El Nuevo Falso Evangelio

(The New False Gospel)

Debido al falso concepto de la salvación como gracia de Dios, el evangelio moderno ha sido frecuentemente despojado de los elementos bíblicos esenciales que son considerados incompatibles con un mensaje de gracia. Sin embargo, un falso evangelio sólo produce cristianos falsos. Por esto es que muchos de los nuevos “convertidos” modernos, no se encuentran en las iglesias unas semanas después de que “aceptaron a Cristo”. Aún más, muchos de los que asisten a las iglesias no se distinguen de la población que no ha sido regenerada, pues poseen los mismos valores y practican los mismos pecados que sus conservadores vecinos. Esto se debe a que realmente no creen en el Señor Jesucristo y no han nacido de nuevo.

Uno de estos elementos esenciales, ahora dejado atrás por el evangelio moderno, es el llamado al arrepentimiento. Muchos ministros piensan que si le dicen a la gente que deje de pecar, (como Jesús le dijo a la mujer adúltera), esto sería como decirles que la salvación no es por gracia sino por obras. Pero esto no puede ser verdad, porque Juan el Bautista, Jesús, Pedro y Pablo, todos ellos proclamaron que el arrepentimiento es absolutamente necesario para la salvación. Si predicar acerca del arrepentimiento niega en cierta forma la gracia de Dios en la salvación, entonces Juan el Bautista, Jesús, Pedro y Pablo negaron la salvación por la gracia de Dios. Ellos sin embargo, entendieron que la gracia de Dios ofrece temporalmente una oportunidad para arrepentirse y no una oportunidad para seguir pecando.

Por ejemplo, cuando Juan el Bautista proclama lo que Lucas refiere como “el evangelio”, su mensaje central se basa en el arrepentimiento (ver Lucas 3:1-18). Aquellos que no se arrepintieron irían al infierno. (Ver Mateo 3:10-12, Lucas 3:17).

Jesús predicó acerca del arrepentimiento desde el comienzo de su ministerio (ver Mateo 4:17). Él le advirtió a la gente que si no se arrepentía, iba a perecer (ver Lucas 13:3, 5).

Cuando Jesús envió a sus discípulos a predicar a varias ciudades, “Saliendo predicaron que los hombres se arrepintieran” (Marcos 6:12, énfasis agregado).

Después de la resurrección, Jesús les dijo a los doce que llevaran el mensaje de arrepentimiento a todo el mundo, porque esta era la llave para abrir la puerta del perdón.

Y Él les dijo, “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día; y que se predicara en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:46-47, énfasis agregado)

Los apóstoles obedecieron las instrucciones de Jesús. Cuando Pedro estaba predicando en el día del Pentecostés, las personas convencidas de pecado que le escuchaban, al darse cuenta de la verdad del hombre a quien ellos habían crucificado recientemente, preguntaron a Pedro qué deberían hacer. Su respuesta, ante todo, fue que debían arrepentirse (ver Hechos 2:38).

El segundo sermón público de Pedro, en el pórtico de Salomón, contiene un mensaje idéntico. Los pecados no serán borrados sin arrepentimiento:[1]

Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados (Hechos 3:19a, énfasis agregado)

Cuando Pablo testificó ante el rey Agripa, él declaró que su evangelio siempre había tenido el mensaje de arrepentimiento:

“Consecuentemente, rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles que se arrepintieran y se convirtieran a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento” ( Hechos 26:19-20, énfasis agregado).

En Atenas, Pablo advirtió a su audiencia que todos estarían en el juicio ante Cristo, y los que no se arrepintieran, no estarían preparados para ese gran día:

“Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, acreditándolo ante todos al haberlo levantado de los muertos” ( Hechos 17:30-31, énfasis agregado).

En su sermón de despedida a los ancianos de Éfeso, Pablo mencionó el arrepentimiento junto con la fe como una parte esencial de su mensaje:

“Y como nada que fuera útil he rehuido… solemnemente testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:20a, 21, énfasis agregado).

Esta lista de pruebas en la escritura debería ser suficiente para convencer a cualquiera de que, a menos que la necesidad de arrepentimiento sea proclamada, el verdadero evangelio no ha sido aún predicado. La relación con Dios comienza con arrepentimiento. No hay perdón de pecados sin esto.


[1] Además, cuando Dios le reveló a Pedro que los gentiles podían ser salvos simplemente al creer en Jesús, Pedro declaró en la casa de Cornelio, ” En verdad entiendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” ( Hechos 10:34b-35, énfasis agregado). Pedro también declaró en Hechos 5:32 que Dios dio el Espíritu Santo “a aquellos que le obedecieran”. En todos los verdaderos cristianos habita el Espíritu Santo (ver Romanos 8:9, Gálatas 4:6).