La naturaleza de los elementos de la Cena del Señor no es lo más importante. Si queremos tener una imitación perfecta de la Cena del Señor original, tendremos que saber los ingredientes exactos que contenía el pan y la clase de uvas de la cual el vino original fue hecho. (Algunos de los padres de la iglesia en los primeros siglos prescribieron estrictamente que el vino fuera diluido con agua, pues de otra forma la Eucaristía hubiera sido practicada en forma inapropiada.)
El pan y el vino eran algunos de los elementos más comunes que los antiguos judíos utilizaban en sus comidas. Jesús le dio un profundo significado a dos cosas que eran bastante comunes, alimentos que prácticamente todos consumían a diario. Si Él hubiese visitado otra cultura en otro tiempo de la historia, la primera Cena del Señor hubiera consistido de queso con leche de cabra, tortas de arroz o jugo de piña. Así que cualquier comida o bebida podría representar potencialmente su cuerpo y su sangre en una cena común que compartían sus discípulos. Lo importante es el sentido espiritual. ¡No seamos negligentes al espíritu de la ley, en tanto que nos esforzamos en guardar la letra de dicha ley!
No es necesario que la cena sea mortalmente solemne. Como ya leímos, los primeros cristianos partían “el pan en las casas…. comiendo juntos con regocijo y sinceridad de corazón” (Hechos 2:46, énfasis agregado). Sin embargo, la seriedad es ciertamente apropiada durante el momento de la comida que hace memoria del sacrificio de Cristo y cuando los elementos se están consumiendo. El hacerse un examen de sí mismo siempre es apropiado antes de consumir la Cena del Señor, como Pablo lo indicó en sus solemnes palabras de advertencia a los Corintios en 1 Corintios 11:17-34. Cualquier trasgresión a los santos mandamientos de Cristo de amarse los unos a los otros, es una invitación a ser disciplinado por Dios. Cualquier causa de división debe resolverse antes de tomar la cena. Cada creyente debe hacer un auto-examen y confesar cualquier pecado, lo que sería equivalente a “juzgarse a sí mismo”, usando las palabras de Pablo.