¿Estaba Pablo de Acuerdo con el Divorcio?

(Was Paul Soft on Divorce?)

El hecho de que Pablo aprobara una política permisiva sobre casarse de nuevo, no implica que Pablo era tolerante en lo que se refería al divorcio. No, Pablo se oponía claramente al divorcio en general. Anteriormente, en este mismo capítulo de su primera carta a los corintios, él estableció una ley que armoniza con el odio que Dios le tiene al divorcio:

“A los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor, que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer. A los demás yo digo, no el Señor, que si algún hermano tiene una mujer que no es creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no es creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido no creyente es santificado por la mujer; y la mujer no creyente, por el marido. De otra manera vuestros hijos serían impuros, mientras que ahora son santos. Pero si el no creyente se separa, sepárese, pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a vivir en paz Dios nos llamó. ¿Qué sabes tú, mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, marido, si quizá harás salva a tu mujer? Pero cada uno viva según los dones que el Señor le repartió y según era cuando Dios lo llamó: esto ordeno en todas las iglesias” (1 Corintios 7:10-17).

Nótese primeramente que Pablo se dirigió a los creyentes que estaban casados con otros creyentes. Por supuesto que ellos no deberían divorciarse y Pablo dijo que ésta no era su instrucción, sino la del Señor. Y ciertamente esto está de acuerdo con todo lo que hemos leído de la Biblia hasta ahora.

Aquí es donde esto se pone interesante. Pablo obviamente conocía la realidad lo suficiente como para darse cuenta que aun los cristianos podían divorciarse en ciertos casos. Si esto ocurre, Pablo dijo que la persona que se divorcia de su pareja debería permanecer sin casarse o reconciliarse con su cónyuge. (Aunque Pablo le da estas instrucciones a las esposas, yo pienso que las mismas reglas aplicaban para los hombres).

Otra vez, lo que Pablo escribe no debe sorprendernos. Primeramente, él habla de la ley de Dios acerca del divorcio, pero él es lo suficientemente inteligente para saber que la ley de Dios no es siempre obedecida. Así que, cuando el pecado del divorcio ocurre entre los creyentes, él da más instrucciones. La persona que se divorcia de su cónyuge debe permanecer soltera o, en su defecto, debe reconciliarse con su pareja. Esto ciertamente sería lo mejor en una situación de divorcio entre dos cristianos. En tanto no se casen de nuevo, todavía hay esperanza de una reconciliación, y esto sería lo mejor. Por supuesto, que si alguno de los dos se casa de nuevo, esto elimina la posibilidad de una reconciliación. (Y obviamente, si hubieran cometido un pecado imperdonable al divorciarse, no existiría razón para que Pablo les dijera que se quedaran solteros y buscaran la reconciliación).

¿Supone usted que Pablo era lo suficientemente inteligente para saber que su instrucción para los creyentes divorciados no iba a ser obedecida siempre? Así pienso yo. Quizás él no dio más instrucciones a los creyentes porque esperaba que los verdaderos creyentes siguieran su primera instrucción acerca de no divorciarse, y por eso sólo en casos extremos se necesitaba su segunda instrucción. Ciertamente, si los verdaderos seguidores de Cristo tienen problemas maritales, harán todo lo que esté a su alcance para preservar sus matrimonios. Y, con seguridad, un creyente que ha tratado de mantener su matrimonio varias veces y sólo encuentra la alternativa del divorcio, tratará de no casarse otra vez debido a su deseo de honrar a Cristo y buscará la reconciliación si aún hay esperanza. Me parece que el problema real en la iglesia moderna en cuanto al divorcio es que hay una gran cantidad de creyentes falsos que nunca han creído verdaderamente, lo cual les ha impedido someterse a Dios.

