¿Qué Tan Bien Vamos?

(How Well Are We Doing?)

Desafortunadamente, mientras esperamos que nuestro rebaño se unifique con amor, muchos de nosotros competimos con otros ministros con medios poco éticos para construir nuestra iglesia a expensas de otras iglesias. Muchos de nosotros evitamos cualquier tipo de confraternidad con otros pastores de diferentes doctrinas. Aún más, le anunciamos al mundo nuestra falta de unidad con emblemas que ponemos al frente de la iglesia diciendo: “Nosotros no somos como otros cristianos en otras iglesias”. (Y hemos hecho un buen trabajo educando al mundo acerca de nuestra falta de unidad, ya que muchos cristianos saben que la cristiandad es una institución muy dividida).

En resumen, no practicamos lo que predicamos, y nuestro ejemplo habla a nuestras congregaciones mucho más que nuestros sermones de unidad. Es casi risible pensar que los cristianos promedio practiquen la unidad y se amen cuando sus líderes actúan de modo diferente.

Por supuesto, la única solución, es el arrepentimiento. Debemos de arrepentirnos de dar mal ejemplo a los creyentes y al mundo. Debemos de eliminar las barreras que nos dividen y amarnos los unos a los otros como Jesús lo ordenó.

Primero que todo, esto quiere decir, reúnase con otros pastores y ministros, incluyendo ministros de diferentes doctrinas. No estoy hablando de que se reúnan con pastores que no han nacido de nuevo y que no desean obedecer a Jesús, o que están en el ministerio por beneficio propio. Ellos son lobos con piel de oveja y Jesús nos dijo cómo identificarlos exactamente. Ellos se conocen por sus frutos.

Yo me refiero, más bien a pastores y ministros que desean guardar todos los mandamientos de Jesús, verdaderos hermanos y hermanas en Cristo. Si eres un pastor, debes comprometerte a amar a otros pastores demostrando el amor a tu rebaño en una forma práctica. Una manera de comenzar es visitando a otros pastores en tu vecindario pidiéndoles perdón por no haberlos amado como debías. Esto derribará algunas murallas. Después comprométanse a reunirse regularmente para comer, motivarse y amonestarse el uno al otro y orar juntos. Cuando esto ocurra, podrán discutir con amor las doctrinas que tienden a dividirlos, buscando la unidad aunque no estén de acuerdo en todo lo que discutan. Mi vida y mi ministerio fueron enriquecidos grandemente cuando finalmente me dispuse a escuchar a otros ministros cuya doctrina era diferente. Me estaba perdiendo de mucha bendición por años debido a mi distanciamiento de otros ministros.

También puedes demostrar tu amor y unidad al invitar a otros pastores a predicar en tu iglesia institucional o en tu iglesia casera y tu iglesia puede combinar reuniones con otras iglesias para tener una confraternidad.

Puedes cambiar el nombre de tu iglesia para que no anuncie al mundo tu falta de unidad con el resto del cuerpo de Cristo. Tu no tienes que anunciar tu denominación o nombre de la asociación a la que perteneces para que así solamente te identifiques como parte del cuerpo de Cristo, enviando un mensaje a todos diciendo que tú crees que Jesús hizo únicamente una iglesia, no muchas iglesias diferentes que no pueden relacionarse.

Yo sé que esto suena radical. Pero ¿por qué seguimos haciendo cosas que claramente Jesús nunca hizo? ¿Por qué seguimos involucrados en cosas que no le agradan a Él? No hay denominaciones o asociaciones especiales mencionadas en la Escritura. Cuando los Corintios se dividieron entre sus maestros favoritos, Pablo firmemente los reprendió, diciendo que sus divisiones revelaban su carnalidad y su niñez espiritual (ver 1 Corintios 3:1-7). ¿Revelan nuestras divisiones algo diferente?

Cualquier cosa que nos separa unos de otros debe ser evitada. Las iglesias en las casas deben evitar unirse a asociaciones que las hagan tener un nombre específico que las separe de los demás. En la Escritura, las iglesias se identificaban sólo por las casas en las que se reunían. Los grupos de iglesias sólo se identificaban por las ciudades en las que estaban localizadas. Todas ellas se consideraban parte de una sola iglesia, el cuerpo de Cristo.

Solamente existe un Rey y un reino. Cualquiera que quiera resaltar su nombre para que los creyentes o las iglesias se identifiquen con él, está construyendo su propio reino dentro del Reino de Dios. Es mejor que él esté listo para cuando el Rey le diga, “Mí gloria no la daré a otro” (Isaías 48:11).

Todo esto es para decir nuevamente que los ministros deben mostrar un correcto ejemplo de obediencia a Cristo ante toda la gente, porque la gente seguirá su ejemplo. El ejemplo que ellos dejaron ante los otros es el método de enseñanza más influyente. Como Pablo escribió a los creyentes de Filipos:

“Hermanos, sed imitadores de mí y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros” (Filipenses 3:17, énfasis agregado)t