El Bautismo en el Espíritu Santo

(The Baptism in the Holy Spirit)

Cuando uno lee a través del libro de los Hechos, se da cuenta de que la obra del Espíritu Santo en la iglesia primitiva es evidente en cada página. Si quitas la obra del Espíritu Santo del libro de los Hechos, virtualmente no queda casi nada. Efectivamente, Él le dio poder a los primeros discípulos para “trastornar el mundo entero” (ver Hechos 17:6; VRV).

Aquellos lugares en donde la iglesia se está expandiendo con más rapidez, son aquellos en donde los seguidores de Jesús se han sometido a Dios y han sido llenos del poder del Espíritu Santo. Esto no debería sorprendernos. El Espíritu Santo puede hacer más cosas en diez segundos de lo que nosotros podemos hacer en diez mil años por nuestras propias fuerzas. Por esto, es de vital importancia que el ministro formador de discípulos entienda lo que la Escritura enseña acerca de la obra del Espíritu Santo en las vidas y los ministerios de los creyentes.

En el libro de los Hechos, con frecuencia encontramos ejemplos de creyentes que han sido bautizados por el Espíritu Santo y que han sido llenos de poder en su ministerio. Seríamos sabios al estudiar acerca de esto para que podamos experimentar lo que ellos sintieron y disfrutar de la ayuda milagrosa del Espíritu Santo que ellos gozaron. Aunque algunos creen que esas obras milagrosas del Espíritu Santo solamente existieron en la era de los apóstoles originales, no he encontrado citas en la Escritura, en la historia, o un apoyo lógico para tal opinión. Es una teoría que nace de la incredulidad. Aquellos que creen en las promesas de la Palabra de Dios serán partícipes de las bendiciones que Él prometió. Así como los Israelitas que no creyeron no entraron a la tierra prometida, de igual forma aquellos que no creen en las promesas de Dios en nuestros días, no serán partícipes de todo lo que Dios tiene para ellos. ¿En cuál categoría estás tú? Personalmente, yo estoy entre los creyentes.

El Por qué se Necesita el Bautismo en el Espíritu Santo

(Why the Baptism in the Holy Spirit is Needed)

¡Con cuanta desesperación necesitamos la ayuda del Espíritu Santo para ministrar a otros! Sin su ayuda, nunca podríamos tener la esperanza de hacer discípulos a las naciones. De hecho, esta es la razón por la que Jesús prometió bautizar a los creyentes en el Espíritu Santo, porque así el mundo escucharía el evangelio. Él les dijo a sus discípulos:

“Ciertamente yo enviaré la promesa de mi padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49, énfasis agregado).

Lucas también reveló las palabras de Jesús al decir:

“No os toca a vosotros saber los tiempos o las ocasiones que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta lo último de la Tierra” (Hechos 1:7-8, énfasis agregado).

Jesús les dijo a sus discípulos que no abandonaran Jerusalén hasta que fueran “investidos del poder de lo alto”. Él sabía que de otra forma carecerían de poder, con la certeza de que fracasarían en la tarea que Él les había encomendado. Sin embargo, notamos que una vez que fueron bautizados en el Espíritu Santo, Dios empezó a usarles en una forma sobrenatural para difundir el evangelio.

Muchos millones de cristianos alrededor del mundo, después de ser bautizados en el Espíritu Santo, han experimentado una nueva dimensión de poder, particularmente cuando testifican a los inconversos. Se dieron cuenta que sus palabras tienen más poder de convencimiento, y que a veces recuerdan citas bíblicas que no tenían idea que conocían. Algunos han descubierto un llamado con dones específicos para cierto ministerio, como el evangelismo. Otros descubren que Dios los usa a su voluntad con varios dones sobrenaturales del Espíritu. Sus experiencias son totalmente bíblicas. Aquellos que se oponen a esas experiencias, no tienen bases bíblicas para esa oposición. De hecho, están luchando contra Dios.