Está bastante claro lo que Pablo escribe en 1 Corintios 7 acerca de que Dios tiene expectativas más altas de los creyentes, de aquellos que son guiados por el Espíritu Santo, no así de los inconversos. Pablo escribió, como lo leímos, que los creyentes no deberían divorciarse de sus parejas no creyentes si estas parejas consienten en vivir con ellos. Una vez más, esto no debe sorprendernos, pues está de acuerdo con todo lo que hemos leído acerca de este tema en la Escritura. Dios está en contra del divorcio. Sin embargo, Pablo dice que si el inconverso desea divorciarse, el creyente debe aceptarlo. Pablo sabe que el que no es creyente no está sometido a Dios y por esto no se espera que actúe como un creyente. Podría agregar que cuando el inconverso consiente en vivir con el creyente, significa dos cosas: que el inconverso es potencialmente abierto al evangelio, o que el creyente no es genuino y se está alejando de los caminos de Cristo.

Ahora, ¿podría usted decir que un creyente, que se ha divorciado de un no creyente, no es libre de casarse otra vez? Pablo nunca dijo tal cosa, como sí lo hizo en el caso de que dos creyentes se divorciaran. Tendríamos que preguntarnos por qué Dios se opondría a que un creyente se casara de nuevo al haberse divorciado de su pareja no creyente. ¿Qué propósito tendría eso? Ahora, esto parece estar aparentemente en contra de lo que Jesús dijo acerca de casarse de nuevo: “el que se casa con la repudiada, comete adulterio” (Mateo 5:32). Otra vez, esto me hace sospechar que hemos malinterpretado lo que Jesús deseaba comunicar.

El Problema

(The Problem)

Jesús, Moisés y Pablo claramente están de acuerdo en que el divorcio es una indicación de pecado en uno de los esposos o en los dos. Todos están en contra del divorcio en general. Pero aquí está nuestro problema: ¿Cómo podemos armonizar lo que Pablo y Moisés dijeron acerca de casarse de nuevo con lo que Jesús dijo sobre ese mismo asunto? Ciertamente debemos esperar que todo lo que ellos dicen debe concordar pues todos ellos fueron inspirados por Dios para decir lo que dijeron.

Examinemos claramente lo que Jesús dijo y a quien se dirigía cuando habló. Dos veces en el evangelio de Mateo encontramos a Jesús hablando acerca del tema del divorcio y el nuevo matrimonio, una vez durante su sermón del monte y otra vez cuando Él hablaba con unos fariseos. Comencemos con la conversación de Jesús con estos fariseos:

“Entonces se le acercaron los fariseos, tentándolo y diciéndole: ¿Está permitido al hombre repudiar a su mujer por cualquier cosa? Él respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, “hombre y mujer los hizo”, y dijo: “Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó no lo separe el hombre. Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés darle carta de divorcio y repudiarla? Él les dijo: por la dureza de vuestro corazón, Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” (Mateo 19:3-9).

Durante esta conversación con Jesús, los fariseos se referían a una porción de la ley Mosaica de la que hablé antes, Deuteronomio 24:1-4. Ahí se escribe, “Cuando alguien toma una mujer y se casa con ella, si no le agrada por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, se la entregará en la mano y la despedirá” (Deuteronomio 24:1, énfasis agregado).

En los días de Jesús, había dos escuelas de pensamiento en cuanto a lo que era “indecente”. Unos veinte años atrás, un rabino llamado Hillel enseñó que la indecencia era una diferencia irreconciliable. En el tiempo en que Jesús tuvo su debate con los fariseos, la interpretación de Hillel era aún más liberal, permitiendo el divorcio por cualquier causa, como la pregunta de los fariseos a Jesús lo indica. Uno podía divorciarse de su esposa si a ella se le quemaba la cena, ponía mucha sal en la comida, exponía sus rodillas en público al tejer, se dejaba el pelo suelto, hablaba con otro hombre, decía algo grosero de su suegra, o era infértil. Un hombre podía divorciarse de su esposa aun si encontraba a una mujer más atractiva, pues esto hacía a su esposa “indecente”.

