algo sobre cuánto daño causa el divorcio a los esposos, esposas e hijos. Deberíamos cuestionar el carácter moral de alguien que esté a favor del divorcio en una forma general. Dios es amor (ver 1 Juan 4:8), y por esto odia el divorcio.

Una vez, algunos fariseos le preguntaron a Jesús acerca de la ley del divorcio “por cualquier causa”. Su respuesta revela su desaprobación fundamental del divorcio. De hecho, el divorcio nunca fue la intención de Dios para nadie:

“Entonces se le acercaron los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Está permitido al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? Él, respondiendo les dijo:

¿No habéis leído que el que los hizo al principio, “hombre y mujer los hizo”, y dijo: “Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”? Así no son más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó no lo separe el hombre” (Mateo 19: 3-6).

Históricamente, sabemos que existieron dos escuelas de enseñanza entre los líderes religiosos judíos en los días de Jesús. Exploraremos estas dos escuelas con más detalle más adelante, pero por ahora será suficiente decir que una era conservadora y la otra liberal. Los conservadores creían que al hombre le era permitido el divorcio únicamente por razones morales muy serias. Los liberales creían que un hombre podía divorciarse de su esposa por cualquier razón, incluso al encontrar a una mujer más atractiva. Estas convicciones contradictorias eran la base de la pregunta de los fariseos a Jesús.

Jesús apela a los versos de la Escritura en las primeras páginas de Génesis que muestran el plan original de Dios, el cual era que el hombre se uniera permanentemente a su mujer, y no temporalmente. Moisés declaró que Dios hizo los dos sexos teniendo el matrimonio en mente, y que el matrimonio es una relación tan significativa que llega a ser la relación principal. Una vez que se establece, es una relación más fuerte que la que se tiene con sus propios padres. Los hombres dejan a sus padres para unirse a sus esposas.

Además, la unión sexual entre el hombre y la mujer apunta al orden divino de Dios de que fueran uno. Indiscutiblemente, este tipo de relación, que resulta en la venida de los hijos, Dios no la hizo para que fuera temporal, sino permanente. Yo pienso que el tono con que Jesús respondió a los fariseos indica su gran decepción de que la pregunta fuera hecha. Ciertamente Dios no tenía la intención de que el hombre se divorciara de su esposa por “cualquier causa”.

Por supuesto, que Dios no quiere que pequemos en ninguna forma, aunque todos lo hemos hecho. Con mucha misericordia, Dios ha provisto los medios para que seamos libres del pecado. Además, tiene algunas cosas que decirnos luego de que hallamos hecho lo que Él no quería que hiciéramos. De la misma manera, nunca fue la intención de Dios que alguno se divorciara, pero el divorcio era inevitable para aquellas personas que no se sometían a Dios. Dios no se sorprendió del primer divorcio ni de los millones que le siguieron. Y así, Él no sólo declara su odio al divorcio, sino que también tiene algunas cosas que decirles a las personas luego de que se hayan divorciado.

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Capítulo Trece – Divorcio y Segundo Matrimonio » Un Fundamento

Un Resumen

(A Summary)

Vamos a resumir lo que hemos descubierto hasta ahora. Aunque Dios declara que odia el divorcio, Él no da ninguna indicación antes o durante el viejo pacto acerca de que el segundo matrimonio era pecado, dando sólo dos excepciones: (1) La mujer que era dos veces divorciada o la que era divorciada o viuda de su segundo matrimonio que se quisiera casar con su primer esposo y (2) el caso de una mujer divorciada que se quisiera casar con un sacerdote. Más aún, Dios no da ninguna indicación de que el casarse con una persona divorciada fuera pecado, con la excepción de los sacerdotes.