No nos debería sorprender que nosotros, al ser llamados a imitar a Cristo, seamos también llamados a imitar su experiencia con el Espíritu Santo. Por supuesto que Él nació del Espíritu cuando fue concebido en el vientre de María (ver Mateo 1:20). Él que fue nacido del Espíritu, posteriormente fue también bautizado por el Espíritu Santo antes de la inauguración de su ministerio (ver Mateo 3:16). Si Jesús necesitaba ser bautizado en el Espíritu Santo para ejercer su ministerio, ¿Cuánto más lo necesitamos nosotros?

Dos Obras del Espíritu Santo

(Two Works by the Holy Spirit)

Cada persona que verdaderamente ha creído en el Señor Jesús ha experimentado la obra del Espíritu Santo en su vida. Su persona interior, o espíritu, ha sido regenerada por el Espíritu Santo (ver Tito 3:5), y el Espíritu Santo vive ahora en ella (ver Romanos 8:9; 1 Corintios 6:19). Ha sido “nacido del Espíritu” (Juan 3:5).

Al no entender esto, muchos cristianos carismáticos y pentecostales han cometido el error de decirles a ciertos creyentes que ellos no poseen el Espíritu Santo a menos que hayan sido bautizados en el Espíritu y hablen en lenguas. Pero éste es un error innegable según la Escritura y la experiencia. ¡Muchos creyentes que no son carismáticos ni pentecostales muestran mayor evidencia de la presencia del Espíritu Santo en ellos que algunos que son creyentes carismáticos o pentecostales! Ellos manifiestan en un grado más alto los frutos del Espíritu enumerados por Pablo en Gálatas 5:22-23; y esto es algo que sería imposible sin la presencia del Espíritu Santo.

Sin embargo, el sólo hecho de que una persona haya nacido del Espíritu, no garantiza que también haya sido bautizada por el Espíritu Santo. De acuerdo con la Biblia, el nacer del Espíritu Santo y el ser bautizado por el Espíritu Santo normalmente son dos experiencias distintas.

Al iniciar la exploración de este tema, consideremos primero lo que Jesús dijo una vez acerca del Espíritu Santo a una mujer en un pozo de Samaria:

“Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “dame de beber”, tú le pedirías y él te daría agua viva…. Cualquiera que beba de esta agua [del pozo] volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:10,13-14).

Parece razonable el concluir que la presencia del agua viva de la cual Jesús estaba hablando representa al Espíritu Santo que habita en aquel que cree. Después, en el evangelio de Juan, Jesús usa la frase, “agua viva”, y no hay ninguna duda de que Él hablaba acerca del Espíritu Santo:

“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en Él, pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado” (Juan 7:37-39, énfasis agregado).

En este momento Jesús no habló acerca de un agua viva que sería “una fuente de agua que salte para vida eterna”. Al contrario, en esta ocasión el agua viva son ríos que brotan del interior de la persona.

Estos dos pasajes similares del evangelio de Juan ilustran admirablemente las diferencias entre nacer del Espíritu y ser bautizado por el Espíritu Santo. Nacer del Espíritu es fundamentalmente un beneficio del que ha nacido de nuevo, para que pueda disfrutar la vida eterna. Cuando alguien ha nacido del Espíritu, tiene un reservorio del Espíritu dentro de él que le da vida eterna.

Sin embargo, el ser bautizado por el Espíritu Santo es esencialmente un beneficio para los otros, pues esto equipa a los creyentes para ministrar a otros por el poder del Espíritu Santo. “Ríos de agua viva” fluirán desde lo más profundo de su ser, trayendo la bendición de Dios hacia otros por el poder del Espíritu.

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Capítulo Once – El Bautismo en el Espíritu Santo » Dos Obras del Espíritu Santo

Éfeso

(Ephesus)

El quinto ejemplo acerca de creyentes bautizados por el Espíritu Santo se halla en Hechos 19. Mientras viajaba por Éfeso, el apóstol Pablo se encontró con unos discípulos y les hizo la siguiente pregunta: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” (Hechos 19:2).