Otro famoso rabino, Shammai, quien vivió antes que Hillel, enseñó que la “indecencia” era solamente algo muy inmoral, como el adulterio. Como se puede ver, entre los fariseos en los días de Jesús, la interpretación liberal de Hillel era mucho más popular que la interpretación de Shammai. Los fariseos vivían y enseñaban que el divorcio era legal por cualquier causa, y por esto el divorcio era excesivamente frecuente. Los fariseos, en su típica forma de ser, enfatizaban la importancia de darle a su esposa un certificado de divorcio con el fin de “no romper la ley de Moisés”.

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Capítulo Trece – Divorcio y Segundo Matrimonio » El Problema

El Sermón del Monte

(The Sermon on the Mount)

Debemos tener en cuenta que la gente a la cual Jesús se dirigió durante su sermón del monte era gente que también había vivido bajo la influencia hipócrita de los fariseos, gobernadores y maestros de Israel. Como aprendimos en nuestro estudio acerca del sermón del monte, es indiscutible que mucho de lo que Jesús dijo era una corrección a la falsa enseñanza de los fariseos. Jesús también le dijo a esta gente que no heredarían el reino de los cielos si su justicia no sobrepasaba la de los escribas y fariseos (Ver Mateo 5:20), lo que quería decir que los escribas y fariseos irían al infierno. Al final de este sermón, la gente estaba impactada, en parte, porque Jesús estaba enseñando, no como los escribas (ver Mateo 7:29).

Al principio de su sermón, Jesús expuso la hipocresía de aquellos que decían que nunca habían cometido adulterio, pero que habían sido lujuriosos y se habían divorciado para volverse a casar. Él expandió el significado del adulterio más allá del acto físico pecaminoso entre dos personas que están casadas con otras. Lo que Él dijo debió ser incuestionable para cada persona honesta que pensara un poco en el asunto. Tenga en cuenta que hasta que escucharon el sermón de Jesús, la mayoría de la gente pensaba que el divorcio era legal por “cualquier causa”. Jesús quería que sus seguidores y los demás conocieran que la intención de Dios desde el principio era un estándar mucho más alto.

“Oísteis que fue dicho: “No cometerás adulterio”. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. También fue dicho: “Cualquiera que repudie a su mujer, déle carta de divorcio”. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere, y el que se casa con la repudiada, comete adulterio” (Mateo 5:27-32).

Primero, como lo dije antes, note que las palabras de Jesús acerca del divorcio y el casarse de nuevo no sólo se equiparan con sus palabras acerca de la lujuria, relacionándolas hasta ese grado, sino que las equipara hasta darles el mismo significado de adulterio, relacionándolas en un grado más alto. Ahora podemos ver el hilo conductor que corre a través de todo este pasaje de la Escritura. Jesús estaba ayudando a sus seguidores a entender el verdadero significado del sétimo mandamiento. Éste decía que no se debe cometer lujuria ni divorciarse o casarse de nuevo.

Todos en su audiencia judía habían escuchado el sétimo mandamiento cuando se leía en las sinagogas (no se poseían biblias personales), y ellos habían escuchado la exposición de éste, a la vez que habían observado su aplicación en las vidas de sus maestros, los escribas y fariseos. Jesús después dijo, “pero yo os digo”, no con el propósito de agregar nuevas leyes, sino con el anhelo de revelar la intención original de Dios.

Primero, la lujuria estaba claramente prohibida por el décimo mandamiento y aún sin el décimo mandamiento, cualquiera que pensara acerca de eso, se daría cuenta que es erróneo el desear lo que Dios condena.

Segundo, desde los primeros capítulos del Génesis, Dios dejó claro que el matrimonio era para toda la vida. Además, cualquiera que pensara en esto, concluiría que el divorcio y el casarse de nuevo serían como adulterar, especialmente cuando uno se divorcia con la intención de volverse a casar.

Pero recordemos que en este sermón, está claro que Jesús sólo intentaba ayudar a la gente a ver la verdad sobre la lujuria, el divorcio y el segundo matrimonio. Jesús no estaba hablando de una nueva ley que no hubiera estado en otro tiempo “en los libros”.

