Interpretación Bíblica

(Biblical Interpretation)

Pablo le escribió a Timoteo:

“ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza; persiste en ello, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen” (1 Timoteo 4:16, énfasis agregado).

Cada ministro debe llevar esta amonestación en su corazón, teniendo cuidado, primero que todo, de sí mismo, asegurándose que él está dando un ejemplo de santidad a los demás.

Segundo, debe poner una atención especial a la enseñanza (doctrina) que él imparte, porque su salvación eterna y la salvación eterna de todos aquellos que le escuchan dependen de lo que él enseña, así como Pablo lo escribió en el versículo anterior.[1] Si un ministro posee una falsa doctrina o se opone a enseñar la verdad a la gente, el resultado puede ser eternamente desastroso para él y para los otros.

Sin embargo, no hay excusa para que el ministro formador de discípulos enseñe una falsa doctrina, pues Dios le ha dado el Espíritu Santo y su Palabra para que lo guíen a la verdad. En contraste a esto, los ministros con motivos erróneos, con frecuencia repiten como loros las enseñanzas populares de otros, sin estudiar la Palabra por ellos mismos, volviéndose propensos a errar en su enseñanza y doctrina. La defensa en contra de esto para el ministro es la purificación de su corazón, asegurándose que todos sus motivos son (1) complacer a Dios y (2) ayudar a las personas a estar preparadas para estar ante el juicio de Jesús, en vez de solamente buscar sus propias riquezas, poder o popularidad. Además, debe estudiar diligentemente la Palabra de Dios para que así tenga un entendimiento profundo y balanceado de la Escritura. Pablo también le escribe a Timoteo:

“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de que avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2Timoteo 2:15).

Leer, meditar y estudiar la Palabra de Dios, debería ser una disciplina que cada ministro practique continuamente. En tanto el ministro estudie diligentemente la Palabra, el Espíritu Santo le ayudará a tener un mejor entendimiento de ésta, asegurándose de que usará “bien la palabra de verdad”. Uno de los problemas más grandes en la iglesia de hoy es que los ministros interpretan mal la Palabra de Dios y, consecuentemente, la enseñan mal a la gente que les escucha. Esto puede ser muy serio. Al respecto, Santiago advirtió,

“Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación” (Santiago 3:1).

Por esta razón, es necesario que el ministro formador de discípulos conozca cómo interpretar correctamente la Palabra de Dios, con la meta de entender y comunicar adecuadamente la intención original de cada texto.

La forma de interpretar correctamente la palabra de Dios es igual a la manera de interpretar las palabras de cualquier persona. Si queremos entender apropiadamente el correcto significado de cualquier autor o predicador, tenemos que aplicar ciertas reglas de interpretación, reglas que están basadas en el sentido común. En este capítulo, vamos a considerar las tres reglas más importantes para una correcta interpretación de la Biblia. Ellas son, (1) leer inteligentemente, (2) leer contextualmente, y (3) leer honestamente.


[1] Indiscutiblemente, Pablo no creía en la seguridad eterna incondicional, de ser así, no le hubiera dicho a Timoteo, que era una persona salva, que debía hacer algo para mantener la seguridad de su salvación.