Pablo, el hombre que escribió la mayoría de las epístolas del Nuevo Testamento, claramente sabía que era posible de alguna forma, creer en Jesús sin haber recibido el Espíritu Santo. De otra forma el nunca hubiera hecho esa pregunta.

Los hombres dijeron que ellos nunca habían escuchado del Espíritu Santo. De hecho, ellos sólo habían escuchado de la venida del Mesías a través de Juan el Bautista, aquel que los había bautizado. Pablo inmediatamente les volvió a bautizar en agua, y esta vez ellos experimentaron el verdadero bautismo cristiano. Finalmente, Pablo puso sus manos sobre ellos para que recibieran el Espíritu Santo:

“Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas y profetizaban. Eran entre todos unos doce hombres” (Hechos 19-5-7).

De nuevo, vemos que el bautismo en el Espíritu Santo fue subsiguiente a la salvación, sin importar si estos doce hombres habían nacido de nuevo antes de conocer a Pablo. También, vemos de nuevo, que la señal que acompañaba su bautismo en el Espíritu Santo era el hablar en lenguas (en este caso, también profecía).

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Cesarea

(Caesarea)

El cuarto grupo de creyentes bautizados en el Espíritu Santo se encuentra en Hechos 10. El apóstol Pedro había sido comisionado por Dios para predicar el evangelio en Cesarea en la casa de Cornelio. Tan pronto como Pedro reveló que la salvación se recibe por medio de la fe en Jesús, su audiencia completa de gentiles inmediatamente respondió en fe, y el Espíritu Santo se derramó sobre ellos:

“Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramara el don del Espíritu Santo, porque los oían que hablaban en lenguas y que glorificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros? Y mandó bautizarlos en el nombre del Señor Jesús” (Hechos 10:44-48a).

En este caso, parece que los miembros de la casa de Cornelio, quienes fueron los primeros gentiles que creyeron en Jesús, nacieron de nuevo y fueron bautizados en el Espíritu Santo simultáneamente.

Si examinamos las escrituras que están alrededor de este caso y estudiamos el contexto histórico, pareciera claro por qué Dios no esperó a que Pedro y sus compañeros creyentes impusieran manos sobre los creyentes gentiles para que recibieran el Espíritu Santo. Pedro y los otros creyentes judíos tenían gran dificultad en creer que los gentiles podían ser salvos, y mucho menos recibir el Espíritu Santo. Ellos probablemente nunca hubieran orado por la casa de Cornelio para que recibiera el bautismo en el Espíritu Santo, así que Dios actuó soberanamente. Dios les enseñó a Pedro y a sus compañeros algo acerca de Su gracia maravillosa hacia los gentiles.

¿Qué fue lo que convenció a Pedro y a los otros judíos de que la casa de Cornelio había recibido genuinamente el Espíritu Santo? Lucas escribió, “porque los oían que hablaban en lenguas” (Hechos 10:46). Pedro declaró que los gentiles habían recibido el Espíritu Santo de igual manera que los ciento veinte en el día del Pentecostés (ver 10:47).

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Cómo Recibir el Bautismo en el Espíritu Santo

(How to Receive the Baptism in the Holy Spirit)

Como todos los dones de Dios, el Espíritu Santo se recibe por fe (ver Gálatas 3:5). Para tener fe para recibir, el creyente primeramente debe estar convencido que la voluntad de Dios para él es ser bautizado en el Espíritu Santo. Pero si duda, no recibirá el bautismo (ver Santiago 1:6-7).

Ningún creyente tiene una buena razón para no creer que la voluntad de Dios para él es recibir el Espíritu Santo, porque Jesús dijo claramente que esta era la voluntad de Dios:

“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”(Lucas 11:13).

Esta promesa que viene de los labios de Jesús debe convencer a cada hijo de Dios que la voluntad de Dios es que recibamos el Espíritu Santo.