Es interesante que muy pocos en la iglesia han tomado las palabras de Jesús acerca de sacarse el ojo y cortarse la pierna literalmente, pues estas ideas no concuerdan con el resto de la Escritura, y sólo sirven para hablar fuertemente acerca de evitar la tentación sexual. Pero en la iglesia muchos interpretan literalmente las palabras de Jesús acerca de que la persona que se vuelve a casar comete adulterio, aún cuando tal interpretación contradice el resto de la Escritura. La meta de Jesús era que sus oyentes vieran la verdad, con la esperanza de que los divorcios disminuyeran. Si sus seguidores guardaran en sus corazones lo que Él dijo acerca de la lujuria, no habría inmoralidad en ellos. Si no hubiera inmoralidad, no existirían razones legítimas para el divorcio y no habría divorcios, tal como era la intención de Dios desde el principio.

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Capítulo Trece – Divorcio y Segundo Matrimonio » El Sermón del Monte

Desde el Inicio

(In the Beginning)

Una vez establecido este fundamento, empezaremos a explorar más específicamente lo que Dios ha declarado acerca del divorcio y el segundo matrimonio. Debido a que los temas más controversiales acerca del divorcio y el segundo matrimonio son los que Jesús declaró a los israelitas, nos ayudará el estudiar primeramente lo que Dios dijo hace cientos de años, acerca de este mismo tema a los primeros israelitas. Si encontramos que lo que Dios le dijo a Moisés y lo que Dios dijo a través de Jesús se contradice, podemos estar seguros de que la ley de Dios cambió o de que nosotros malinterpretamos algo sobre lo que dijo Moisés o Jesús. Así que comencemos con lo que Dios reveló inicialmente acerca del divorcio y del casarse por segunda vez.

Ya hice mención del pasaje en Génesis 2 que, de acuerdo con Jesús, tiene alguna relevancia con el tema del divorcio. Ahora, leámoslo desde el mismo Génesis:

“De la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: “¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Será llamada mujer porque del hombre fue tomada” Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne” (Génesis 2:22-24).

Aquí se originó el matrimonio. Dios creó a la mujer del primer hombre y para el primer hombre, y personalmente la llevó a él. En las palabras de Jesús, “lo que Dios juntó” (Mateo 19:6, énfasis agregado). Este primer matrimonio ordenado por Dios establece las reglas para todos los matrimonios subsiguientes. Dios crea más o menos la misma cantidad de hombres que de mujeres y los creó de tal forma que se sientan atraídos por el sexo opuesto. Así que se puede decir que Dios aún está arreglando matrimonios a gran escala (en el entendido de que ahora hay más posibilidades de parejas que las que hubo en el tiempo de Adán y Eva). Por lo tanto, como Jesús lo dijo, ningún humano debe separar lo que Dios ha unido. No era la intención de Dios que la pareja original viviera vidas separadas, sino que encontraran una gran bendición en vivir juntos y en mutua dependencia. Una violación a la voluntad de Dios claramente revelada, constituiría un pecado. Por esto, desde el segundo capítulo de la Biblia, se establece el hecho de que el divorcio no era la intención de Dios para ningún matrimonio.

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Capítulo Trece – Divorcio y Segundo Matrimonio » Desde el Inicio

Divorcio y Segundo Matrimonio

(Divorce and Remarriage)

El tema del divorcio y el segundo matrimonio con frecuencia es debatido entre los cristianos sinceros. Hay dos preguntas fundamentales que son la base de este debate: (1) Si existe esa posibilidad, ¿cuándo es permitido el divorcio ante los ojos de Dios? Y (2) Si existe esa posibilidad, ¿cuándo es permitido, ante los ojos de Dios, casarse por segunda vez? La mayoría de las denominaciones e iglesias independientes tienen una ley oficial en sus doctrinas acerca de lo que se permite y de lo que no se permite, basados en su interpretación particular de la Escritura. Debemos respetarlos a todos por sus convicciones y por seguir sus reglas, si estas interpretaciones están motivadas por su amor a Dios. Sin embargo, sería aún mejor si todas nuestras convicciones estuvieran basadas en la Escritura. El ministro que hace discípulos no querrá enseñar lo que se aleja de la intención de Dios, ni tampoco querrá poner cargas en sus discípulos que Dios nunca deseó para ellos. Ahora, con esta meta en nuestra mente, voy a mostrarles mi mejor interpretación de la Escritura acerca de este controversial tema. Luego, usted puede decidir si está de acuerdo conmigo o no.