Esto parece contrastante con lo que Jesús dijo acerca de la gente divorciada que se volvía a casar y de los que se casaban con gente divorciada. Jesús dijo que esta gente cometía adulterio (ver Mateo 5:32). Así que debemos de estar mal interpretando a Moisés o a Jesús, o Dios cambió su ley. Lo que yo pienso es que no estamos entendiendo correctamente las palabras que Jesús enseñó, porque pareciera extraño que Dios de pronto declarara algo como moralmente pecaminoso que fue moralmente aceptable por mil quinientos años bajo una ley que Él le dio a Israel.

Antes de que hablemos más de esta aparente contradicción, déjeme también decirle que el permiso de casarse de nuevo dado por Dios en el viejo pacto no llevaba ninguna estipulación que fuera basada en las razones del divorcio o el grado de culpa en que se incurría por el divorcio. Dios nunca dijo que a cierta clase de gente divorciada no se le permitía casarse de nuevo, porque su divorcio no era por razones legítimas. Dios tampoco dijo que cierta clase de gente era la única digna de casarse otra vez debido a la legitimidad de su divorcio. Sin embargo, estos juicios a menudo son usados por muchos ministros modernos basados solamente en un testimonio unilateral. Por ejemplo, una mujer divorciada trata de convencer a su pastor de que ella es digna de volverse a casar, porque ella sólo fue víctima de su divorcio. Su esposo anterior se divorció de ella y no ella de él. Pero si a este pastor se le hubiera dado la oportunidad de escuchar el lado de la historia del esposo anterior, tal vez él hubiera sentido cierta compasión por el esposo. Tal vez ella era una malvada y era culpable de su divorcio.

Yo conocí a un esposo y a su mujer los cuales trataban de provocarse uno al otro para que alguno pusiera la demanda de divorcio y así evitar el sentimiento de culpa de ser uno de ellos el responsable de iniciar el proceso. Ellos querían decir, después del divorcio, que su pareja había sido la culpable de poner la demanda, y así podían hacer que su segundo matrimonio fuera válido por la ley. Podemos tratar de engañar a la gente, pero no podemos engañar a Dios. Por ejemplo, ¿Qué es lo que piensa Dios acerca de una mujer que, en desobediencia a la palabra de Dios, se abstiene de tener relaciones sexuales con su marido, y después se divorcia de él por causa de una infidelidad? ¿No es ella al menos en parte culpable de su divorcio?

En el caso de la mujer que se había divorciado dos veces, sobre el cual leímos en Deuteronomio 24, no dice nada acerca de la legitimidad de sus dos divorcios. Su primer esposo encontró cierta “indecencia” en ella. Si esa “indecencia” hubiera sido adulterio, ella hubiera sido merecedora de muerte de acuerdo con la ley de Moisés, la cual decía que los adúlteros deberían ser apedreados (ver Levítico 20:10). Así que, si el adulterio es la única razón legítima para el divorcio, quizás su primer esposo no tenía una buena razón para divorciarse de ella. Por otro lado, tal vez ella pudo haber cometido adulterio, y él, siendo un hombre justo como José el de María, “quiso dejarla secretamente” (Mateo 1:19). Existen muchos escenarios posibles.

Se dice que su segundo esposo simplemente “se volvió en contra de ella”. Una vez más, no sabemos quien era culpable, o si los dos compartían la culpa. Pero eso no hace ninguna diferencia. La gracia de Dios fue extendida hacia ella para casarse de nuevo con quien la aceptara después de su segundo divorcio, con la excepción de su primer esposo.