Este mismo verso también apoya la verdad de que el ser bautizado en el Espíritu Santo ocurre después de la salvación, porque Jesús aquí le promete sólo a los hijos de Dios (los únicos que tienen a Dios como su “Padre celestial”) que Dios les daría el Espíritu Santo si se lo pedían. Por supuesto, si la única experiencia que uno tuviera con el Espíritu Santo fuera el nacer de nuevo en el momento de la salvación, entonces la promesa de Jesús no tendría sentido. Al contrario de ciertos teólogos modernos, Jesús creía que era apropiado para cada persona que ya había nacido de nuevo, pedirle a Dios que le diera el Espíritu Santo.

De acuerdo con Jesús, sólo existen dos condiciones que tenemos que cumplir para recibir el Espíritu Santo, primero, Dios tiene que ser nuestro Padre, lo que ocurre cuando nacemos de nuevo. Segundo, debemos pedirle el Espíritu Santo.

Aunque recibir el Espíritu Santo por la imposición de manos es bíblico (ver Hechos 8:17; 19:6), dicho acto no es absolutamente necesario. Cualquier cristiano puede recibir el Espíritu Santo por sí mismo en el lugar donde ora. Él simplemente tiene que pedirlo, recibirlo por fe y empezar a hablar en lenguas tal como el Espíritu le guíe.

¿Qué Pasa con el Alma Cuando el Espíritu Renace?

(What Happens to the Soul When the Spirit is Reborn?)

Cuando el espíritu de alguien renace, inicialmente su alma se mantiene sin ser afectada en forma esencial (lo que ocurre es que ha hecho la decisión en su mente de seguir a Jesús). Sin embargo, Dios espera que hagamos algo con nuestras almas cuando llegamos a ser sus hijos. Nuestras almas (mentes) deben ser renovadas por la Palabra de Dios para que pensemos como Dios quiere que pensemos. Es a través de la renovación de nuestras mentes que ocurre una continua transformación exterior en nuestras vidas, lo que causa que seamos gradualmente más parecidos a Jesús:

“No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2, énfasis agregado).

Santiago también escribió acerca del mismo proceso en la vida del creyente:

“recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (Santiago 1:21b).

Vemos que Santiago estaba escribiendo a cristianos—personas que ya tenían un espíritu vivificado. Pero ellos necesitaban que sus almas fueran salvas y esto sólo ocurría si ellos humildemente recibían la “palabra implantada”. Es por esto que a los nuevos creyentes se les debe enseñar la Palabra de Dios.

Ahora que ya Eres Bautizado en el Espíritu Santo

(Now That You Are Baptized in the Holy Spirit)

Mantén en tu mente la razón principal por la que Dios te dio el bautismo en el Espíritu Santo—para darte poder de ser Su testigo, por medio de la manifestación de los frutos y dones del Espíritu (ver 1 Corintios 12: 4-11; Gálatas 5:22-23). Al vivir en Cristo y demostrar su amor, gozo y paz al mundo, al mismo tiempo que manifestamos los dones sobrenaturales del Espíritu, Dios nos usará para alcanzar a otros para Él. La habilidad de hablar en lenguas sólo es uno de “los ríos de agua viva” que deben fluir de tu ser interior.

También recuerda que Dios te dio el Espíritu Santo para habilitarnos para alcanzar a la gente de esta Tierra con el evangelio (ver Hechos 1.8). Cuando hablamos en lenguas, debemos entender que el lenguaje que estamos hablando pudiera ser la lengua nativa de alguna tribu remota o nación extranjera. Cada vez que hablamos en lenguas, debemos tener en mente que Dios quiere que las personas de todas las lenguas escuchen acerca de Jesús. Deberíamos preguntarle al Señor cómo quiere Él involucrarnos para cumplir la gran comisión de Jesús.