Déjeme comenzar diciendo que como usted, yo también estoy afligido de ver como el divorcio es tan común hoy en día. Y lo que más me aflige es saber que muchos cristianos se están divorciando, incluyendo aquellos que están en el ministerio. Esto es una gran tragedia. Tenemos que hacer todo lo que podamos para prevenir que esto siga pasando, y la mejor solución para a el divorcio es el predicar el evangelio y llamar a la gente a un arrepentimiento. Cuando dos personas casadas han nacido de nuevo genuinamente y las dos son seguidoras de Cristo, nunca se divorciarán. El ministro que hace discípulos hará todo lo que pueda para fortalecer su matrimonio, sabiendo que su ejemplo es su método de enseñanza más influyente.

Debería también agregar que yo he estado felizmente casado por más de veinticinco años y nunca me había casado anteriormente. No me puedo imaginar divorciado. Así que no tengo razones para suavizar las difíciles escrituras sobre el divorcio para mi propio beneficio. Sin embargo, sí muestro mucha compasión por las personas divorciadas, sabiendo que yo mismo pude haber tomado una mala decisión cuando era más joven, casándome con otra persona, de la cual me hubiera visto dolorosamente tentado a divorciarme, o con alguien con menor tolerancia para mí que la gran mujer con quien me casé. En otras palabras, yo también pude haber terminado divorciado, pero por la gracia de Dios no es así. Yo pienso que la mayoría de la gente casada puede entender lo que yo estoy diciendo, y por esto no debemos tirar piedras a la gente que está divorciada. ¿Quiénes somos nosotros, que nos mantenemos casados por la misericordia de Dios, para condenar a los divorciados, sin tener idea de las cosas que tuvieron que pasar? Puede ser que Dios les considere más justos que a nosotros, pues Él sabe que nosotros, bajo las mismas circunstancias, quizá nos hubiéramos divorciado mucho más antes que ellos.

Los que contraen matrimonio no esperan terminar en divorcio, y creo que no hay nadie que odie más el divorcio que aquellos que lo han sufrido. Así que debemos ayudar a la gente que está casada, a permanecer casada, y ayudar a las personas divorciadas a encontrar la gracia que Dios tiene para ellas. En este espíritu seguiré escribiendo.

Haré lo mejor que pueda para permitir que la Escritura se interprete a sí misma. He notado que muchos versos en relación a este tema, han sido interpretados en una forma que contradice otras escrituras, lo que muestra que estos versos no se han entendido bien, por lo menos en parte.

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Capítulo Trece – Divorcio y Segundo Matrimonio » Divorcio y Segundo Matrimonio

Una Tercera Profetisa

(A Third Prophetess)

Una tercera mujer conocida en el Antiguo Testamento como una profetisa muy respetada es Hulda. Dios la usó para dar sabiduría profética confiable e instrucciones a un hombre, el problemático rey de Judá, Josías (ver 2 Reyes 22). De nuevo podemos ver un ejemplo de Dios usando a una mujer para instruir a un hombre. Es muy probable que Hulda fuera usada por Dios en su ministerio con cierta regularidad, de otra forma Josías no hubiera tenido fe para creer lo que ella le decía.

Pero, ¿Por qué Dios llamó a María, a Débora y a Hulda como profetas? ¿Por qué no llamó a hombres?

Ciertamente Dios pudo haber llamado a hombres para que hicieran exactamente lo que ellas hicieron. Pero no lo hizo. Y nadie sabe por qué. Lo que sí debemos aprender de esto es que debemos ser cuidadosos de no encasillar a Dios cuando se trata de a quién Él ha llamado a un ministerio. Aunque Dios normalmente escogió a hombres para las tareas del liderazgo en el Antiguo Testamento, algunas veces Él escogió mujeres.

