Las iglesias institucionales con grupos pequeños están todavía estructuradas como una corporación en forma de una pirámide, donde cada uno conoce su lugar en la jerarquía. Las personas que están a la cabeza, se llaman a sí mismas “líderes servidores”, pero frecuentemente parecen más como oficiales ejecutivos responsables de tomar las decisiones ejecutivas. Entre más grande sea la iglesia, más distante está el pastor de sus ovejas. Si él es un verdadero pastor y tú puedes hacer que él admita la verdad en un momento apropiado, el seguramente te dirá que era más feliz cuando pastoreaba un rebaño pequeño.
De manera similar, las iglesias institucionales con grupos pequeños todavía promueven la división clero-laicos. Los líderes de los grupos pequeños siempre están en una clase subordinada, en la que no están los profesionales pagados. Sus estudios bíblicos y sus lecciones no son necesariamente aprobados, pues a los líderes de grupos pequeños no se les puede confiar demasiada autoridad. A los grupos pequeños no se les permite practicar la Cena del Señor ni el bautismo. Estos deberes sagrados son reservados para una clase más alta con títulos y diplomas. Aquellos que han sido llamados a un ministerio vocacional deben ir a una escuela bíblica o seminario para ser calificados como un Ministerio “real” y así ser parte de la élite.
Los grupos pequeños dentro de las iglesias institucionales a veces son simplemente mini-servicios de iglesias, con una duración de no más de 60 o 90 minutos, donde sólo una persona con dones dirige la adoración y otra dirige la enseñanza aprobada. Hay muy poco espacio para que el Espíritu use a los otros, distribuya dones o desarrolle ministerios. Con frecuencia, las personas no se comprometen con los grupos pequeños de las iglesias institucionales, asistiendo sólo esporádicamente. Los grupos se diseñan con el propósito de que sean temporales y por esto, la profundidad de la experiencia es menor que aquella de las iglesias en las casas. Los grupos pequeños de las iglesias institucionales ordinariamente se reúnen durante la semana con el fin de no saturar el fin de semana. Consecuentemente, un grupo que se reúne entre semana tiene normalmente el tiempo limitado a no más de dos horas para los asistentes y son prohibitivos para aquellos que tienen niños en edad escolar o para los que tienen que viajar una gran distancia.
Aún cuando las iglesias institucionales promueven el ministerio de grupos pequeños, todavía hay un edificio en el cual se desperdicia el dinero. De hecho, si el programa de grupos pequeños agrega su gente a la iglesia, aún más dinero termina gastándose en programas de construcción. Es más, los grupos pequeños organizados dentro de iglesias institucionales con frecuencia necesitan pagar a alguien más de su personal. Esto significa más dinero para otro programa de la iglesia. Quizás, lo peor de todo, es que los pastores de las iglesias institucionales con grupos pequeños están con frecuencia muy limitados en cuanto a su actividad personal para discipular. Ellos están muy ocupados con sus muchas responsabilidades y encuentran muy poco tiempo para un discipulado personalizado. Lo más cercano que pueden hacer es discipular a un grupo pequeño de líderes, pero aún esto puede estar limitado a sólo una reunión por mes.
Todo esto es para decir que las iglesias en las casas, en mi opinión, son más bíblicas y efectivas en hacer y multiplicar discípulos y formadores de discípulos. Sin embargo, sé que mi opinión no va a cambiar cientos de años de tradición en una forma muy rápida. Así que, yo insto a los pastores institucionales a hacer algo en la dirección de llevar a sus iglesias a un modelo más bíblico de hacer discípulos.[1] Pueden pensar en discipular personalmente a futuros líderes o iniciar un ministerio de grupos pequeños. Pueden realizar un “domingo de iglesia primitiva” cuando el edificio de la iglesia se cierre y todos compartan sus comidas en las casas y hagan como los cristianos hicieron durante los primeros tres siglos.
Los pastores que tienen grupos pequeños en sus iglesias pueden considerar el transformar algunos de esos grupos pequeños en iglesias caseras y ver qué sucede. Si los grupos pequeños son saludables y dirigidos por pastores-ancianos-superintendentes llamados por Dios, serán capaces de trabajar por sí mismos. No necesitan más de la iglesia madre como tampoco la necesita cualquier iglesia pequeña no afiliada a una iglesia madre. ¿Porqué no liberarlos?[2] El dinero de los miembros que se dirige a la iglesia madre podría sostener al pastor de iglesia en la casa.
¿Quiere decir que debido a todo lo positivo que he dicho acerca de las iglesias en las casas, no hay nada bueno acerca de las iglesias institucionales? Absolutamente no. En tanto se formen ahí discípulos obedientes a Cristo, las iglesias institucionales son valiosas. Sin embargo, sus prácticas y estructuras pueden ser algunas veces más un impedimento que una ayuda para alcanzar la meta que Cristo ha puesto delante de nosotros y estas prácticas generalmente matan a los pastores.
[1] Una de mis definiciones favoritas de la palabra demencia es ésta: hacer la misma cosa repetidamente y esperar resultados diferentes. Los pastores pueden enseñar por años acerca de las responsabilidades de cada miembro de ser parte de la formación de discípulos, pero a menos que ellos no hagan algo para cambiar sus formatos y estructuras, la gente continuará llegando a la iglesia a sentarse, escuchar e ir a casa. Pastor, si usted continúa haciendo las cosas que no han cambiado a la gente en el pasado, ¡Cambia lo que estás haciendo!
[2] Por supuesto, la primera razón por la que muchos pastores están en contra de esta idea, es porque ellos ya han construido sus propios reinos, no el Reino de Dios.