Sanidad Divina

(Divine Healing)

Aunque el tema de la sanidad divina es algo controversial, ciertamente no es tan oscuro en la Escritura. De hecho, una décima parte de todo lo que está escrito en los evangelios es acerca del ministerio de sanidad de Jesús. Hay promesas de sanidad divina en el Antiguo Testamento, en los evangelios y en las epístolas del Nuevo Testamento. Aquellos que están enfermos pueden sentirse muy motivados por la riqueza de las promesas bíblicas para aumentar la fe.

En general, he observado alrededor del mundo que donde las iglesias están llenas de creyentes realmente comprometidos (verdaderos discípulos), la sanidad divina ocurre con más frecuencia. Donde la iglesia es sofisticada e indiferente, la sanidad divina casi nunca ocurre.[1] Esto no nos debe sorprender, pues Jesús nos dijo que una de las señales que seguirían a los creyentes es que ellos impondrían manos sobre los enfermos y estos sanarían (ver Marcos 1:18). Si tuviéramos que juzgar a las iglesias por las señales que Jesús declaró que seguirían a los creyentes, entonces concluiríamos que muchas iglesias están llenas de incrédulos:

“Y (Jesús) les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea, será condenado. Estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas, tomarán serpientes en las manos y aunque beban cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán” (Marcos 1:15-18).

El ministro formador de discípulos que imita el ministerio perfecto de Jesús, ciertamente usa sus dones para promover el ministerio de sanidad divina dentro de su esfera de influencia. Él sabe que la sanidad divina es parte del Reino de Dios en al menos dos formas. Primero, los milagros de sanidad son una maravillosa oportunidad para promover el evangelio, como cualquier niño que lee los evangelios o el libro de los Hechos lo entiende (pero que muchos ministros con títulos avanzados no parecen ser capaces de entender). Segundo, los discípulos saludables no tendrán que abandonar sus ministerios al verse afectados por sus enfermedades personales.

El ministro que hace discípulos también necesita ser sensible a esos miembros del cuerpo de Cristo que desean sanidad pero que han tenido dificultad en recibirla. Ellos con frecuencia necesitan amables instrucciones y motivaciones, especialmente si están renuentes al mensaje de sanidad. El ministro que hace discípulos enfrenta una decisión: él puede evadir la enseñanza acerca del tema de la sanidad divina, y así nadie se ofendería ni tampoco nadie se sanaría o, él con amor puede tomar el riesgo y enseñar acerca de este tema para ofrecer la sanidad a otros miembros. Personalmente, yo elegiría la segunda opción, creyendo en el ejemplo de Jesús.


[1] En algunas iglesias de América del norte, un ministro correría un gran riesgo al enseñar sobre este tema debido a la gran resistencia que encontraría por parte de sus supuestos creyentes. Jesús también se encontró con esta resistencia y con la incredulidad que algunas veces imposibilitó su ministerio de sanidad (ver Marcos 6:1-6).