Apliquemos este concepto de la enseñanza con el ejemplo, a la enseñanza de un tema en particular, el tema de la unidad. Todos los pastores-ancianos-superintendentes desean que su rebaño esté unido, pues odian las divisiones dentro de sus cuerpos locales. Ellos saben que las divisiones no complacen al Señor. Después de todo, Jesús ordenó que nos amáramos los unos a los otros como Él nos amó (ver Juan 13:34-35). Nuestro amor por el prójimo es lo que nos define como sus discípulos ante el mundo. Por este motivo, la mayoría de los líderes de rebaños amonestan a sus ovejas diciéndoles que se amen los unos a los otros y se esfuerzan por la unidad.
Sin embargo, como ministros se supone que debemos enseñar ante todo con nuestro ejemplo, pero con frecuencia fallamos al enseñar acerca del amor y la unidad debido a la forma en que vivimos. Por ejemplo, cuando nosotros demostramos una falta de unidad y amor con otros pastores, enviamos un mensaje que contradice lo que estamos predicando en nuestras congregaciones. Esperamos que la gente haga lo que nosotros no hacemos.
El hecho es que, las palabras más significativas que Jesús habló referentes a la unidad eran dirigidas a los líderes en relación con sus relaciones con otros líderes. Por ejemplo, en la última Cena, luego de lavar los pies de sus discípulos, Jesús les dijo,
“Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado para que, como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:13-15).” (Nótese que Jesús enseñó con su ejemplo.)
Los pastores con frecuencia usan este pasaje de la Escritura para enseñar a sus ovejas acerca del amor de unos por otros, lo que es ciertamente apropiado. Sin embargo, las palabras de este pasaje, eran dirigidas a los líderes, los doce apóstoles. Jesús sabía que su iglesia futura tendría poca esperanza de tener éxito en su misión si sus líderes se dividían o competían entre ellos mismos. Por eso, Él dejó claro que esperaba que sus líderes humildemente se sirvieran unos a otros.
En el contexto de la cultura del tiempo de Jesús, Él demostró humildad en su servicio haciendo uno de los trabajos más indignos que tenían los sirvientes en las casas, el lavado de pies. Si Él hubiera visitado una cultura diferente en una época diferente de la historia, talvez hubiera tenido que limpiar letrinas o limpiar la basura que sus discípulos dejaban. ¿Cuántos de sus líderes modernos están dispuestos a demostrar esta clase de amor y humildad a otros líderes?
En menos de una hora, Jesús repetidamente subrayó este importante mensaje. Minutos después de que Él lavara sus pies, Él le dijo a ese grupo de líderes de sus iglesias futuras:
“Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:34-35)
Estas palabras ciertamente se aplican a todos los discípulos de Jesús, pero primeramente se aplicaron a los líderes y sus relaciones con otros líderes.
Minutos después, una vez más Jesús dijo:
“Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15; 12-13).
Nótese que Jesús hablaba de nuevo a los líderes.
Después de unos segundos Él dijo de nuevo,
“Esto os mando: que os améis unos a otros” (Juan 15:17).
Entonces, unos minutos después, los discípulos de Jesús le escucharon orando por ellos,
“Ya no estoy en el mundo; pero éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre Santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros” (Juan 17:11, énfasis agregado).
Finalmente, después de unos segundos, mientras Jesús oraba, sus discípulos le escucharon decir,
“pero no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros para que el mundo crea que Tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos y Tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que Tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” (Juan 17:20-23, énfasis agregado).
Así, en menos de una hora, Jesús enfatizó seis veces a sus futuros líderes la importancia de estar unidos y de demostrar su unidad amándose y sirviéndose humildemente los unos a los otros. Esto obviamente era muy importante para Jesús. Su unidad era la clave para que el mundo creyera en Él.