1. Algunos ministros son como loras, obteniendo todos sus sermones de los libros que otros han escrito. Al hacer esto, se pierden la maravillosa oportunidad de ser personalmente tocados por el Espíritu Santo y están propensos a cometer los mismos errores que las personas que escribieron los mensajes.
2. Muchos pastores imitan los estilos de enseñanza y prédica de otros pastores, estilos que son puramente tradicionales. Por ejemplo, en algunos círculos se piensa que los sermones tienen unción cuando son ruidosos y rápidos. Por esto, los miembros de la iglesia se sujetan a los sermones de este tipo de principio a fin. La realidad es que las personas se desconectan de este tipo de sermones, al igual que lo hacen cuando escuchan conferencias monótonas. Una voz con variedad es mucho más cautivadora. Además, la predicación es naturalmente más fuerte cuando se está exhortando, mientras que la enseñanza se hace en un tono más conversacional porque se está instruyendo.
3. He observado a los oyentes de los sermones en cientos de iglesias, y me sorprende que tantos predicadores y maestros se olviden y no observen las muchas indicaciones que muestran el aburrimiento de la gente y su falta de atención al sermón. Pastor, la gente que parece que está aburrida, está aburrida verdaderamente y los que te están mirando mientras hablas, seguramente no te están escuchando. La gente que no está escuchando, no está recibiendo ninguna ayuda. Si la gente sincera está aburrida y no escucha, entonces necesitas mejorar tu manera de dar sermones. Da más ejemplos. Cuenta historias relevantes. Haz parábolas. Hazlo fácil. Enseña la Escritura desde tu corazón. Se sincero. Se tú mismo. Varía el tono de tu voz. Has contacto visual con cuantos puedas. Usa algunas expresiones faciales. Usa tus manos. Muévete alrededor. No hables por mucho tiempo. Si el grupo es pequeño, deja que ellos hagan preguntas en momentos apropiados.
4. La idea de que cada sermón debe tener tres puntos es invento del hombre. La meta es hacer discípulos, no seguir teorías de Homilética moderna. Jesús dijo, “alimenta mis ovejas”, no “impresiona a mis ovejas”.