 

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Capítulo Trece – Divorcio y Segundo Matrimonio » Un Resumen

Pablo acerca de Casarse de Nuevo

(Paul on Remarriage)

Antes de empezar a armonizar las palabras de Jesús sobre el tema de casarse de nuevo con las palabras de Moisés, tenemos que darnos cuenta qua hay otro autor bíblico que está de acuerdo con Moisés y éste es el apóstol Pablo. Pablo claramente escribió que el casarse de nuevo para los que estaban divorciados no era pecado, estando de acuerdo con lo que dice el Antiguo Testamento:

“En cuanto a las vírgenes no tengo mandamiento del Señor, pero doy mi parecer como quien ha alcanzado misericordia del Señor para ser digno de confianza. Tengo, pues, esto por bueno a causa de las dificultades del tiempo presente: que hará bien el hombre en quedarse como está. ¿Estás ligado a mujer? No trates de soltarte. ¿Estás libre de mujer? No trates de casarte. Ahora bien, si te casas, no pecas; y si la doncella se casa, no peca; pero los que se casan tendrán aflicción de la carne, y yo os la quisiera evitar” (1 Corintios 7:25-28, énfasis agregado).

No hay duda de que Pablo se dirigía a las personas divorciadas en este pasaje. Él le aconsejaba a los casados, a los que nunca se habían casado, y a los divorciados a mantenerse en su estado actual debido a la persecución que los cristianos sufrían en ese tiempo. Sin embargo, Pablo claramente dijo que las personas divorciadas y las vírgenes no pecaban si se casaban.

Note que Pablo no calificó la legitimidad de un nuevo matrimonio para las personas divorciadas. Él no dijo que el casarse de nuevo era sólo permitido si la persona divorciada no tenía culpa de su divorcio anterior. (Y ¿qué persona está calificada para juzgar este tipo de cosas sino Dios?). Él no dijo que el casarse de nuevo era sólo permitido para aquellos que se habían divorciado antes de su salvación. No, él simplemente dijo que el casarse de nuevo no era pecado para las personas divorciadas.

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Capítulo Trece – Divorcio y Segundo Matrimonio » Pablo acerca de Casarse de Nuevo

La Solución

(The Solution)

Esta es la clave para hacer concordar lo expuesto por Jesús, Moisés y Pablo. Jesús simplemente estaba exhibiendo la hipocresía de los fariseos. Él no estaba creando una ley que prohibía el casarse de nuevo. Si Él hubiera prohibido esto, hubiera contradicho a Moisés y a Pablo y hubiera creado gran confusión entre millones de divorciados y millones de personas que se casaban de nuevo. Si Jesús estaba estableciendo una ley sobre el casarse de nuevo, entonces ¿qué le diríamos a aquellos que se han divorciado y vuelto a casar antes de escuchar dicha ley? ¿Debemos decirles que están viviendo en relaciones adúlteras, y sabiendo que la Biblia advierte que los adúlteros no heredarán el Reino de Dios (ver 1 Corintios 6:9-10), instruirlos para que se divorcien de nuevo? Pero, ¿no es que Dios odia el divorcio?

¿Deberíamos decirles que cesen de tener sexo con sus parejas actuales hasta que sus parejas anteriores mueran, con tal de no cometer adulterio en forma regular? Pero, ¿No es cierto que Pablo prohibió a los matrimonios abstenerse de tener sexo? ¿No es cierto que tales recomendaciones conducirían a las tentaciones sexuales y aún a tener deseos de muerte para sus ex-parejas?

¿Deberíamos decirles a estas parejas que se divorcien de sus actuales cónyuges y que se casen con sus primeros cónyuges, algo que era prohibido bajo la ley de Moisés en Deuteronomio 24:1-4?

¿Qué ocurre con la gente divorciada que no se ha casado de nuevo? Si a ellos sólo se les permite casarse en caso de que sus primeras parejas hubieran cometido alguna inmoralidad, ¿quién va a determinar si se cometió o no inmoralidad? Para volver a casarse, ¿se requerirá que algunas personas prueben que su antiguo cónyuge fue culpable de lujuria solamente, en tanto que otros necesitarían traer testigos de las infidelidades de sus parejas?

Como pregunté anteriormente, ¿qué pasa cuando el cónyuge anterior comete adulterio debido, en parte, a estar casado con una persona que se abstenía de tener sexo? ¿Es justo que a la persona que se abstiene de tener sexo se le permita casarse otra vez, mientras que a la persona que cometió adulterio no se le permita casarse de nuevo?