El hablar en lenguas es algo que debemos hacer tanto como sea posible. Pablo, un hombre de gran poder espiritual escribió, “doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros” (1 Corintios 14:18). Él escribió estas palabras a una iglesia que hablaba en lenguas con mucha frecuencia (aunque a veces en los momentos erróneos). Por lo tanto, Pablo debió haber hablado muchas veces en lenguas para hacer más de lo que ellos hicieron. El orar en lenguas nos ayuda a estar conscientes del Espíritu Santo que vive dentro de nosotros y nos ayuda a “orar sin cesar” como Pablo enseñó en 1 Tesalonicenses 5:17.

Pablo también enseñó que el hablar en otras lenguas edifica al creyente (ver 1 Corintios 14:4). Esto quiere decir que construye nuestra espiritualidad. Al orar en lenguas, podemos, en una forma que no entendemos completamente, fortalecer nuestro hombre interior. El hablar en otras lenguas proveerá un diario enriquecimiento de la vida espiritual de cada creyente y no será sólo una experiencia inicial al ser lleno con el Espíritu Santo.

Una vez que has sido bautizado en el Espíritu Santo, te motivo para que ores diariamente a Dios con tus nuevas lenguas. Esto intensificará grandemente el crecimiento de tu vida espiritual.

La Naturaleza de Nuestros Espíritus Recreados

(The Nature of Our Recreated Spirits)

Hay una palabra que describe a la perfección la naturaleza de nuestros espíritus que han nacido de nuevo, y esta palabra es Cristo. A través del Espíritu Santo, cuya naturaleza es idéntica a la de Jesús, nosotros también tenemos la naturaleza de Jesús viviendo en nosotros. Pablo escribió, “ya no vivo yo, más vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20).

Debido a que tenemos Su habilidad y naturaleza en nosotros, tenemos un potencial maravilloso para vivir como Cristo. Realmente no necesitamos más amor, paciencia o dominio propio, ¡porque tenemos a la persona más amorosa, paciente y con mayor dominio propio viviendo en nosotros! Lo único que debemos hacer es permitirle que viva a través de nosotros.

Sin embargo, todos tenemos un gran adversario que trata de impedir que la naturaleza de Jesús se manifieste en nosotros; y este adversario es la carne. Con razón Pablo nos dijo que debemos crucificar nuestra carne. Es nuestra responsabilidad el hacer algo con nuestra carne, y es una pérdida de tiempo el pedirle a Dios que haga algo al respecto. Pablo también tuvo problemas con su naturaleza carnal, pero él se responsabilizó y la superó:

“sino que golpeo mi cuerpo y lo pongo en servidumbre, no sea que, habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:27).

Tú también tendrás que esclavizar tu cuerpo a tu espíritu, si quieres caminar en santidad ante el Señor. ¡Tú lo puedes hacer!

 

La Reforma no es un Sustituto para la Regeneración

(Reformation is No Substitute for Regeneration)

Debido a que los no salvos están espiritualmente muertos, no pueden ser salvos regenerándose a sí mismos, sin importar lo mucho que lo intenten. Los no salvos necesitan una naturaleza nueva, no sólo realizar nuevas acciones exteriores. Tú puedes tomar un cerdo, lavarlo y dejarlo bien limpio, rociarle un poco de perfume y ponerle un lazo rosado en su cuello, pero ¡lo único que obtendrías sería un cerdo limpio! Su naturaleza seguirá siendo la misma. Y no pasaría mucho tiempo antes de que vuelva a oler mal y a revolcarse en el lodo de nuevo.

Es lo mismo que sucede con la gente religiosa la cual nunca ha nacido de nuevo. Pueden lucir limpios en su exterior aunque sea un poco, pero su interior está más sucio que nunca. Jesús se dirigió a algunos religiosos de su tiempo de la siguiente manera:

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. ¡Fariseo ciego!, limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera quede limpio. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia” (Mateo 23:25-28).

Las palabras de Jesús son una descripción de todos aquellos que son religiosos pero que nunca han experimentado el nuevo nacimiento del Espíritu Santo. El nuevo nacimiento limpia a la gente en el interior y también en el exterior.