Finalmente, se debe notar que los tres insignes ejemplos anteriores acerca de ministerios femeninos en el Antiguo Testamento eran profetas. Hay algunos ministerios en el Antiguo Testamento a los que las mujeres nunca fueron llamadas. Por ejemplo, no hubo mujeres que hubieran sido llamadas a ser sacerdotes. Así, Dios podría reservar algunos ministerios exclusivamente para hombres.

 

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Capítulo Doce – Las Mujeres en el Ministerio » Una Tercera Profetisa

¿Cómo Puede un Hombre hacer que su Esposa Cometa Adulterio?

(How Does a Man Make His Wife Commit Adultery?)

Note que Jesús dijo, “el que repudia a su mujer, excepto por causa de fornicación, hace que ella adultere“. Esto de nuevo nos lleva a creer que Él no estaba dando una nueva ley acerca de casarse de nuevo, sino sólo revelando la verdad del pecado de un hombre que se divorcia de su esposa por cualquier causa. Él “hace que ella adultere”. Por esto algunos dicen que Jesús le estaba prohibiendo a ella el casarse de nuevo, debido a que si lo hace comete adulterio. Pero esto es absurdo. El énfasis del pecado está en el hombre que se divorcia. Debido a lo que él hace, su esposa no tendrá otra opción sino casarse de nuevo, lo cual no es pecado de su parte, pues ella sólo es víctima del egoísmo de su esposo. Sin embargo, ante los ojos de Dios, debido a que el hombre dejó a su mujer sola con la única opción de casarse de nuevo, esto equivalía a forzar a su mujer a irse a la cama con otro hombre. Así que el que piensa que no ha cometido adulterio es culpable de doble adulterio, el de él y el de su esposa.

Jesús no pudo haber dicho que Dios encontraba culpable de adulterio a la víctima que era la esposa, pues esto sería completamente injusto, y de hecho no tendría validez si la esposa no se casaba de nuevo. ¿Cómo podía decir Dios que ella era una adúltera, a menos que se casara de nuevo? Esto no tendría sentido. Por esto se puede decir que Dios encuentra al hombre culpable de pecado por su propio adulterio y por el “adulterio” de su esposa, el cual no es adulterio del todo para ella. Es un segundo matrimonio legal.

¿Y qué acerca de la segunda declaración de Jesús que dice “cualquiera que se casa con una mujer divorciada comete adulterio”? Hay sólo dos posibilidades para que esto tenga validez. O Jesús estaba ahora agregando una tercera razón para el adulterio en contra del hombre que piensa que nunca ha cometido adulterio (por una razón similar a la acusación de adulterio por la esposa), o Jesús estaba hablando acerca del hombre que motiva a una mujer a que se divorcie de su marido para casarse con ella y así “no cometer adulterio”. Si Jesús estaba diciendo que cualquier hombre en el mundo que se casa con una mujer divorciada comete adulterio, entonces cada hombre israelita que, en completo cumplimiento con la ley de Moisés, se casó con una divorciada durante los cientos de años antes de Cristo, cometió adulterio. De hecho, cada hombre en la audiencia de Jesús de ese día, que se había casado con una mujer divorciada bajo la ley de Moisés, de pronto era culpable de lo que no era culpable un minuto antes, y Jesús debió haber cambiado la ley de Dios en ese momento. Además, cada persona en el futuro que se casara con una persona divorciada, confiando en las palabras de Pablo en su carta a los corintios que decía que tal cosa no era pecado, realmente estaba pecando, cometiendo adulterio.

Todo el espíritu de la Biblia me lleva a admirar a un hombre que se casaba con una mujer divorciada. Si ella había sido una víctima inocente del egoísmo de su anterior cónyuge, lo admiraría como admiro a un hombre que se casa con una viuda, tomándola bajo su cuidado. Si ella traía alguna vergüenza de su anterior matrimonio, lo admiraría por ser como Cristo al creer lo mejor de ella, y por su gracia al ofrecer olvido del pasado y por tomar el riesgo. ¿Por qué cualquiera que tiene el Espíritu Santo y que ha leído la Biblia concluiría que Jesús estaba prohibiendo a cualquier persona que se casara con alguien divorciado? ¿Cómo podría tal visión de esto encajar con la justicia de Dios, una justicia que nunca castigaría a alguien por ser una víctima, como es el caso de la mujer que se divorcia sin ser ella la culpable de esto? ¿Cómo puede esta visión encajar con el mensaje del evangelio, el cual ofrece perdón y otra oportunidad para el pecador que se arrepiente?