¿Y qué acerca de la persona que comete fornicación antes del matrimonio? ¿No es su fornicación un acto de infidelidad hacia su futuro cónyuge? ¿El pecado de esta persona, no sería equivalente al adulterio si estuviera casado con su futuro cónyuge en el momento de ese acto? ¿Entonces por qué se le permite a esta persona casarse?

¿Y qué pasa con dos personas que viven juntas, sin casarse, y que después terminan con la relación? ¿Por qué se les permite casarse con alguien después de que terminaron, sólo porque no estaban oficialmente casados? ¿Qué diferencia hay entre ellos y los que se divorcian y se casan de nuevo?

¿Y qué acerca del hecho de que “las cosas viejas pasan” y que “todas las cosas son hechas nuevas” cuando una persona llega a ser cristiana (ver 2 Corintios 5:17)? ¿Aplican estas palabras para todos los pecados excepto para un divorcio ilegal?

Todas éstas y muchas preguntas más [1] se puede decir que son razones muy fuertes para pensar que Jesús no estaba hablando acerca de una ley referente al segundo matrimonio. Ciertamente Jesús era lo suficientemente inteligente para darse cuenta de las implicaciones de su nueva ley sobre un segundo matrimonio, si es que Él hablaba sobre eso. Esto en sí es suficiente para decirnos que Él tan sólo estaba exhibiendo la hipocresía de los fariseos, lujuriosos, religiosos, hombres hipócritas que se divorciaban de sus esposas por “cualquier causa” y se volvían a casar.

Con seguridad, la razón por la que Jesús dijo que ellos “cometían adulterio” en vez de simplemente decir que lo que hacían era erróneo, era porque Él quería que ellos vieran que el divorcio por cualquier causa, seguido de un nuevo matrimonio no era diferente del adulterio, algo que ellos creían no haber cometido. ¿Deberíamos de concluir que lo único que le preocupaba a Jesús era el aspecto sexual de casarse de nuevo y que Él aprobaría el nuevo matrimonio en tanto no hubiera sexo? Por supuesto que no. Así que no hagamos que Él diga lo que nunca dijo.


[1] Por ejemplo, consideremos los comentarios de un pastor divorciado que fue echado del cuerpo de Cristo cuando se casó de nuevo. Él dijo: “hubiera sido mejor que hubiera matado a mi esposa en vez de divorciarme de ella. Si la hubiera matado, me hubiera podido arrepentir, recibir perdón, casarme nuevamente bajo la ley y continuar en el ministerio”.

 

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Capítulo Trece – Divorcio y Segundo Matrimonio » La Solución

No Olvides que Jesús le Hablaba a los fariseos

(Don't Forget that Jesus was Speaking to Pharisees)

Con todo el conocimiento acumulado hasta ahora, podemos entender mejor en contra de qué hablaba Jesús. Ante Él estaba un grupo de maestros religiosos hipócritas, de los cuales, muchos, si no todos, se habían divorciado una vez o más, probablemente debido a que ellos habían encontrado parejas más atractivas. (Pienso que no es coincidencia que las palabras de Jesús acerca del divorcio en el sermón del monte eran seguidas por sus advertencias acerca de la lujuria, a la que también identificó como una forma de adulterio). Pero ellos se justificaban a sí mismos, diciendo que guardaban la ley de Moisés.

Sus preguntas revelan su prejuicio. Ellos claramente creían que uno podía divorciarse de su esposa por cualquier razón. Jesús habló acerca del poco entendimiento de los fariseos sobre la intención de Dios para el matrimonio apelando a las palabras de Moisés en Génesis capítulo dos. Dios nunca tuvo la intención de que hubiera divorcios, mucho menos divorcios “por cualquier causa”, pero los líderes de Israel se divorciaban de sus esposas, de la misma manera que los adolescentes terminan con sus “novias” hoy en día.

