La cena común puede ser ofrecida antes o después de la reunión en la que la adoración, la enseñanza y los dones espirituales son compartidos. Queda a criterio individual de cada iglesia en la casa el determinar el formato y orden de ésta, y estos formatos pueden variar en cada reunión de una misma iglesia.
Está muy claro en la Escritura que las reuniones de la iglesia primitiva eran bastante diferentes a los cultos modernos de las iglesias institucionales. En particular, 1 Corintios 11-14 nos da una abundancia de conocimiento de las cosas que ocurrían cuando los primeros cristianos se reunían y no hay ninguna razón para pensar que este mismo formato no se puede usar hoy en día. También está claro que lo ocurrido en las reuniones de las iglesias primitivas descrito por Pablo, sólo pudo pasar en sesiones de grupos pequeños. Logísticamente hablando, lo que Pablo describió, no podría haber sucedido en una reunión grande.
Yo soy el primero en admitir que no entiendo todo lo que Pablo escribió dentro de estos cuatro capítulos de 1 Corintios. Sin embargo, parece obvio que la característica más destacada de estas reuniones descritas en 1 Corintios 11-14 era que la presencia del Espíritu Santo estaba en medio de ellos manifestándose a través de los miembros de todo el cuerpo. Él daba dones a los individuos para la edificación de todo el cuerpo.
Pablo menciona al menos nueve dones espirituales: profecía, lenguas, interpretación de lenguas, la palabra de conocimiento, la palabra de sabiduría, discernimiento de espíritus, don de sanidad, fe y milagros. Él no dice que todas estas cosas eran manifiestas en cada reunión, pero sí habla de la posibilidad de su ejercicio y parece resumir algunas de las manifestaciones más comunes del Espíritu en 1 Corintios 14:26:
“Entonces hermanos, ¿qué podemos decir? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación”.
Consideremos todas las cinco manifestaciones más comunes y en otro capítulo consideraremos los nueve dones del Espíritu que se citan en 1 Corintios 12:8-10.
La primera en la lista es el salmo. Pablo menciona los salmos dados por el Espíritu en dos de sus otras cartas a las iglesias, resaltando su lugar en las reuniones de cristianos.
“No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Efesios 5: 18-19).
“La palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros. Enseñaos y exhortaos unos a otros con toda sabiduría. Cantad con gracia en vuestros corazones al Señor, con salmos, himnos y cánticos espirituales” (Colosenses 3:16).
La diferencia entre los salmos, himnos y cánticos espirituales no está clara, pero el punto principal es que todas estas manifestaciones están basadas en las palabras de Cristo, son inspiradas por el Espíritu y deben ser interpretadas por los cristianos para la enseñanza y amonestación mutua. Ciertamente muchos de los himnos y coros que los creyentes han cantado a través de la historia de la iglesia están dentro de una de estas categorías.
Desafortunadamente, muchos de los himnos y cánticos modernos carecen de profundidad bíblica, indicando que no fueron dados por el Espíritu y como son tan superficiales, no tienen un verdadero valor para enseñar y amonestar a los creyentes. Sin embargo, los creyentes que se reúnen en las iglesias caseras deben tener en cuenta que el Espíritu no solamente va a inspirar a algún miembro para dirigir canciones cristianas reconocidas, viejas o nuevas, sino que también dará canciones especiales a algunos miembros que puedan ser utilizadas para la edificación común. Verdaderamente, ¡Qué especial es para las iglesias el tener sus propias canciones dadas por el Espíritu!