Otras Posibilidades

(Other Possibilities)

Pero asumamos por un momento que las palabras en 1 Corintios 14:34-35, son las palabras originales de Pablo, y que él instruyó a las mujeres para guardar silencio. Entonces, ¿Cómo interpretaríamos lo que él dijo?

De nuevo, nos tendríamos que preguntar por qué Pablo creó esta orden para que las mujeres guardaran completo silencio en las reuniones de la iglesia, si en la misma carta él dice que ellas pueden orar y profetizar públicamente, aparentemente en las reuniones de las iglesias.

Además, Pablo ya sabía acerca de los muchos ejemplos bíblicos que hemos considerado y en los que Dios usa a mujeres para hablar Su palabra públicamente, incluso a hombres. ¿Por qué él les ordenaría completo silencio a aquellas que Dios con frecuencia había ungido para hablar?

De seguro el sentido común nos dice que Pablo no quería que las mujeres estuvieran en completo silencio en las reuniones de la iglesia. Recordemos que las reuniones de la iglesia primitiva eran en las casas y las comidas se compartían. ¿Podríamos pensar que las mujeres no decían nada desde el momento en que entraban a la casa hasta el momento en que salían? ¿Que ellas no hablaban mientras preparaban o comían la comida compartida? ¿Que ellas no le decían nada a sus hijos en todo este tiempo? Tal pensamiento parece absurdo.

Donde estuvieran “dos o tres reunidos” en el nombre de Jesús, Él estaría en medio de ellos (ver Mateo 18:20) constituyendo así, ciertamente, la reunión de la iglesia. Cuando dos mujeres se reunían en el nombre de Jesús, ¿no deberían hablarse unas a otras?

Si 1 Corintios 14:34-35 es verdaderamente la instrucción de Pablo, él simplemente estaba hablando acerca de un pequeño problema de orden en las iglesias. Algunas mujeres estaban fuera de orden de algún modo en lo que se refería a hacer preguntas. Pablo no quiso decir a las mujeres que guardaran silencio completo durante toda la reunión, como tampoco quiso decir, tan sólo unos versos antes, al dar instrucciones similares, que los profetas deberían también guardar silencio en la reunión:

“Y si algo le es revelado a otro que esté sentado, calle el primero” (1 Corintios 14:30, énfasis agregado).

En este caso, las palabras “calle el primero” significan “que se refrenen temporalmente de hablar”.

Pablo también instruyó a aquellos que hablaban en lenguas a guardar silencio si no había interpretación en la reunión:

“Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios” (1 Corintios 14:28, énfasis agregado).

¿Estaba Pablo instruyendo a esta gente a guardar completo silencio durante toda la reunión? No, él sólo les estaba diciendo que guardaran silencio si no tenían intérprete cuando hablaban en lenguas. Note que Pablo les dijo “callen en la iglesia”, la misma instrucción que él les dio a las mujeres en 1 Corintios 14:34-35. Así que, ¿Por qué debemos interpretar las palabras de Pablo hacia las mujeres acerca de guardar silencio en la iglesia como “Guardar silencio en toda la reunión”, y después interpretamos sus palabras hacia los que hablaban en lenguas desordenadamente como “refrenarse de hablar durante momentos específicos de la reunión”?