Yo pienso que los fariseos ya conocían el pensamiento de Jesús acerca del divorcio, pues Él había expuesto su punto de vista anteriormente, así pues ya estaban listos para objetarle: “¿Por qué, pues, mandó Moisés darle carta de divorcio y repudiarla?” (Mateo 19:7).

Esta pregunta revela nuevamente su parcialidad en el asunto. Está expuesta de tal forma que pareciera como si Moisés les había ordenado a los hombres que se divorciaran de sus esposas cuando ellos descubrieran alguna “indecencia”, y esto requería un certificado apropiado de divorcio. Pero, según lo que leemos en Deuteronomio 24:1-4, esto no era lo que Moisés había dicho. Él sólo estaba dando una regulación acerca del tercer matrimonio de las mujeres, prohibiéndoles casarse con su primer marido.

Desde que Moisés mencionó el divorcio, este tuvo que haber sido permitido por alguna razón. Pero note cómo el uso que Jesús da en su respuesta al verbo permitió, contrasta con la palabra que escogieron los fariseos, ordenó. Moisés permitió el divorcio; él nunca lo ordenó. La razón por la que Moisés permitió el divorcio fue debido a la dureza del corazón de los israelitas. Esto es, Dios permitió el divorcio como una concesión misericordiosa hacia los pecados de las personas. Él sabía que la gente sería infiel a sus parejas. Él sabía que existirían inmoralidades. Él sabía que el corazón de las personas iba a ser herido. Así que Él permitió el divorcio. Esa no fue la intención original de Dios, pero el pecado hizo necesaria dicha concesión.

A continuación, Jesús habló acerca de la ley de Dios a los fariseos, tal vez definiendo lo que Moisés quiso decir con la “indecencia”: “Cualquiera que repudie a su mujer, salvo por causa de inmoralidad, y se casa con otra, adultera” (Mateo 19:9, énfasis agregado). A los ojos de Dios, la inmoralidad era la única razón válida para que un hombre se divorciara de su esposa, y eso se puede entender. ¿Qué podría hacer un hombre o una mujer que pueda ser más ofensivo para su pareja? Cuando alguien comete adulterio o tiene un romance, él o ella envían un mensaje cruel. Jesús ciertamente no se refería sólo al adulterio cuando se refirió a la palabra “inmoralidad”. Con seguridad los besos apasionados y caricias a la pareja de alguien más, son una inmoralidad ofensiva, como lo es la práctica de ver pornografía, y otras perversiones sexuales. Recuerde que Jesús comparó la lujuria con el adulterio durante el sermón del monte.

No olvidemos a quien se dirigía Jesús, a los fariseos que se divorciaban de sus parejas por cualquier causa y se casaban de nuevo rápidamente, pero que nunca cometerían adulterio, no fuera a ser que quebrantaran el sétimo mandamiento. Jesús les estaba diciendo que ellos se estaban engañando a sí mismos. Lo que estaban haciendo no difería del adulterio, y esto tiene un sentido perfecto. Cualquiera que sea honesto puede ver que un hombre que se divorcia de su mujer para poder casarse con otra, está haciendo lo que cualquier adúltero hace, pero bajo el pretexto de una ley.

La Ley de Dios Escrita en los Corazones

(God's Law Written in Hearts)

Me gustaría también sugerir que aun aquellos que nunca han leído el segundo capítulo de Génesis, por instinto ya saben que el divorcio es erróneo, debido a que el pacto del matrimonio de por vida es practicado en muchas culturas paganas donde la gente no tiene ningún conocimiento bíblico. Como Pablo escribió en su carta a los romanos:

“Cuando los gentiles que no tienen la ley hacen por naturaleza lo que es de la ley, estos, aunque no tengan la ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia y acusándolos o defendiéndolos sus razonamientos” (Romanos 2:14-15).

