Como Pablo, el ministro que hace discípulos tiene una meta. Esa meta es “que cada hombre sea presentado perfecto en Cristo” (Colosenses 1:28b). Así que él, como Pablo, “amonestará a todo hombre y enseñará a todo hombre en toda sabiduría” (Colosenses 1:28ª, énfasis agregado). Note que Pablo no enseñaba sólo para educar o entretener a la gente.
El ministro formador discípulos puede decir con Pablo, “el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, de buena conciencia y de fe no fingida” (1 Timoteo 1:5). Esto es, que él quiere producir la santidad y una verdadera semejanza con Cristo en las vidas de aquellos a quienes él sirve, razón por la cual él enseña a los creyentes a obedecer todos los mandamientos de Cristo. Él enseña la verdad, amonestando a sus oyentes para que sigan “la paz con todos y la santidad sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).
El ministro formador de discípulos sabe que debe enseñarles sobre la orden de Jesús de obedecer todo y no sólo una parte de lo que Él les había enseñado (ver Mateo 28:19:20). Él debe asegurarse de no descuidar nada de lo que Jesús ordenó y con regularidad instruye a sus discípulos sobre la totalidad de los evangelios y las epístolas. Es aquí donde aparecen y se reafirman los mandamientos de Jesús.
Por medio de la enseñanza explicativa se asegura una instrucción balanceada. Cuando enseñamos mensajes sobre ciertos temas únicamente, pueda que escojamos los más populares entre la gente y rechacemos aquellos que no son tan populares. El maestro que enseña la Escritura verso por verso, no sólo instruye acerca del amor de Dios, sino también acerca de su ira divina y su disciplina. Enseñará sobre las bendiciones de ser cristiano y también sobre las responsabilidades. Así, el maestro no será propenso a enseñar sólo los temas de menor importancia y a evadir los de mayor importancia. (De acuerdo con Jesús, éste fue un error de los fariseos; ver Mateo 23:23-24).