Finalmente, note que Pablo no se dirigía a todas las mujeres en este pasaje. Sus palabras sólo tenían aplicación a las mujeres casadas, porque a ellas se les instruyó a “preguntar a sus maridos en la casa” si tenían consultas. [1] Quizás, parte del problema, o todo el problema en sí, era que las mujeres casadas hacían preguntas a otros hombres que no eran sus propios esposos. Este tipo de escenario ciertamente pudo haber sido considerado inapropiado, y podía revelar un cierto grado de irrespeto y falta de sujeción a sus propios esposos. Si este era el problema del que Pablo hablaba, este pudo ser el por qué él basaba su argumento en el hecho de que de que las mujeres deberían someterse (naturalmente a sus esposos), como la ley lo revela en muchas formas desde las primeras páginas de Génesis (ver 1 Corintios 14:34).

En resumen, si Pablo está verdaderamente dando instrucciones acerca de que las mujeres guarden silencio en 1 Corintios 14:34-35, él sólo le estaba diciendo a las mujeres casadas que guardaran silencio cuando querían hacer preguntas en los momentos inapropiados o en una forma en que se irrespetara a sus esposos. De lo contrario, ellas podían profetizar, orar y hablar.


 

[1] Notemos que en el griego original, no existía diferencia entre las palabras mujeres y esposas u hombres y esposos. Por esto debemos determinar del contexto si el escritor está hablando de hombres y mujeres o esposos y esposas. En el pasaje que estamos considerando, Pablo le está hablando a las esposas, pues sólo ellas le podían preguntar a sus maridos cualquier cosa en la casa.

 

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Una Mujer es Juez Sobre Israel

(A Female Judge Over Israel)

Otra mujer a la cual Dios levantó como líder en Israel fue Débora, quien vivió durante los tiempos de los jueces de Israel. Ella también era profeta, y fue una Juez de Israel con la misma igualdad de Gedeón, Jefté y Sansón mientras vivieron. Se nos informa que “los hijos de Israel acudían a ella en busca de justicia” (Jueces 4:5). Así que ella administraba justicia tanto para los hombres como para las mujeres. No puede haber error en lo siguiente: Una mujer le decía a los hombres lo que tenían que hacer, y Dios la ungió para eso.

Como la mayoría de las mujeres a las que Dios llama al liderazgo, Débora aparentemente enfrentó por lo menos a un hombre que tenía la dificultad de recibir la palabra de Dios a través de una mujer. Su nombre era Barac, y debido a que él estaba inseguro acerca de las instrucciones proféticas de Débora para ir a la guerra en contra de un capitán cananeo llamado Sísara, ella le informó que el honor de matar a Sísara sería para una mujer. Ella tenía razón. Una mujer llamada Jael es recordada en la Escritura como la dama que clavó una estaca a Sísara mientras éste descansaba (ver Jueces 4). La historia termina con Barac cantando a dúo con Débora. Muchos de los versos están llenos de alabanzas para Débora y Jael (ver Jueces 5), y fue así, tal vez, como Barac llegó a ser un creyente del ministerio de las mujeres.

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Las Mujeres en el Ministerio

(Women in Ministry)

Ya que es del conocimiento de todos que las mujeres constituyen más de la mitad de la iglesia del Señor Jesucristo, es importante que entendamos el rol que Dios tiene para ellas dentro del cuerpo. En la mayoría de las iglesias y de los ministerios, las mujeres son vistas como trabajadoras de valor, pues ellas con frecuencia hacen la mayoría de las cosas en el ministerio.

Pero no todos están de acuerdo con los roles para las mujeres. Las mujeres con frecuencia están restringidas para trabajar en ciertas áreas del ministerio que tienen que ver con el liderazgo y la prédica dentro de la iglesia. Algunas iglesias aceptan el pastorado de las mujeres; otras iglesias no. Algunas iglesias permiten que las mujeres enseñen, en tanto que otras no. En ciertas congregaciones no se les permite a las mujeres que hablen durante los servicios de las iglesias.

Muchos de estos desacuerdos se deben a falsas interpretaciones de varias palabras que Pablo dijo acerca de los roles de las mujeres, las cuales se encuentran en 1 Corintios 14:34-35 y Timoteo 2:11-3:7. Estas escrituras serán el enfoque de nuestro estudio, particularmente al final de este capítulo.

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