El código de ética divino está escrito en cada corazón humano. De hecho, este código de ética que habla a través de la conciencia es toda la ley que Dios nos ha dado, exceptuando a los israelitas, desde Adán hasta el tiempo de Jesús. Cualquiera que contemple la posibilidad de un divorcio, se encontrará lidiando con su conciencia y la única forma en que pueda superar su conciencia es encontrando una buena justificación para su divorcio. Si procede al divorcio sin una buena justificación, su conciencia lo condenará, aunque trate de suprimirlo.

Hasta donde sabemos, por veintisiete generaciones desde Adán hasta que se dio la ley de Moisés a Israel alrededor de 1440 años antes de Cristo, la ley de la conciencia fue la única revelación que Dios había dado, incluyendo a los israelitas, en materia de divorcio y segundo matrimonio. Dios consideró que eso era suficiente. (Recuerde que Moisés no escribió Génesis 2 hasta el tiempo del Éxodo). Ciertamente parece razonable pensar que durante estas veintisiete generaciones antes de la ley mosaica, que incluía los tiempos del diluvio de Noé, algunos millones de matrimonios durante esos cientos de años terminaron en divorcio. También parece razonable el concluir que Dios, que nunca cambia, estaba dispuesto a perdonar a aquellos que se habían divorciado si confesaban y se arrepentían de su pecado. Podemos tener la seguridad de que la gente podía ser salva, y justificada por Dios, antes de que se diera la ley de Moisés, como lo fue Abraham, a través de su fe (ver Romanos 4:1-12). Si la gente pudo ser declarada justa, a través de la fe desde Adán hasta Moisés, esto quería decir que ellos podían ser perdonados de cualquier cosa, incluyendo el divorcio. Por esto, mientras empezamos a hablar acerca del tema del divorcio y el segundo matrimonio, me pregunto: ¿Podían aquellos que incurrían en el pecado del divorcio antes de la ley mosaica y que recibían perdón de Dios, sentirse entonces culpables por causa de sus conciencias (Pues no había ninguna ley escrita) y así sentirse culpables si se casaban de nuevo? Yo sólo expongo la pregunta.

¿Qué pasa entonces con las víctimas del divorcio, aquellas que se divorciaron sin tener culpa de ello, sino que era culpa de sus egocéntricas parejas? ¿Les prohibía su conciencia el casarse de nuevo? Esto no me parece una opción. Si un hombre abandonaba a su mujer por otra mujer, ¿qué puede llevarla a pensar que ella no tiene el derecho de casarse de nuevo? Ella se divorció sin tener culpa de ello.

La Ley de Moisés

(The Law of Moses)

No es sino hasta que llegamos al tercer libro de la Biblia que encontramos mención específica del divorcio y el segundo matrimonio. Dentro de la ley de Moisés había una prohibición en contra de que los sacerdotes se casaran con mujeres divorciadas:

“Con una mujer ramera o infame no se casarán, ni con una mujer repudiada por su marido, porque el sacerdote está consagrado a su Dios” (Levítico 21:7).

En ninguna parte de la ley de Moisés hay una prohibición como la anterior que se dirija a todos los hombres de Israel. Además, el versículo citado implica, (1) que existían mujeres divorciadas en Israel y (2) que no había nada de malo en que los hombres que no eran sacerdotes se casaran con mujeres que habían estado previamente casadas. La ley citada aplica solamente a sacerdotes y a mujeres divorciadas que podrían casarse con sacerdotes. No había nada de malo en la ley de Moisés, que se refiriera al hecho de que una mujer divorciada se casara por segunda vez, en tanto no se casara con un sacerdote. Tampoco había nada de malo en que cualquier otro hombre, que no fuera un sacerdote, se casara con una mujer divorciada.

El sacerdote principal (tal vez como un tipo supremo de Cristo) requería vivir con estándares más altos que los sacerdotes regulares. A él no se le permitía casarse ni con una viuda. Leemos tan sólo unos versos después en Levítico:

“No tomará viuda, ni repudiada, ni infame ni ramera, sino que tomará de su pueblo una virgen como mujer” (Levítico21:14).

¿Nos prueba este verso que era pecado que todas las viudas de Israel se casaran de nuevo o que era pecado para todos los hombres de Israel el casarse con una viuda? No, ciertamente no. De hecho, este verso implica firmemente que no es pecado para ninguna viuda el casarse con cualquier hombre, mientras que este no fuera el sacerdote principal, y también implica con firmeza que a cualquier hombre menos al sacerdote principal, le era permitido casarse con una viuda. Otras escrituras afirman el derecho de un segundo matrimonio para las viudas (ver Romanos 7:2-3; 1Timoteo 5:14).

Este verso también nos dice, junto con el verso anterior, (Levítico 21:7) que no había nada de malo en que los hombres de Israel (con la excepción del sacerdote principal y los sacerdotes), se casaran con una mujer divorciada o inclusive con una mujer que no era virgen, “mancillada por prostitución”. Este verso también nos dice que, bajo la ley de Moisés, no había nada de malo en que una mujer divorciada se casara de nuevo o que una mujer “deshonrada por prostitución” se casara, con la única condición de que no se casara con un sacerdote. Con su gracia, Dios le dio a los fornicarios y a los divorciados otra oportunidad, aunque Él se opusiera fuertemente a la fornicación y al divorcio.

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Capítulo Trece – Divorcio y Segundo Matrimonio » La Ley de Moisés

En Resumen

(In Summary)

La Biblia dice que el divorcio siempre implica pecado de parte de uno o de ambos cónyuges. No fue la intención de Dios que los matrimonios acabaran en divorcio, sino que misericordiosamente proveyó el divorcio como una salida en caso de inmoralidad. También, misericordiosamente, proveyó la opción para que los divorciados puedan volver a casarse.

Si no hubiera sido por las palabras de Jesús acerca de casarse de nuevo, nadie que leyera la Biblia hubiera pensado que casarse de nuevo era un pecado (excepto por dos casos muy raros bajo el viejo pacto y por un caso singular bajo el nuevo pacto, a saber, un segundo matrimonio luego de que alguien, siendo cristiano, se divorciara de otro cristiano). Sin embargo, hemos encontrado una manera lógica de armonizar lo que dijo Jesús acerca de casarse de nuevo, con lo que dice el resto de la Biblia. Jesús no estaba cambiando la ley de Dios acerca de casarse de nuevo, por una ley más estricta que prohibiría del todo el casarse de nuevo, una ley imposible de obedecer para aquellos que ya se habían divorciado y vuelto a casar (casi como tratar de separar una comida cuyos ingredientes han sido revueltos). Esta ley traería una enorme confusión y llevaría a las personas a quebrantar otras leyes divinas. Más bien, Él trataba de ayudar a las personas a que vieran su hipocresía. Ayudaba a aquellos que creían que no habían cometido adulterio, para que vieran que sí lo estaban cometiendo en otras formas, por su lujuria y por su actitud liberal hacia el divorcio.

Como la Biblia entera nos enseña, el perdón se ofrece a los pecadores arrepentidos de cualquier tipo de pecado, dándoseles una segunda y una tercera oportunidad, incluyendo a la gente divorciada. No existe pecado en cuanto a casarse por segunda vez bajo el Nuevo Pacto, con la excepción de un creyente que se ha divorciado de otro creyente, algo que nunca debería ocurrir pues los verdaderos creyentes no deberían cometer inmoralidades y por esto no habría razón válida para su divorcio. Pero si esto ocurriera, ambos deben quedarse solteros o, en su defecto, deben reconciliarse.

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Capítulo Trece – Divorcio y Segundo Matrimonio » En Resumen